¿En contra o al margen? ¿descristianización o separación? – 5

Inicios de la Ilustración. Son cristianos y socavan el cristianismo.

Y son y se consideran a sí mismos, cristianos. Son cristianos bienintencionados los que inician un feroz asalto contra la fe que había dormitado plácidamente durante el siglo del clasicismo, el XVII. Un embestida a la par religiosa e intelectual, un ataque que impregna el arte y la política.

En lo fundamental, los intelectuales ilustrados pretenden la autonomía del pensamiento y de la moral frente a lo que representa la Iglesia de Cristo. Pensamiento heredado del protestantismo e inoculado en las venas del catolicismo. Si bien, lo que decimos, que las masas se encontraban ayunas del pensamiento que se cocía en las alturas intelectuales, sin embargo poco a poco el virus de la contestación iba calando en amplios sectores de la sociedad, especialmente entre la burguesía.

Tres líneas de pensamiento impregnan sus postulados:  para desentrañar y transformar la realidad, la única vía es la explicación racional de la misma; en segundo lugar, no se puede mantener como criterio válido la supuesta maestra de la vida, la tradición: ésta sólo se nutre de pereza e inmovilismo tanto intelectual como académico o científico; por último, el camino para logar cambios sociales no es la revolución, que siempre arruina el progreso de las letras, las artes y las ciencias: hay otro más lento, pero más eficaz, la instrucción y educación generalizada.

Citamos a los principales pensadores que tanto influyeron en el pensamiento europeo y por lo tanto mundial del siglo XVIII. Todos beben del filósofo René Descartes (1596-1650), que ya en el siglo anterior lanzó al viento los dardos de la rebelión intelectual y de la duda absoluta. El panteísta y judío expulsado de su comunidad, Benito Espinosa (Baruk Spinoza, 1632-1677), heredero del pensamiento de Descartes; Nicolás Malebranche (1638-1715), sacerdote y miembro del Oratorio de San Felipe Neri; John Locke (1632-1704), médico y filósofo, padre del empirismo inglés; el “optimista” Godofredo Leibniz (1646-1716), para muchos el más grande pensador y científico de esa época, ensalzado por Diderot y denostado por Voltaire; Pierre Bayle (1647-1706), de padres hugonotes, protestante él, católico después y finalmente calvinista, el más crítico con las doctrinas católicas tradicionales.  

Hay quienes niegan que hubiera verdadera “ilustración” en España, dado el férreo control de las ideas tanto por parte de la corona como por parte de la Iglesia (Santo Oficio), con el añadido del fanatismo religioso imperante en la sociedad. Incluso se recurrió al ridículo para denigrar a pretendidos ilustrados como Gregorio Mayans (P. Isla, Fray Gerundio de Campazas). Aparte del citado y de la gran figura del benedictino Benito J. Feijóo (1676-1764), convencido feminista, sólo podemos considerar como verdaderos ilustrados a los políticos reformistas.

Prefiero que sea Paul Hazard el que dé razón del espíritu de esta época con estos ilustrativos párrafos extractados del libro La crisis de la conciencia europea (1680-1715):

«Los asaltantes triunfaban poco a poco. La herejía no era ya solitaria y oculta; ganaba discípulos, se volvía insolente y jactanciosa. La razón no era ya una cordura equilibrada, sino una audacia crítica. Las nociones más comúnmente aceptadas, la del consentimiento universal que probaba a Dios, la de los milagros, se ponían en duda. Se relegaba lo divino a cielos desconocidos e impenetrables; el hombre, y sólo el hombre, se convertía en la medida de todas las cosas; era por sí mismo su razón de ser y su fin. Bastante tiempo habían tenido en sus manos el poder los pastores de los pueblos; habían prometido hacer reinar en la tierra la bondad, la justicia, el amor fraternal; pero no habían cumplido su promesa, y por tanto, no tenían que hacer sino marcharse... Había que edificar una política sin derecho divino, una religión sin misterio, una moral sin dogmas...

«Se ha operado una crisis en la conciencia europea. Entre el Renacimiento, del que procede directamente, y la Revolución francesa, que prepara, no la hay más importante en la historia de las ideas. A una civilización fundada en la idea del deber, los deberes para con Dios, los deberes para con el príncipe, los nuevos filósofos han intentado sustituirla con una civilización fundada en la idea del derecho: los derechos de la conciencia individual, los derechos de la crítica, los derechos de la razón, los derechos del hombre y del ciudadano»

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