Las explicaciones que la "ciencia religiosa" da de las cosas siempre son las primeras; luego, por grados, terminan en nada.
La creencia, como el agua del mar que se cuela mansamente por entre las rocas en la pleamar, ocupa todos los espacios de lo desconocido.
El reflujo de la marea que es el conocimiento, pone término a esos oscuros agujeros que se adivinaban a través del agua.
• Si es el origen y evolución del mundo, Dios como rector del mismo recula ante las teorías evolucionistas y descubrimientos astronómicos;
• si las necesidades y carencias psicológicas llevan a recónditas profundidades humanas, Dios, que se mueve por la conciencia y reconforta con su gracia, huye a esconderse en los ritos;
• si es la muerte, la omnipresente muerte, Dios la suprime y la trueca en un tránsito suave a la suprema felicidad, algo que choca con la forma de morir de millones de seres humanos o algo que recula ante el hecho innegable de la negación o asunción de la muerte en la sociedad de nuestros días.
Todo lo que el hombre no sabía llevaba a Dios.
Pero el mismo saber pone a Dios en su sitio, lo arranca de la mente diluyéndolo en las sombras de la duda y del repudio... eso sí, muchas veces al precio de jirones de tiempo y vida, como si, el que fue monstruo de las mil caras, fuese el monstruo de las mil garras.