Del Evangelio de Jesús al Evangelio de Pablo: un cambio cualitativo /5

Mi reino no es de este mundo (Juan 18,36)

Preguntado Jesús por los fariseos sobre cuándo llegaría el reino, éste responde: “el reino de Dios está en medio de vosotros” (entós hymôn), lo que parece insinuar que ya ha comenzado. La traducción más frecuente es dentro de vosotros, lo que fundaría la interpretación protestante.

Pudiera entenderse que los exorcismos para expulsar  los demonios, debilitando el poder de Satán, y los prodigios de sanaciones, eran signos que preludiaban el reino, pero sin duda éste era futuro y muy  cercano, pues Jesús creía que algunos de los entonces vivos llegarían a verlo y a disfrutarlo.

Todos los demás textos están en tiempo futuro y hasta en la oración tan judía del “Padrenuestro” se pide su llegada (adveniat regnum tuum= venga tu reino). Pese a ello, muchos exegetas confesionales defienden una escatología incoada, ya  realizada o que se está realizando, inspirados sobre todo en el Cuarto Evangelio que, a diferencia de los tres sinópticos, se sitúa todo él en el plano alegórico y místico, no en el plano histórico, como piensa la interpretación confesional.

La tan citada e inverosímil respuesta de Jesús a Pilato “mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36) es espiritualista y nunca pudo ser dicha por el Jesús histórico, que tampoco enseñó una cristología mística y de tintes gnósticos, como la del Cuarto Evangelio. Si la interpretación de la escatología como realizada o ya incoada fuese plausible, la profecía de Jesús sobre el fin del mundo presente, dejaría de ser errónea.

Desde el punto de vista histórico y del análisis de los mismos textos, es ilusoria y anacrónica la pretensión de algunos teólogos actuales de modernizar o actualizar la idea del reino de Dios, predicado por Jesús. Además, la idea de ese reino implicaba un régimen teocrático, inconciliable con la moderna politeia democrática. El régimen teocrático emana de la autoridad totalitaria de la voluntad de Dios, mientras que el régimen democrático emana de la autoridad delegada del pueblo, es decir, de la soberanía popular, entendida como voluntad general.

El Evangelio de Jesús, contenido en su predicación oral, no era un programa de reforma de la sociedad futura o de aplicación a la civilización en su conjunto. Contra una visión muy extendida, tanto en el campo católico como protestante, Jesús no fue un universalista, ni en su mensaje del reino ni en su mensaje moral, centrado en una ética de urgencia, llamada interina por Albert Schweizer, pues el fin del mundo estaba a las puertas y era urgente la tarea de prepararse.

El visionario Jesús, entusiasta profeta escatológico, al menos al final de su vida se creyó y se confesó Mesías aspirante a ese reino y ese fue el motivo de que terminara crucificado por Pilato, siendo al final víctima de su errado sueño escatológico.

El historiador judío Flavio Josefo había situado a Jesús en la serie de pretendientes mesiánicos, que llevaron al pueblo judío al desastre del año 70, inducidos por una fe ciega en el oráculo mesiánico. Ello indica que el famoso testimonio flaviano tenía originariamente un sentido negativo sobre la figura apocalíptica de Jesús.

Los investigadores protestantes Gerd Theissen,  y Annette Merz, entre otros,  en su libro El Jesús histórico. Manual, señalan con toda claridad la “escatología errada”  de Jesús. El título de la cruz indicaba el motivo de su condena: Rex iudaeorum (“Rey de los judíos”).

Como señala Fernando Bermejo en su excelente libro La invención de Jesús de Nazaret, la crucifixión del Calvario fue colectiva, como tantas otras en el imperio. Las tres cruces del Calvario corresponden verosímilmente a tres insurgentes (leistaí) o rebeldes contra el imperio, con el líder nazareno en medio.

La tradición popular del buen y el mal ladrón no es más que una leyenda piadosa transmitida en la predicación y aceptada por la fe ingenua y crédula de los fieles. Los romanos no crucificaban a simples ladrones ni a delincuentes comunes, sino a sediciosos que se resistían al dominio de Roma.

El caso histórico de Espartaco, llevado al cine, es sobradamente conocido y terminó con miles de  crucificados en la Vía Apia de Roma. Bajo el gobierno de Pilato, las crucifixiones en Palestina de rebeldes contra el tributo y el dominio de Roma fueron innumerables. La crueldad excesiva de Pilato con sus sangrientos episodios, mencionados en los textos evangélicos, fue el motivo de su traslado a las Galias en el año 36 e. c.

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