HERÁCLITO EL OSCURO / 1

φύσις κρύπτεσθαι φιλεῖ // La naturaleza gusta de ocultarse (Heráclito)
οὐ δεῖ ὥσπερ καθεύδοντας ποιεῖν καὶ λέγειν// No se debe actuar ni hablar como los que duermen (Heráclito)
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La filosofía jónica está representada por los tres milesios (Tales, Anaximandro y Anaxímenes), y por Heráclito de Éfeso. Éste nació hacia el 535 a. e. c., vivió unos sesenta años y murió hacia el 475.
Contemporáneo de Parménides, fue un aristócrata de familia rica, de carácter altivo, solitario y despreciativo con la plebe, a la que calificaba de dormida, en contraste con la vida despierta del sabio.
Renunció a su cargo de sumo sacerdote de la ciudad, que le correspondía por familia y se dedicó a la filosofía. Se retiró al templo de Artemis, lejos de la ciudad y de ahí le vino la fama de misántropo y también de lloroso, frente al talante alegre de Demócrito.
Heráclito contrapone la masa de los “dormidos” o ignorantes a la élite de los despiertos, que captan el Lógos que gobierna el mundo, lo que se refleja en el aforismo sobre la estupidez de los asnos, que prefieren la paja al oro.
También contrapone la verdadera sabiduría (phrónesis= tò sophón) a la erudición (pollymathíe) de Homero, Hesíodo, Pitágoras o Hecateo de Mileto, creador de la historie. No se trata de saber mucho, sino de comprender la naturaleza oculta del cosmos. Valora, sin embargo, a Tales y a Bías, dos de los 7 sabios.
Escribió un tratado en prosa, Sobre la naturaleza, de difícil comprensión, según los antiguos, que en tiempos de Platón era muy estimado.
De su obra dijo Sócrates: “lo que he entendido es noble y también lo es lo que no he entendido”. De ella solo quedan unos 129 fragmentos recopilados a partir de distintos testimonios por los filólogos alemanes H. Diels y W. Kranz.
Son un conjunto de aforismos, que nos recuerdan la sabiduría gnómica de los siete sabios: sentencias lapidarias, escritas con un estilo enigmático y oracular, por lo que recibió el apelativo de “el oscuro” (ho skoteinós en Estrabón y obscurus en Cicerón).
Por ejemplo: “el tiempo es un niño que juega”, aforismo que valorará Nietzsche para afirmar la inocencia del devenir y la última metamorfosis del superhombre, después del camello y el león.
Dado el carácter fragmentario de su obra, los especialistas tratan de reconstruir su sistema a partir de los elementos dispersos, al modo de los arqueólogos. Ello comporta una difícil exégesis y hermenéutica de los textos.
Se discute incluso cuál sea el tema central de los fragmentos conservados. Unos afirman que es el fuego, otros que es el cambio (devenir), otros proponen el logos, la guerra o conflicto de los contrarios, el Todo-Uno o la Unidad en la diversidad.
La filosofía de Heráclito no se limita a la cosmología. “Heráclito fue mucho menos físico que los milesios”, afirma W. Nestle (Historia del Espíritu griego).
Introduce por vez primera la reflexión sobre el mundo humano: sus fragmentos contienen temas de antropología, teoría del conocimiento, ética y política.
Los investigadores modernos lo han interpretado de formas diversas: como físico (J. Burnet), como metafísico e incluso como teólogo. W. Jaeger distingue tres círculos concéntricos en su obra: el antropológico, el cosmológico y el teológico. Pero se trata de la “teología natural”, no de la “teología mítica”, que Varrón atribuía a los poetas, ni mucho menos de la “theologia supernaturalis” de Agustín o “theologia fidei” de los escolásticos, basada en la fe en la Revelación.
Recuérdese que en Grecia no existen Sagradas Escrituras, como en los tres monoteísmos, ni tampoco la idea de Revelación divina.
El “dios” de Heráclito tampoco es personal, ni pertenece a los dioses olímpicos. Es la ley inmanente e impersonal que gobierna el cosmos. Es más predicado (tò theîon= lo divino) que sujeto, a diferencia del dios monoteísta. Ello supone un avance en la secularización y racionalización del mito y la religión.
Su cosmología o física conecta con los tres milesios por el tema del arché (principio) y de la phýsis (naturaleza), pero ésta ya no es el tema central, sino la especulación metafísica: “este cosmos, el mismo de todos, no lo hizo ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que siempre fue, es y será fuego siempre vivo (pûr aeídsoon), que se enciende conforme a medida y conforme a medida se extingue (Diels-Kranz., fr. 30).
Y en otro texto afirma: “todas las cosas se cambian recíprocamente con el fuego y el fuego, a su vez, con todas las cosas, como las mercancías con el oro y el oro con las mercancías (D.-K., fr. 90).
El fuego está sometido a un proceso circular y cíclico, sin principio ni fin, con una vía ascendente (tierra, agua, aire y fuego) y otra descendente, que sigue el camino inverso: “el camino hacia arriba (hodós áno) y hacia abajo (káto) es uno y el mismo” (D.-K. fr. 60).
Y ¿cómo interpretar el fuego como principio? Para algunos especialistas, el fuego es “la forma arquetípica de la materia” (así Kirk y Raven (Los filósofos presocráticos).
Pero, según Popper (Back to Presokratics) toda la materia es esencialmente fuego y ambos son pensables como procesos. Werner Heisenberg, por su parte, señala la conexión de la teoría de Heráclito con la ciencia moderna, si al fuego le damos el nombre de energía:
“en cierto modo la física moderna es muy cercana a las doctrinas de Heráclito. Si sustituimos la palabra fuego por energía, casi podemos repetir sus afirmaciones palabra por palabra…. La energía es de hecho la sustancia de que están hechas todas las cosas, todas las partículas elementales… la suma total no cambia y la energía puede llamarse la causa fundamental de todo cambio en el mundo”.(cfr. Física y Filosofía).