No “rebaja” al hombre el saber que sus actividades intelectuales, volitivas, memorísticas, emocionales, sensitivas, etc. son actividades neuronales que presuponen funciones neuroeléctricas y químicas. El reduccionismo pretérito de la credulidad al tildar todo esto de "materialismo" hoy no quiere decir nada.
El conocimiento de la enorme complejidad de la organización y de las actividades cerebrales está todavía en matillas: se conoce una parte mínima de los “productos” cerebrales y sólo se han hecho “conjeturas” (psicoanálisis, conductismo, teorías del aprendizaje, etc.) de las derivaciones intelectuales y conductuales.
Medítese en lo que ha supuesto y supondrá para la ciencia, especialmente la medicina, el descubrimiento del mapa del genoma humano. Se conocen sus “claves”, el axioma, los principios: a partir de ahí, todo es cuestión de experimentar y deducir. Pero el reto intelectual de los siglos futuros está en “descifrar” el cerebro.
¿Nacerán nuevos dioses de las cavernas cerebrales? Lo que sí supondrá un nuevo revolcón para la credulidad, que tendrá que volver a repensar su mapa conceptual. ¿O ya la religión será tema para novedosas exposiones de "Las Edades del Hombre"?