Pensar libremente para obrar en consecuencia.

Hasta el que creemos más torpe es capaz de emitir juicios de valor, hacer crítica sensata de lo que sucede, proponer soluciones..., es decir, es capaz de pensar, si tiene oportunidad, si le dejan o le incitan. Eso creo, aunque quizá me equivoque en consonancia con afirmaciones en contrario de otros días

Ahora bien, para pensar se necesitan ciertas condiciones: tener ánimo para ello, estar dispuesto a aceptar las ideas del contrario y, como presupuesto, sentirse libre de juicios preconcebidos, concebidos o recibidos.

El que tiene como norte estas ideas, obrará en consecuencia:

 entre edificar una escuela o una iglesia, la elección es indudable, edificará una escuela o transformará la iglesia en escuela;

 si hay que hacer algo, ni somete sus decisiones a ruegos y meditaciones mediadoras ni se distrae con plegarias previas: sigue su juicio ponderado;

 su cultura tiende hacia la vida: recuerda, sí, a los que murieron, sus méritos, su legado, sus enseñanzas, su cariño, pero no vive encaminado hacia la muerte pensando que ella sea el inicio de una nueva vida ni rememora con ritos o plegarias a los muertos;

 lucha contra la enfermedad, no la acepta ni menos se le ocurre decir, al que sufre, “Dios así lo ha querido”, ofensivo para su dignidad;

 busca erradicar la pobreza como si de una lacra social se tratara, no la admite ni menos la ensalza y la acepta como buena;

 es amante de la paz a ultranza y rechaza todas las guerras, más si son por motivos “idealistas”, como las promovidas por la religión;

 busca el entendimiento entre todos los hombres, la unión, la igualdad, la plena realización del ser humano;

 en fin, pretende una ética universal fundamentada en la dignidad de la persona, en ser parte integrante de la naturaleza; una ética social, igual, racional y libre, no una moralidad que sujete al hombre a preceptos irracionales o principios fundamentados en creencias no racionales.
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