Reflexiones seglares relacionadas con creencias seculares: Corpus.

Con significados distintos, seglar y secular tienen el mismo origen etimológico, "saeculum", aunque "seglar" se refiera a lo que no es religioso, el mundo, "este siglo", "el siglo", y "secular" a lo que se mantiene durante centurias.

Hoy celebra la Iglesia una de sus fiestas más señeras, el "Corpus Christi", así, dicho en latín... que queda mejor, porque eso de "el Cuerpo de Cristo" puede resultar un tanto banal o castizo incluso.

Entre los elementos que rodean o revisten el mito, está el lenguaje, cuanto más arcano y esotérico mejor. El lenguaje religioso siempre ha tenido su cauce expresivo propio, arcano, sí, en contenido pero también en continente. Hoy es el latín; antaño fue el griego y anteriormente el sánscrito.

Se nos amontonan las ideas y, dado que hoy venimos a algo más que andar por la Calle Mayor, hoy colonizada por una procesión sacro-festiva, surge de modo natural la pregunta siguiente: "¿Qué pinta una procesión del Corpus en una ciudad cuya inmensa mayoría de ciudadanos ya no comulga?"

O la reflexión siguiente: ¿Qué pretende la Iglesia sacando a pasear sus lábaros? ¿Imponer una verdad? ¿Hacer ver la fuerza que todavía tiene en España? ¿Salir del agujero social?

Otra idea que surge de manera congrua y que no se ha de tomar como ofensa a creencia alguna, a creencias en presencias reales, sino como simple contraste de pareceres: despójese tal procesión lo que no es lo esencial, de pétalos de flores y calles alfombradas; de mantos, peinetas y toquillas; de relicarios, pedestales, viriles y custodias de Arfe; de cofradías; de cánticos, bailes y sermones... y lleguemos a la esencia de lo que se presenta a la devoción de la plebe. ¿Qué se exhibe? Ni más ni menos que una minúscula pieza de panadería de forma circular, blanquecina, con un diámetro de cuatro y ocho ctms. que algunos afirman y veneran como continente de otra cosa, el Corpus Christi.

Pero la inmensa mayoría de la gente no cree eso. A decir verdad, ni se para a pensar en eso. Caso de hacerlo, diría que no, que ahí no hay nada de nada. Todo lo más un símbolo o un recuerdo. ¿Presencia real?

¿Y qué debiera pensar el que sí cree en tal presencia de aquellos que, después de ahondar en el quid del asunto, llegan a la conclusión de que ahí lo único que hay es harina prensada? (Novedosa recreación de "el rey va desnudo")¿Qué puede pensar de tal parafernalia? ¿Qué puede decir de la ocupación de las calles por una reata de personas emperifolladas tras un trozo de harina exhibido en suntuosos relicarios?

Pues ni más ni menos que dirigir su pensamiento al "sentido del ridículo", superado ampliamente por la masa que corteja el pabellón sacro. Y sigue ahondando y no puede por menos de decir: ¿Será posible que una sociedad saque a pasear un trozo de harina prensada? ¿Es posible que se presten a ello las autoridades que nos representan?

Y el encontronazo entre dos sociedades está servido: uno no puede admitir que quienes son autoridades civiles o representantes políticos, se presten a la veneración de algo ridículo.

Puestos a rozar el sarcasmo, alguien del gremio de zapateros podría tener la peregrina idea de sacar a pasear una sandalia de niño, embutida en un sublime relicario, sobre una carroza estilo Cenicienta, venerándola como icono festivo o amuleto de productividad, con la diferencia de que los pupilos de la fe defienden nada menos que una presencia real y afirmando que "eso" ya no es harina...

Pero mejor dar de lado pensamientos incomprensibles para la mayoría social pero inadmisibles por la parte que afecta a crédulos convictos: ¡no ofendan!, dirán. Retomando el discurso inicial, vemos cómo el mismo Catecismo de la Iglesia Católica se mueve en un terreno ambiguo, pues el grosero contenido dogmático de la fiesta del Corpus (léanse los textos escritos por Tomás de Aquino) queda atenuado por las explicaciones del CIC que hacen mayor hincapié en el "haced esto en memoria mía". ¿Cercanía al Protestantismo? Quizá.

Frente a la claridad del CIC Nº 1333 --"...por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo"..."Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo..."-- se insiste durante varios números en el "Haced esto en memoria mía" (1341 y ss.)

Pero una y otra consideración suenan a vacío, a algo ajeno a la realidad, separado de la vida corriente, indigesto para cualquier mente normal. La cantidad de escritos, tratados, apologías, sermones, invocaciones, plegarias, meditaciones... sobre la Eucaristía es tan inmensa que quizá lo que quiera decir es sólo esto: "Ya sé que dudas, que no lo crees, pero te vamos a convencer". O quizá un modo más de auto convicción.

Pensando que la Eucaristía es para los creyente y crédulos fuente y cima de la vida cristiana –el trozo de pan y el chorro de vino, tras la consagración, sólo son apariencia, accidentes, porque se han convertido en otra sustancia, el cuerpo y la sangre de Cristo--, quien niegue tal aseveración automáticamente se convierte en hereje, reo de una herejía ante la cual las demás son "peccata minuta".

Si alguien puede alejarse un tanto de la propia creencia, medite con criterio de "sentido común" las palabras siguientes:

La fuerza de las palabras y de la acción de Cristo y el poder del Espíritu Santo hacen sacramentalmente presentes bajo las especies de pan y de vino, su Cuerpo y su Sangre... En el santísimo sacramento de la Eucaristía están contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo y, por consiguiente, Cristo entero.


Sí, las palabras se entienden, pero los conceptos son inadmisibles. Con la hostia, el creyente se traga una inmensa rueda de molino. Si se pudiera hablar de herejías de lesa humanidad, ésta sería una de las más grandes, un atentado contra la capacidad racional del hombre y un insulto a la razón.

Y si de creer se trata, el que llega a creer esto, tiene capacidad sobrada para engullir cualquier cosa. Aplicado a la vida política, sería perfectamente creíble que la presencia de la Sagrada Hostia en un debate del Consejo de Seguridad de la ONU o del Parlamento Europeo pondría fin a todas las guerras, a la hambruna africana, al capitalismo salvaje, al desfondamiento bancario, a la inutilidad de los políticos... ¿Probamos?
Volver arriba