Entre dos cosas a creer, la persona normal se queda con la más verosímil (1/3)

Admito y admiro --¿y quién no?-- el lenguaje moral de Pablo de Tarso y del Jesús de los Evangelios. Con decir esto, podría bastar. Y ambos escritos serían el legado de los siglos pasados, caminando por la misma senda que Epicteto, Sócrates o Séneca.

Pero no es éste el "quid" de la cuestión a la hora de someter a juicio por "lesa humanidad" a las religiones. No está ahí, en el lenguaje regenerador y moralista, el meollo de lo que llamamos "creencia". La creencia es lo que fundamenta la moralidad. Y viceversa, la moralidad es aquello con lo que intentan validar la creencia.

Está bien predicar "sed perfectos", pero no lo es tanto el motivo: "...como vuestro Padre celestial es perfecto". Porque lo primero está en el hombre, en su sociabilidad, en su ansia de perfección, en su deseo de verdad; lo segundo, que es el fundamento que esgrimen, no está en el hombre, es una creación del hombre, es una invención, es un mito mantenido. Creación del hombre que es indiferente creer o no creer para ser buena persona. Creación del hombre, además, a la que se adhiere una serie interminable de ritos. Creación del hombre que supone pingües beneficios para quienes la propalan y defienden, sin saber dónde termina la "propaganda fide" o el sostenimiento de la mamandurria y la sinecura.

Y ante eso, pensadores y no pensadores, deducen: ¿Pasa algo si no sigo sus preceptos dogmáticos o rituales?


Durante siglos la Iglesia Cristiana ha martilleado las conciencias (y hasta las ciencias) intentando "colar" eso de que Jesucristo, hijo de Dios, bajó del cielo, nació por obra y gracia del Espíritu Santo --un espíritu preñó a una virgen-- y murió por nuestra salvación, para redimirnos. Y si somos buenos, recibiremos en premio la vida eterna (porque ésta vida mortal y perecedera es una mierda). Bien, ésta es una "creencia". Se cree o no se cree y en tanto se cree tiene validez. Aunque rechine la inteligencia.

A partir de este mensaje, nace una moralidad: si JC murió por nosotros, debemos corresponder con buenas obras; si él hizo esto, nosotros tenemos que obrar igual con los demás; debemos tener buenos sentimientos; hemos de ser humildes y no creernos lo que no somos...
Repetimos y repetiremos que para ser buena persona no hace falta creer en esto o en aquello (entre otras cosas porque todo eso es algo "increíble").Es siempre el "paraqué" de la creencia: ¿para consolarme? ¿No sirven los consuelos humanos, familiares, de amigos...? ¿Pra ser mejor porque...?

Ya la gran mayoría de los estudiosos, sean independientes de la creencia o sean biblistas/teólogos de la misma, están de acuerdo en que o bien no se ha podido probar la historicidad de Jesús --los unos-- o importa poco a efectos de fe --los otros--. El asunto medular estriba en el "paraqué" del creer.

Pero todavía hay más: si nada se ha podido probar o importa poco que se pruebe o, sobre todo, hay versiones distintas de los asuntos en que se funda la fe cristiana --la existencia de Jesús la principal-- nos hemos de quedar, a la hora de creer "versiones posibles", con aquella que resulta más verosímil.

Este largo preludio viene a cuento de las posibles versiones sobre las causas de la MUERTE DE JESÚS, que fue crucificado.

La crucifixión era un tormento reservado a esclavos, sediciosos y conspiradores contra el Imperio, entre otros delitos. No se aplicaba a ciudadanos libres. Y, más todavía, a nadie aplicaban un tormento tal si no era por causas muy claras y justificadas. Los romanos eran crueles, cierto es. Pero también "legales" ("no encuentra culpa en este hombre", junto a "a nosotros no nos es permitido matar a nadie"). Si el delito no era claro, no llegaban a ese extremo de condena. Resulta patético leer eso de que Pilato, por complacer a la turba, les entregó a Jesús para que lo crucificaran. Eso no se lo cree nadie.

Jesús fue detenido y acusado de muchas cosas ante Anás, Caifás y Herodes. Nada de esto lo tuvo en cuenta Pilato, que era quien decidía sobre vida o muerte ("no he hallado nada en él que merezca la muerte", "conocía que los Sumos Sacerdotes lo habían entregado por envidia", "soy inocente de la sangre de este justo"). Ante Pilato la acusación ya fue distinta: sedición ("Si sueltas a ése, no eres adicto al César: todo el que se hace rey, se rebela contra el César").

Los mismos judíos --y el mismo relato del Evangelio-- dan verosimilitud al motivo de la muerte: sedición contra el Imperio.

Y aquí está el quid del asunto: ¿qué es más creíble, decir que murió por nuestra salvación o pensar que Pilato --a fin de cuentas un representante del César y de la Ley-- lo condenó a "tal" muerte por sedición, por alzarse contra el imperio, por afirmar que era "rey"?

Y si fue por esto, ¿cómo no deducir que "realmente" había habido conspiración?

Propongo la lectura desapasionada de un fragmento del libro Jesús, el galileo armadoEdaf.2007.13€ del profesor José Montserrat Torrents, que aportaré mañana. Es "la otra versión" creíble sobre este asunto.

O, por decirlo de otro modo: entre la versión teológica de Benedicto XVI y la historicista del profesor Montserrat, mi inteligencia se queda con esta última. Cuestión de creer a uno o a otro.
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