1672 Pedir perdón por el pasado.
| Pablo Heras Alonso.
Cuando el mandatario mejicano exigió que España pidiera perdón por la conquista, algo que no pasa de ser un anacronismo propio de un patán intelectual, se me ocurrió contestarle: “Cuando Roma o Italia entera pidan perdón por la conquista de Hispania, podremos hablar”.
Alguien, creo que fue Voltaire, haciendo números, ha dicho que las víctimas producidas por la religión, de forma directa o indirecta, por guerras religiosas o por la represión y la alianza con el poder, superan en número a las mayores masacres provocadas por conflictos estrictamente políticos sin estar implicada en modo alguno la religión.
Aunque así no sea, da igual. El hecho es cierto en un porcentaje muy alto. ¿Han sido las iglesias, las confesiones religiosas, los credos en general capaces de digerir tan espeluznante verdad? Quizá sí, pero no deja de ser una secuela inevitable de su inserción temporal y de la necesaria defensa de la fe. No es posible volver al pasado.
La Iglesia es eterna. Lavar el pasado cuesta poco, basta con una petición de perdón a los quinientos o seiscientos años, ya que el tiempo no cuenta en la eternidad. Una forma sutil de asumir la historia saliéndose de ella; en términos científicos, un anacronismo positivo; en términos piadosos, una asunción de responsabilidad ante Dios, que también es eterno.
En cambio para la historia, para los contemporáneos, una engañifa escarnecedora. ¡Qué bien queda pedir perdón, a veces sea por lo que sea y sin que nadie lo pida! Hemos asistido a demandas de perdón de los "errores" pasados. No de todos, que sería escandaloso, sino sólo de los errores asépticamente científicos.
¡Cómo engañan a personas de buena fe los lamentos insustanciales de prestes compungidos, sobre todo si van vestidos de blanco! Se olvidan de lo que predican: el ejercicio del perdón presupone otras cuatro condiciones. No cumplen las unas porque no les interesa –examen de toda las verdades históricas--; las otras por ser imposible de cumplir –restitución--. Y no sirve de nada porque, además, piden perdón desde un concepto del "más allá" que choca con intereses del "más acá".
Añadamos algo más: ¿a quién piden perdón? ¿A quién van a devolver la vida? ¿A quién van a restituir las haciendas incautadas? ¿Qué familia volverá al estado de bienestar que tenía antes de que se cruzara en su vida un innominado clérigo fanático?
Del mismo modo que se pide perdón, la sociedad puede concederlo. Todo son palabras volátiles que no afectan a nadie. La enseñanza del pasado atrabiliario es que impere la justicia en actos criminales del presente más cercano.