τὸ φρονεῖν ἀρετὴ μεγίστη// Ser prudente es la suprema virtud (Heráclito)
θυμῶι μάχεσθαι χαλεπόν // Es difícil luchar contra el sentimiento (Heráclito)
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Heráclito ha tratado, además, otros temas vinculados al ser humano. Así, en antropología considera la razón o el lógos como el elemento esencial del ser humano en cuanto participación del Lógos o Razón cósmica.
El alma tiene naturaleza ígnea, por ser chispa del fuego cósmico, sustrato esencial del universo. Hay grados distintos de ignición según la vigilia y el sueño. “El alma seca es la más sabia y la mejor” (fr. 118). Este concepto de alma es más elevado que el pneûma kaì aér (espíritu y aire) de Anaxímenes.
Heráclito se refiere también al autoconocimiento y a la dificultad del mismo, por lo que algunos lo consideran precursor de la psicología profunda: “me he investigado a mí mismo” (fr. 101), en analogía con el lema délfico y socrático gnôthi seautón (conócete a tí mismo), un autoconocimiento, cuyo fondo parece inalcanzable: “no hallarás los límites del alma andando, cualquiera sea el camino que recorras; tan profundo es su logos” (fr.45).
En epistemología, defiende la superioridad de la razón sobre los sentidos, sin despreciarlos por engañosos, como hace Parménides y tras él Platón y Descartes. Los sentidos nos muestran sólo la superficie de los fenómenos, la evidencia empírica del flujo constante del mundo, pero a la verdad, que es desvelamiento (alétheia), o descubrimiento (apokálypsis), sólo puede acceder la razón del sabio.
La esencia de la realidad se oculta tras las apariencias empíricas, pues “la naturaleza gusta de ocultarse” (fr.123) y hay que descubrirla, de acuerdo con la phrónesis o sophía.
También Demócrito afirmará que la verdad está en el fondo, no en la superficie, como los átomos invisibles. Saber mucho (polymathíe) no equivale a entender la estructura del cosmos. Hesíodo ignora que noche y día son la misma cosa. Es misión del filósofo despertar a los mortales de su sueño, pues “no se debe actuar ni hablar como los que duermen” (fr.73).
La ética de Heráclito es intelectualista, de acuerdo con el modelo del sabio. Éste escucha al Lógos y se guía por la razón, no por los deseos o pasiones: “es difícil luchar contra el sentimiento” (fr. 85).
El sabio ha de vivir conforme a la naturaleza (racional), lo que anticipa la futura ética estoica. La razón, que define la esencia humana, es guía también en la ética: “el ser prudente es la suprema virtud y la verdadera sabiduría hablar y obrar según la naturaleza, estando atentos”. Ello implica autolimitación, moderación y huir de la hýbris o exceso, controlando los placeres, no como los asnos: “los asnos prefieren la paja al oro”
En política, Heráclito defiende la aristocracia, el gobierno de los mejores, frente a la igualdad democrática: “uno sólo, si es el mejor (áristos), vale por diez mil,” (fr.49) y critica a los efesios por expulsar a su amigo Hermodeo, que era excelente.
Las leyes de la pólis se fundan en la ley cósmica, ley natural y divina, y la justicia de la pólis es reflejo de la Díke cósmica: “todas las leyes se nutren de una sola, la divina” (fr.114).
Desde su teología natural critica también la religión popular, el culto a las estatuas y las plegarias a ídolos, crítica que extiende a los ritos de los cultos mistéricos (“en vano se purifican manchándose con sangre…”), como la procesión a Dioniso, cantando el himno a las partes pudendas (fr. 14 y 15).
Como conclusión, Heráclito continúa la corriente naturalista y materialista de los milesios, que culminará más tarde en el atomismo de Leucipo y de Demócrito.
La tradición jónica se contrapone al formalismo de la escuela pitagórica, que enlazará con el idealismo de Platón. “Heráclito ha influido intensa y duraderamente en la posteridad”, escribeW. Nestle, pero no tanto como Pitágoras o Parménides. Su movilismo influyó en Platón de forma negativa y su teoría del lógos será recogida por la física y la ética de los estoicos.
En el siglo XIX será valorado por dos autores muy opuestos. Hegel, desde un enfoque racionalista e idealista, considera a Heráclito el fundador de la dialéctica (para Aristóteles es Zenón de Elea). Nietzsche, en cambio, lo valora desde una perspectiva vitalista, interpretando el devenir como la esencia del ser. De él afirma: “dejo al margen, con profundo respeto el nombre de Heráclito” (cfr. El ocaso de los ídolos).
Y Ortega, desde su raciovitalismo, escribe: “ha llegado la hora de que la simiente de Heráclito dé su magna cosecha” (cfr. La rebelión de las masas).
Finalmente, ya hemos mencionado la conexión que hace W. Heisenberg de la filosofía de Heráclito con la física moderna, si cambiamos el fuego por la energía, como sustancia del mundo.