Organización y vida religiosa en la provincia de Burgos (3)

El cristianismo de la Península Ibérica siguió los pasos de la conquista romana. Dando de lado leyendas piadosas que les hacen estar presentes en España a los apóstoles Santiago o Pablo, según parece los primeros cristianos surgieron en comunidades judías establecidas aquí mucho antes de que apareciera el cristianismo.

Los testimonios más antiguos de la presencia del cristianismo en Hispania son los de Ireneo de Lyon, Tertuliano y la Carta LXVII de San Cipriano, obispo de Cartago (254, en plena persecución de Decio)  (Internet)

También según parece, el inicio del cristianismo en España fue fruto de la predicación en la Bética de “misioneros” enviados o huidos,  quizá a finales del siglo I y II. Sin mucho fundamento, se citan los siete varones apostólicos enviados por San Pedro. Lógicamente encontraron la oposición tanto de los judíos como de quienes practicaban religiones de iberos, celtas o romanos. También se dice que el cristianismo fue difundido por soldados cristianos de la Legio VII Gémina, con influjo importante de las comunidades cristianas del Norte de África.

Es un hecho que con los primeros reyes visigodos la religión cristiana dominante seguía la doctrina de Arrio (c. 254-336), de lo que se deduce que, o bien los invasores ya traían la fe arriana o bien hubo predicadores arrianos a finales del siglo III. Y el pueblo seguía aquello de “cuius regio, eius religio”: el pueblo acataba la religión de sus reyes.

El último cuarto del siglo  VI fue una época convulsa en exceso, donde la religión fue el caldo de cultivo de rebeliones políticas. Fue rey entre 568 y 585 Leovigildo, arriano. De sus dos hijos, Hermenegildo adoptó la causa “católica” por influjo del obispo Isidoro. Recaredo, a la expectativa, se mantenía en el arrianismo. Hermenegildo, después de su rebelión y triunfo en la Bética, terminó sus días en Tarragona, preso y muerto...  y santificado.

Todo cambió con el advenimiento al trono y la conversión de Recaredo, que reinó entre los años 586 y 601. En el año 589 y en el III Concilio de Toledo, presentes nada menos que setenta y dos obispos, Recaredo, ya previamente bautizado en la “verdadera” fe trinitaria,  impuso la religión “católica”, la universalmente aceptada. No fue fácil tal “revolución”, porque los arrianos provocaron numerosas revueltas. A partir de este desenlace, imperó la unión entre la fe de los visigodos, arrianos en un principio,  y la de los hispano romanos, católicos.

Mucho nos hemos alargado en disquisiciones sobre la implantación del cristianismo ortodoxo, pero ¿dónde queda la instauración del cristianismo en Burgos, tan alejada de la Bética o de Toledo? Lo primero que habría que dilucidar es cuándo Burgos llegó a existir como ciudad. De restos encontrados del Neolítico, Calcolítico, Edad del Bronce y Primera Edad del Hierro cerca del castillo, se deducen meramente asentamientos. De la época romana, apenas, dicen, una “mansio” (más o menos, parador o venta para descanso de viajeros y sustitución de recuas) en la Vía Aquitana un tanto alejada del núcleo actual. Lo único cierto es la fundación de la ciudad en 884 por Diego Porcelos, porque de ello queda sobrada documentación.

O sea, que la religión cristiana en Burgos no pasaba de ser la creencia personal, o no, de aquellos pocos que se instalaron en dichos lugares, sin organización alguna ni asentamiento estable.

La historia posterior, también harto conocida, deriva de la fundación de Burgos al amparo de un incipiente castillo y, en el aspecto de organización religiosa, de la destrucción en una aceifa musulmana de la diócesis de Oca y su traslado primero a Gamonal y Sasamón para definitivamente radicarse en Burgos. Como toda ciudad que se preciara, necesitaba un templo, primero románico, luego derruido para, en consonancia con el poder económico de la ciudad, erigir la actual Catedral en el siglo XIII. Hace unos meses se celebró el octocentésimo aniversario de la colocación de la primera piedra, en tiempos del rey Fernando III.

Como dato anecdótico, cito los pueblos, iglesias y monasterios que constan en el documento por el que el rey  Sancho II asignó como feudatarios para la construcción de la catedral de Burgos, a los que hay que añadir las suculentas donaciones particulares del rey y determinados nobles:

San Pedro de Berlanga en Tordómar; San Quirce en Revilla del Campo; Villariezo; Villagonzalo Pedernales; Isar; Tardajos; Villagonzalo Arenas; Revilla, unbarrio de Burgos; Atapuerca; Barrioeras, barrio de Burgos; Quintanadueñas; Requejo; Espinosa, aldea desaparecida; Cótar, en Villafría; Modúbar; Villalvilla; Alcocero; Muñó que es Villavieja de Muñó; Arenillas de Muñó; Mazuelo; Medinilla; Pedrosa de Muñó; Vallagutiérrez, junto a Estépar; Granja almacén de Pampliega Castrojeriz; Revilla Vallejera; Villajos, junto a Castro; Mazorrero; Agustinas de Villadiego, monjas. Villanuño, cerca de Villadiego; San Andrés de Vallejera, mon.  Villigero [despoblado en 1667]; Ornillos; Barbadillo; Canicosa; Valpuesta; Villambrosa; Podanzares, junto a  Arías; Santorcaz, ermita; Santa Coloma de Tobalina; Monasterio de Losa; Muslera; Ermitas de Campo junto al Ebro; Villasandino; Villasandino; San Martín de Ábalos; Iglesias de Lerma; Quintana de Balbás; Santa Eugenia de Aguilar; San Martín de Ábalos; Santa Eugenia de Aguilar; Ventosa, parroquia de Miranda;  San Martín de Oyuelo, junto a Pancorvo;  monasterio de San Facundo; San Fausto de Teviño. Monasterios y divisiones en los siguientes términos o villas:Salazar de Amaya;  Ordejón; Arreba; Bricia; Suano; Prado cerca de Ramales; Ceniceros de Rudrón; Panizares, a orillas del Ebro; Toves; San Quirce de Riopisuerga; Lara.

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