Entre dos cosas a creer, la persona normal cree la más verosímil (3/3)



Los más literariamente sublimes tratados sobre la fe, los tratados místicos y ascéticos, siempre lo han dicho: la fe es una lucha continua. ¿Lucha?

Aquí lo venimos diciendo desde que nacimos: una verdad se impone por ella misma, porque es verdad. En cambio la creencia se impone porque "la" imponen. Son otras instancias, desde las más burdas (la cruz de la espada) hasta las más sibilinas (la catequesis).

Y aún así, instalada la fe en la facultad racional del hombre, su inteligencia (capacidad de pensar) y su conocimiento (su ejercicio y su acervo) no dejan de rebelarse una y otra vez. ¿Por qué, si el asunto a creer es "una verdad"? Pues porque no lo es.

De ahí la duda. Y de ahí que esa "verdad" de que Dios vino a la tierra por salvarnos no se haya impuesto en todo el mundo en dos mil años de vigencia. Y de que hoy sólo un séptimo de la humanidad la acepte. Y que precisamente sean masas sin educación el grueso de los que la crean (de creer) siguiendo a un reducido grupo de "sacerdotes" que la crean (de crear). Y de que cada vez sean más los desafectos, cuando la educación se va imponiendo. ¿No es una verdad? ¿No debería ser al revés?¡Ay, qué mal anda la "propaganda fide" (Ministerio de Propagación de la Fe, no de Propaganda)?


AGONÍA CONTRA LA RAZÓN.-La lucha, el intento de someter a la razón --a fin de cuentas un atentado contra uno mismo-- es una “agonía” continua (agon = lucha) en los creyentes, especialmente en los creyentes “consagrados” y sobre todo en los más "concienciados" de sí y de su capacidad racional. Perciben que la razón no se deja atrapar y escapa una y otra vez por entre las rejas carcelarias de la creencia. Aún así, parecen primar otros factores: no en vano la mayor gloria de un creyente es sentirse “soldado” de Cristo, no “pensador” de Cristo ni siquiera “teólogo” de Cristo.

Es el tercer grado de la obediencia ignaciana (1). O, en otro orden de cosas, donde la actitud y el aspecto emotivo priman, es la proliferación de congregaciones religiosas –sectas— nacidas en torno al misticismo “cardíaco”.

SOMETER LA RAZÓN.- ¿Qué es fe, qué es creer? Por más que digan que la fe "es otra cosa", que no es conocimiento, que es vivencia, hasta el más acendrado creyente ha de admitir que la fe también implica conocimiento: hay que creer “en algo”, algo que constituye el elemento racional de la creencia.

Pero la creencia ha de ser sometimiento de la razón y aquí es donde el conflicto adquiere, en algunos que creen (a veces dicen "pero no en eso"), tintes hasta burlescos: “Sí, yo creo, pero por ahí no paso” (confesión, determinados cultos a la virgen, infalibilidad del papa, culto a los muertos, algún mandamiento de la Iglesia, indulgencias, poder temporal de los papas, etc. etc.).

Son los equilibrios del filósofo por seguir viviendo, aún en el sentido más estomacal de la palabra:

Es el corazón quien siente a Dios, no la razón. Esto es la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón... Todo nuestro razonamiento se reduce a ceder al sentimiento... Sería preciso tener a mano una regla; la razón la ofrece, pero ella es dócil en todos sentidos, y así es como nada.


¡Si Pascal lo dice...! ¡Es una autoridad! Pero me da la sensación de que esto es una herejía que no ha sido admitida todavía a trámite en el filtro inquisitorial.

______
(1)El primero consiste en la ejecución de lo que es mandado, y no merece el nombre por no llegar al valor desta virtud si no se sube al segundo de hacer suya la voluntad del Superior; en manera que no solamente haya ejecución en el efecto, pero conformidad en el afecto con un mismo querer y no querer...Pero quien pretenda hacer entera y perfecta oblación de si mesmo, ultra de la voluntad, es menester que ofrezca el entendimiento, que es otro grado, y supremo, de obediencia... subjetando el propio juicio al suyo, en cuanto la devota voluntad puede inclinar el entendimiento... Todo obediente verdadero debe inclinarse a sentir lo que su Superior siente.
Volver arriba