¿Todo Santo, Todos Santos o Todos los Santos? (2)

por "EMÉRITOAGUSTO"


Inicialmente a los santos se les llamó mártires, o sea, “testigos” del evangelio. Posteriormente, se empezó a elevar al honor de los altares (expresión piramidal, seductora) a personas “destacadas” en algún campo eclesial: obispos, teólogos, anacoretas, religiosos, místicos, papas... (aunque su vida no se “ajustara perfectamente” al mensaje evangélico). Incluso la piedad popular “imaginó” santos históricamente inexistentes. (Un dato: Pablo VI, después del Concilio Vaticano II, “borró” del santoral a un buen número de “canonizados” [1]. Por algo sería).

Luego, la “elevación al honor de los altares” de ciertos “santos” pasó de ser un “modelo de vida auténticamente evangélica” a constituir distinción, prestigio, ostentación...; honor al que sólo se accedía si terciaban influencias, dinero, poder... y, a veces, política.

Para salvar posibles fraudes o prevaricaciones, se estableció la obligación de llegar a demostrar la “heroicidad de las virtudes cristianas” del candidato, avalada por milagros (¿?).

O sea, que ser “santo” es algo así como tener que demostrar la ancestral “limpieza de sangre por los cuatro costados”. Por eso, en todo proceso de canonización debe existir el llamado “abogado del diablo”, figura no tan siniestra como su nombre puede indicar. Su misión consiste en “hacer oposición”; investigar y evidenciar aspectos negativos que pongan en duda razonable la “heroicidad de las virtudes” del aspirante.
(Otra curiosidad: el “abogado del diablo” fue suprimido en el proceso de san monseñor Escrivá de Balaguer. ¿Por qué sería?)


¡Heroicidad!. Héroes han existido siempre. Estos personajes homéricamente sobrehumanos vienen a ser como arquetipos, paradigmas del comportamiento y la conducta de los creyentes.

Pero aquí radica la mixtificación. Por ejemplo: Simón el autista o el estilita (el “estilista” diría yo porque creó un “estilo de vida”: vida eremítica, luego monacato); ¿a quién le podrá servir como modelo esta aleación de hombre-araña y hurón? Sólo a los misóginos.

¿Y los papas, y los fundadores de órdenes y congregaciones religiosas, y los reyes, y los “mártires de la cruzada española”...? ¿No somos la mayoría de los mortales amas de casa, currantes, parados o jubilados?...

Bueno, alguien dirá que ya tenemos nuestros “modelos” en los “patronos” de cada actividad. Otra qué tal. ¿Quién será el patrono de los “informáticos” por relación directa con la asunto? Y de los músicos, ¿no cuadraría mejor, por asimilación, santa “Tecla” que santa Cecilia, que no conoció un órgano ni por asomo? Bueno, y así muchos más...

En definitiva. Está claro que la Iglesia romana “clasifica” y “cataloga” a sus bautizados (¿ante Dios no son-somos todos iguales?): a unos les concede algo así como el premio Nobel o la medalla olímpica según categorías, la santidad. (No sé si por méritos propios o por “honoris causa”). Otros (no se sabe si “santos”, ¿144.000?) van al cielo; otros muchos, al infierno; la mayor parte pasa por el purgatorio; y un número indefinido, al limbo (¡ah! que ya no, que ahora han abierto un nuevo “tramo” de autopista hacia el cielo...)

¿Y esta segregación con qué criterio se realiza, y a “santo de qué”? ¡Ah! Eso es un misterio insondable, inescrutable. Secreto de Estado del santísimo clan trinitario... y de su santo vicario en la tierra.

Decía Unamuno que todos llevamos dentro el “infierno”, que es la “hipocresía”...

Y como atañe al tema, yo acabo en un “santiamén”. Y digo que no sé por qué tanto empeño en ser santo. Si en el cielo (según la doctrina católica) ya no puede entrar nadie más: ¡¡están los “justos”!!


[1] El 10 de mayo de 1969 Pablo VI excluyó del santoral a 33 "santos". Entre los 33 excluídos tomen nota de que no existieron nunca Santa Bárbara, San Valentín, San Jorge y San Cristóbal.
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