Gluksmann. "La tercera muerte de Dios" (4) ¿Por qué se apartan de Dios?


Preguntas a las que no responde la religión: ¿Qué es lo que produce al incrédulo? ¿Qué es lo que ha visto? ¿Cuál es el escollo que encuentra su fe? ¿Frente a qué dice basta? ¿Qué han visto Teilhard en el fango de Douaumont (1) como los espectadores televisivos de Ruanda o Sarajevo?


¿Podría hacerles pensar a los crédulos por qué las grandes crisis que se traducen en masacres aleja a los hombres más conspicuos de Dios? Los grandes avizores y oteadores de la vida, los pensadores, filósofos, científicos, se encuentran en el mismo nivel para enjuiciar la vida que los jerarcas crédulos. ¿Por qué, dicen, si ésa era su labor, no han sido capaces de avistar la tormenta que se avecinaba? ¿Por qué no han sido capaces de conjurarla? ¿Por qué los pueblos no han encontrado alivio y refugio en la religión? ¿Cuándo se ha visto al Jerarca Blanco situarse en medio de los contendientes de una masacre? ¿Cuándo se le ha visto denunciar “in situ”...? ¿Y cuándo verle allí permanentemente hasta que el problema no se hubiera resuelto? ¡Clama semana sí y semana también contra estas masacres pero sin poder alguno para detenerlas! Si nadie le hace caso ¡que sea su persona la que se ponga en medio!

Interpretación del pensador crédulo. Acierta en el diagnóstico “humano”, pero ha de caer en las redes de la interpretación crédula:

La muerte se reserva una cosecha como la humanidad europea nunca ha conocido. Todo ello será seguido por una fantástica regesión mental y moral...La gran verdad “todos los hombres son hermanos” flota en vano como una bruma inútil. Todos rezan, pero ¿para qué? Por la victoria de su pueblo. ...Y hete aquí que hoy interviene Dios. Y nos dice de manera brutal, sin miramientos: ¡No, no vais por buen camino! ...[la guerra] por inesperada y fantasmagórica que parezca, proviene de nosotros, es el resultado natural de lo que hicimos y de los fuimos... ...La guerra del 14, descifrada bíblicamente como un diluvio, mostró la cólera de un Dios que no admite que los mortales manifiesten su inexistencia. Barth devuelve la pelota a las criaturas que son castigadas por haber pecado. A fuerza de forzar a inexistir al Altísimo, acaban por prohibirse existir.


Las respuestas pasan desde la interpretación de la historia, pasando por la sociología hasta acabar en la filosofía y hasta en el mito. ¡La Europa cristiana se entrega a una orgía de sangre! Sus jerarcas ven correr la sangre y lo que hacen es taparse la nariz para no olerla. ¡Dios no puede intervenir, ha de preservar la libertad de los hombres! ¡Preserva la libertad de unos pocos –los políticos que deciden la guerra—y se la quita a quienes “libremente” acuden a masacrar... por no ser masacrados! ¿Dios no puede intervenir en el mundo?

Todavía tenemos que desmontar otra baza que tiene la credulidad, el que todo se vea bajo su punto de vista: creer o pensar, todo en función de algo que quizá esté ahí como concesión de la fe... ¿Pero por qué en los últimos tiempos tanto interés en separar y en procurar la ruptura entre fe y razón? ¿Por qué dicen ahora que al conocimiento de Dios no se llega por la razón? A esa necesidad imperiosa han tenido que llegar en los últimos tiempos, porque si no, la razón se traga a la fe. Pero ¿dónde quedan los siglos anteriores en que la fe era incluso explicada por la razón? ¿Dónde las palabras de los primeros pensadores cristianos, como Agustín: Si la fe no está pensada entonces no es nada.
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(1) Un fuerte siniestro en la I Guerra Mundial
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