¿Cómo acceder a Dios?

¿Qué es antes, ser bueno para ser merecedor de la gracia divina o esperar a recibir dicha gracia para hacernos buenos? ¿Basta, como fuerza inercial primera, tener fe, creer en que "Dios obrará"?
Si el acceso a Dios lleva a ser luego mejor, lo mismo da obrar bien una vez, la primera, que seguir obrando bien después, no se necesitará a Dios; si, por el contrario, lo verdadero es lo segundo, que la gracia de Dios actúe, ¿dónde quedan la voluntad y la libertad, elementos sustanciales en el ser personal?
No ha de olvidarse que la libertad es el origen necesario del pecado y del mal.
Por otra parte, ¿qué sucede con todos aquellos que no apuestan por Dios? ¿Forzará Dios sus puertas para entrar, lo quieran o no? Si Dios es infinitamente bueno, ¿cómo va a dejar "a priori" faltos de alimento a tantos seres humanos que ni siquiera lo conocen?
Y por último, ¿que sentido sobrenatural tiene una organización con edificios, palacios, editoriales, redes y equipos informáticos... en algo que es tan personal y espiritual como la relación del individuo con "su creador"?
Sí, ya sé que los teólogos se han devanado los sesos para disolver los nudos gordianos que les atan y desentrañar estos asuntos, pero sigo sin tener la respuesta, no me convencen sus explicaciones.
En el fondo de todo, un círculo vicioso más: para acceder a Dios hay que ser buenos o al menos tener la intención de serlo, pero en realidad sólo somos buenos si Dios dispensa su gracia, porque nada podemos con nuestras fuerzas.
La gracia, como su nombre indica, es "gratis", pero para recibirla tengo que disponer adecuadamente el receptáculo, es decir, tengo que ejercitar la voluntad.
Y, de paso, algunas veces "ayudar a la Iglesia en sus necesidades