Inquietudes inducidas.

Pasea uno sus inquietudes intelectuales por bibliotecas, librerías, internet... y parece como si los grandes problemas intelectuales y filosóficos que otrora embargaban a pensadores, ensayistas y filósofos se hubieran diluido. Uno no sabe qué es lo que embarga el ánimo de los pensadores actuales.

Es más, dudo mucho que la civilización que nace --es un decir-- quiera seguir preguntando y contestando a “respuestas fundamentales”. Y, dicen, el hombre necesita hacerse preguntas (como si no se las hiciera a diario) más allá de cómo llegar a fin de mes o qué modelo de coche comprarse. Es lo que tiene el estómago lleno, que le da por elucubrar.

Tal necesidad sólo pretenden introducirla una y otra vez los inductores de la credulidad, díganse credos políticos, credos pretendidamente culturales (especialmente los históricos y sobre todo esos credos regionalistas que hoy coartan y empobrecen la instrucción escolar de nuestros alumnos) y credos religiosos.

Esas preguntas que todos conocemos y que siguen estando ahí suelen ser “preguntas inducidas”... por interesadas.

Otra cosa es la verdadera ciencia, la que cuestiona, induce y deduce, la que crea y construye. La ciencia va muy paso a paso y está cansada de debatir cuestiones sin solución.

No es que no le interesen, es que las enfoca de otra manera, sin implicaciones “vitales” ni “necesidades” sobreañadidas: la ciencia investiga el origen del universo, sí, pero sin connotaciones trascendentales.

Dígase lo mismo del origen del hombre, de la conciencia, de la “consciencia” como conciencia de sí mismo y de su propia actividad, de los supuestos relacionados con eso que han dado en llamar "alma", de la culpa, del sentido de la vida, de las normas de conducta, etc.

Unos tacharán ciertas respuestas científicas de materialistas... Cuestión de nombres, pero ¿por qué no, si a ello conduce la investigación? A fin de cuentas lo que somos es por nuestro cerebro y éste son neuronas, sinapsis y, a fin de cuentas, descargas hormonales o procesos biológicos.

La ciencia ya sabe las respuestas de la religión y también sabe que son “de otra esfera” que no es la del conocimiento humano.

Por eso no contiende con la religión. Por eso muchos científicos afirman que la ciencia no cuestiona los principios religiosos. Por eso muchos científicos son creyentes. Es que, por decirlo vulgarmente, simplemente pasa de largo.

Pero sucede que muchas preguntas y muchas respuestas o bien se solapan o bien son excluyentes: o lo uno o lo otro, o la deducción científica o la elucubración religiosa. Y es ahí donde se sitúa la elección del que piensa. ¿No será que este hombre, pecador empedernido y cegado por el sexo, tuvo una infancia traumática, una educación sesgada y una relación parental perturbada? Und so weiter, que dicen los alemanes.

Pero, cosa chocante, es la religión la que babea siguiendo los pasos de la ciencia para ver las migajas o resquicios que ésta deja y poder olisquear subterfugios. Antes aprovechaba los miedos "naturales". Hoy, los miedos "interiores". Y los mundos creados en el pasado los repuebla con nuevas hornadas de crédulos menesterosos de alivio existencial.
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