Ética humanista (y 2)
Honestidad, integridad individual. Vivir según los principios que dicta la conciencia y que dicta el sentido del bien social y la justicia. Unidad entre pensamiento, sentimiento y acción guiados por la sinceridad y la fortaleza moral que no se deja arrastrar por las oportunidades que muchas veces se presentan de corromperse. La honestidad personal es ejemplo para los demás. Esta ejemplaridad es, a la vez, espejo donde se miren los demás y elemento represivo de conductas inadecuadas. Éste debiera ser el primer mandamiento de los gobernantes, por el efecto ejemplarizante que supone en toda la masa social. Dígase lo mismo de cuantos destacan por el motivo que sea, deportistas, artistas, pensadores, inventores, empresarios...
Sentido de la justicia. No es lo mismo justicia que legalidad. El sentido de la justicia es el que debe informar la legalidad y no al revés. El sentido de la justicia se puede expresar como equilibrio, armonía, distribución equitativa de oportunidades ante las necesidades de las personas. Es decir, dar a cada uno lo que le corresponde por su naturaleza y dignidad como persona humana, por sus actos y por su propio esfuerzo. Han de primar los derechos individuales frente a los intereses de partido, intereses económicos o cualquier otro interés que conculque dicha dignidad individual.
Responsabilidad. A la par que se enuncian esos derechos individuales, también se ha de afirmar esa responsabilidad como sentido del deber, expresión individual de la obligación, y derecho, que tiene todo hombre por desarrollar sus aptitudes y aportar a la sociedad, al bien común, lo mejor de sí mismo.
Compromiso social. Es, a la vez, consecuencia de los dos apartados anteriores y resultado natural del espíritu de fraternidad y del sentido de la justicia. El ideal de progreso asumido por cada uno afecta lógicamente al bien común. Compromiso individual por el progreso en todos los sentidos y en todo lo que afecta al bienestar común: en el trabajo, en el goce del arte, en la investigación, en el libre desarrollo de las ideas --entra aquí la profesión y práctica religiosas--, en el ejercicio de la política... La ciencia que busca la verdad, la política que se funda y persigue la justicia, la religión que prima la espiritualidad y no desune a las personas... son la vía para lograr la armonía social, un mundo mejor.
Vida en tolerancia, como fundamento de la convivencia. Tolerancia que acepta la discrepancia o el no compartir ideas o visiones de la vida opuestas a las de uno. Dice la Unesco:
La tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia. No solo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. La tolerancia, la virtud que hace posible la paz, contribuye a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz… …Tolerancia no es lo mismo que concesión, condescendencia o indulgencia. Ante todo, la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás. En ningún caso puede utilizarse para justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales… …Supone el rechazo del dogmatismo y del absolutismo y afirma las normas establecidas por los instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos”.
Instrucción y educación. Es el medio para muchos único de progresar socialmente. Hablamos de educación en cuanto instrucción intelectual. Una sociedad sin educación es una sociedad anquilosada y, a la postre, muerta.
Añadimos como componente si no esencial sí importante en la convivencia de los hombres y las sociedad lo que podríamos llamar sensibilidad estética, sensibilidad ante la belleza. Tiene mucho que ver con la armonía y el discernimiento. Es la belleza interior de la ética plasmada en realizaciones físicas. El arte como instrumento de civilización. Y, como en otros aspectos de la vida, arte que no se somete sino al imperio de la belleza y la creatividad, lejos del abrazo sofocante del mercantilismo.
Todo lo dicho hasta ahora peca, lo sabemos, de irenismo y de etéreos buenos deseos. Así es la vida, que es un conglomerado de deseos y frustraciones, de aspiraciones y de quedarse a medio camino o camino sin empezar. Si no se desea algo, jamás se conseguirá y si no expresa lo que se desea, nadie conocerá la opinión del otro. ¿Irenismo como deseo de paz idílica? Pues... quizá. Pero no es la religión la que sólo sueña: también las ciencias, la razón, el humanismo sueñan.