Historia de persecución que la Iglesia realizó en España / 4


Cuando de conocer la persecución religiosa se trata, el mejor libro editado que conozco sobre la que ejerció el bando republicano contra la Iglesia es “Historia de la Persecución Religiosa en España” de A. Montero. BAC.

Habrá, sin embargo, quienes quieran ahondar en este otro lado oscuro de nuestra paranoica y energúmena historia, cuyo hálito todavía parece sentirse como revancha: la represión que miembros de la Iglesia ejercieron sobre la sociedad civil.

Dado que los he leído, los puedo recomendar. Es clásico el libro de Georges Bernanos, “Los grandes cementerios bajo la luna”. Ed. Lumen. 2009. Impactante es también el recientemente re-publicado “Doy fe” de Antonio Ruiz Vilaplana. Obra de referencia por ser testimonio en primera persona es el publicado en 2005, “Un año con Queipo de Llano: memorias de un nacionalista” de Antonio Bahamonde (nadie mejor que uno del propio bando para denunciar las tropelías de los suyos). Ed. Espuela de Plata. Sevilla (20 €). Finalmente éste que me sirve ahora para aportar algún que otro caso impactante, “Por la religión y la patria” de Francisco Espinosa y José M García (20 €) que cita con frecuencia a Bahamonde.

Tengo referencia de otros, algunos publicados cuando la guerra no había finalizado, lo cual les otorga un crédito sobreañadido. Por si alguno los encuentra: Noches de Sevilla, del Jean Alloucherie; El infierno azul, de Edmundo Barbero; A sangre y fuego de Chaves Nogales. Quizá el más impactante de los tres, el primero. Entre nuestros escritores merece la pena el libro de Baroja Ayer y hoy.

Con seguridad su lectura le hará cambiar a uno las estructuras mentales que tenía hasta la fecha y supondrá un antes y un después en la comprensión de la Guerra Civil.

Había pensado relatar hoy las hazañas del que fue conocido como “Cura de Zafra”, paradigma de los curas trabucaires de esta época, pero prefiero relatar el caso intermedio del famoso Padre Huidobro, que estuvo a punto de “sufrir” un proceso de canonización. Su biografía ampliada se puede leer en Internet.

Fernando Huidobro Polanco, “El padre Huidobro” estaba en Friburgo cuando se inició el Alzamiento. Regresó a España y se incorporó a la columna de Yagüe, 4ª bandera de la Legión como capellán. Afectado por los horrores que veía cada día y por los asesinatos cometidos en Badajoz y Toledo, en octubre de 1936 envió un largo y exhaustivo informe a las autoridades nacionales (Franco, Yagüe, Varela y Cuerpo Jurídico Militar), titulado “Sobre la aplicación de la pena de muerte en las actuales circunstancias. Normas de conciencia”.

Condenar en globo a grupos grandes sin examinar las causas una a una no es obra de justicia, sino atropello criminal. Condenar a muerte a uno porque tiene cara de malvado, es un asesinato. Condenar por listas negras a denuncia de los vecino, sin aquilatar la verdad, es criminal. Deber del que ejerce funciones de justicia es portarse de manera que antes quede un culpado sin castigo que un inocente sea punido”.

Llega a afirmar que no se ha podido ocupar Madrid “como castigo por los crímenes incesantes que se están cometiendo de nuestra parte”. Denuncia la masacre con los heridos en Toledo y no quería que “el nuevo régimen naciese manchado de sangre y en un ambiente de adulación”.

Autores habrá, incluso religiosos, que no le concedan al Padre Huidobro autoridad para denunciar nada, dado que justifica el poder que tienen las autoridades para quitar a la vida a alguien por sus ideas, por desinfectar el solar patrio, como decían, y que el bien supremo de la Patria lo justificaba todo.

Los jesuitas iniciaron en 1947 su proceso de canonización tras su muerte por efecto de una granada lanzada desde posiciones republicanas. Cuando la investigación realizada por el Vaticano descubrió que su muerte no se debía a la explosión de una granada rusa sino al disparo que le hizo por la espalda un legionario de su misma bandera, el proceso se archivó.

Hilari Raguer en sus escritos sobre el Padre Huidobro cita la carta del jesuita que se hizo cargo de sus restos donde da cuenta que tenía destrozada la parte posterior de la cabeza, lo cual fue motivo para pensar que había sido asesinado por “fuego amigo”.

¿Y quién ordenó su asesinato? ¿A quién molestaban sus palabras?
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