¿Conocen aquello que le sucedió a San Pedro en el cielo?

Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos y cuanto atares en la tierra será atado en el cielo...En razón de estas indubitadas palabras salidas de la boca de Dios, San Pedro es hoy el cancerbero celestial: en sus manos está el acceso a la felicidad eterna o a la condenación idem.
Un buen día agobiado por problemas celestiales irresolubles referidos a su pensión, llamó a un ángel y le dijo:
- Esta mañana tengo que ir a hacer un par de trámites a una nube, así que te dejo cuidando las puertas del Cielo. Como delegado mío te encargarás de dejar pasar o rechazar a cuantos accedan a esta puerta.
El ángel, aterrado, le dice que no tiene idea de a quién tiene que dejar pasar y a quién no, pero San Pedro lo tranquiliza:
- Mira, por hoy vamos a simplificar los trámites. No tengo tiempo de enseñarte el “Manual de admisión celestial”.
El asunto es más simple de lo que parece. Aquí tienes una Biblia y un fajo de billetes de quinientos euros, ésos que apenas si ven los humanos del montón. A los que lleguen les das a elegir: si cogen la Biblia les dejas pasar y si cogen un billete los mandas al Infierno.
Y aquí tienes mi número de móvil por si hay algún problema.
San Pedro se va y pasa la mañana en sus cosas. Tranquilo porque pasan las horas, decide tomarse unas cañas, hasta que suena el teléfono. Es el ángel que con voz angustiada le dice:
- Mire, San Pedro, hasta ahora todo iba bien, pero acaba de llegar un tío que cuando le di a elegir me dijo: '¿Puedo ver un poco?' Se puso a hojear la Biblia, leyó una serie de párrafos y de vez en cuando decía '¡Hum, qué interesante, lo voy a señalar!'.
Dado que no teníamos nada para señalar, él iba cogiendo un billete de quinientos y marcaba la página. Cuando se terminaron los billetes me dijo que, por supuesto, se quedaba con la Biblia, especialmente por los fragmentos señalados. ¿Qué tengo que hacer?'
Pedro, resignado y sabiendo de qué iban las cosas dijo:
- Déjalo pasar, hijo, que ése es del Opus...