Los apellidos marcan.


No de forma determinante, desde luego, pero en muchos casos sí.

Hay un lugar cerca de Burgos, dirección Valladolid por la antigua carretera que roza el monasterio de las Huelgas, donde yo me surto de plantones, herbicida, semillas y cosas relacionadas con el cultivo hortofrutícola. ¿Cómo creen Uds. que se puede llamar? Ni más ni menos que Jacinto Flores e Hijos S.L.

En el dispensario de salud al que antes acudía por aquello de limpiar o reparar conductos, vasos, piezas y funciones… al pasar por la consulta de Ginecología –sólo al pasar, que no es mi caso— me fijaba en la placa colocada en el lateral de la puerta: Doctor Guarro.

Y lo que es peor de todo, un día que por necesidad de lo que fuera, que no por padecer síndrome alguno, tuve que acudir al psiquiatra casi lanzo la carcajada cuando leí su apellido: I. Mearin. Por asociación de ideas musicales, me acordé de aquel Catch anónimo que comienza "The night he was wedded", siendo el nombre del marido Inigo Jones (en inglés no hay "ñ", por lo que eso de "in I go"...).

He puesto tres casos conocidos personalmente, pero con seguridad muchos podrán aportar referencias similares. O si no, acudimos a Internet, que todo lo proporciona.

El apellido no lo puede elegir uno, aunque según parece se puede cambiar. Yo lo haría en el caso de apellidarme Ciscar y más si tuviera un cargo público. El nombre, que también puede incidir en la existencia futura, quizá también se pueda cambiar, en la práctica es así. Hoy las Rosario se llaman Charo, las Concepción Conchi y las Dolores Lola.

Hay padres que jocosamente juegan con este tinglado nominal: ¡mira que poner a la recién nacida Dolores cuando se va a apellidar Fuertes!

Si eso es en cierto modo cierto, que tanto nombres como sobre todo apellidos marcan el destino, ¿no deberían estar preocupados los padres por el porvenir de sus hijos al registrarlos con el nombre de León o, caso último de pelea legal, Lobo? No digo nada respecto a este último, porque el afamado Alonso Lobo --Alonso, nombre-- destaca en la historia de la música por el sublime "Versa est in luctum", motete que compuso a la muerte de Felipe II. Inigualable.

No quería hablar de este asunto, pero me lo ha sugerido la intervención de una ilustre señoría, que por lo mismo debe ser “excelentísimo señor”, orador inigualable del Congreso de los Diputados: su apellido es RUFIÁN. ¡Mira que dedicarse a la política y no a la noble profesión de los trileros!

¿O tiempo al tiempo?
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