¿Qué pasa con el papa Francisco?

En su momento, cuando pronunció las primeras palabras desde el balcón vaticano, Francisco me cayó simpático, con otro estilo comunicativo popular y cercano, como dando a entender que pretendía hacerse querer y que entraban nuevos aires (los de Buenos Aires) en el Vaticano. No pasó de ahí mi interés por el papa argentino.
Alguien me preguntó en su momento qué me parecía el nuevo papa. Lógicamente, por no conocerle, no pude responder, aunque sí contesté que quizá se llegaría a aplicar a él lo que se dice de los argentinos: “cómprales por lo que valen y véndelos por lo que dicen que valen”.
El franciscano capuchino Thomas G. Weinandy envió el verano pasado una carta abierta al papa Francisco que se hizo pública a primeros de noviembre. Dura carta resumida en el título con que aparece en la Web de donde la tomo: “Con esta falsa misericordia se destruye la Iglesia”. Un papa destructivo que atenta contra los títulos que adornan a la Iglesia: una, santa, católica, apostólica y romana. En cada apartado vierte Weinandy lo que para él es una traición a la Iglesia de Cristo.
Es de suponer que la humildad del papa Francisco tomara cuenta de los duros términos en que se expresaba y aceptara lo que de verdad en ella se encierra (vaya eso de “humildad” con igual ironía con que aquí lo escribimos). No es lo mismo la opinión que aquí pudiéramos verter como la cuña que sale del mismo árbol, crecido en los entresijos eclesiales.
Weinandy no es un don nadie. Capuchino de 73 años, residente en Washington, es teólogo reconocido, profesor de varias universidades, entre ellas la de Oxford, miembro de la Comisión Teológica Internacional que asesora a la Congregación para la Doctrina de la Fe. De algunos cargos, como el de director ejecutivo de la Comisión Doctrinal de la C.E. de EE.UU., tuvo que dimitir a raíz de la carta de marras. Se puede consultar en Internet.
Otra carta abierta surgida de círculos ultra conservadores es la de la Sra. Randy Engel que acusa a Francisco de connivencia o permisividad respecto a la homosexualidad, pederastia y el lobby gay del vaticano. También algo interpretable.
Unas publicaciones llevan a otras. Mayor enjundia por la documentación que aporta es el libro de Marcantonio Colonna (pseudónimo) titulado “Il Papa dittatore”. Demasiados datos y demasiados detalles de su vida pasada y presente como para no darles credibilidad. No sale bien parado en su compulsión por ascender en la escala de Jacob que le ha llevado hasta la mayor dignidad de la Iglesia. Un gigante por el puesto que ocupa con los pies de barro por su personalidad tan contradictoria y tan urgida de notoriedad.
El primer capítulo se refiere a su elección, hablando de la mafia de “San Gallo”, la renuncia de Benedicto XVI y las maniobras y confabulaciones habidas en o antes del Cónclave. Repasa el libro su infancia, carente de afecto familiar que creó en él un personaje que desconoce la verdadera afectividad o que vive necesitado de ella.
Tampoco sale bien parado respecto a sus años de jesuita. No podemos entrar en detalles, todos documentados. Sí señalar el hecho de que hubo un informe muy negativo por parte de su superior general, Kolvenbach, cuando fue reclamado por el conservador arzobispo Quarracino como obispo auxiliar. Siguen luego sus años de arzobispado, con su controvertida actuación en la Argentina dictatorial hasta llegar al papado.
El autor se muestra sumamente crítico respecto a los pocos años transcurridos, donde todo está lleno de confusión e ineficacia. Habla de su ineficaz actitud ante el lobby gay vaticano (¡) o respecto a la pederastia; de los defenestrados por él en la Curia vaticana y eclesial; de la preocupación creciente de la Curia por la deriva doctrinal y praxiológica; de los panfletos que aparecen en Roma contra él; y, también con datos, de la creciente caída de asistentes a los actos de Francisco.
A este respecto, datos curiosos: en el año 2013 la media de asistencia en sus apariciones en la Plaza de San Pedro fue de unos 51.600. En 2014 alrededor de 28.000. En 2015, algo menos de 15.000. La estimación sobre 2016 ronda los 9.000. A este paso, en unos años le escucharán los guardias suizos y algún turista despistado. Sintomático.
Julio María Sanguinetti, que fuera presidente uruguayo y digno de cualquier Nobel de paz o de economía, bien señaló la deriva de Francisco cuando visitó los tres países americanos. Un papa que navega por no se sabe dónde, si aliado de ideas y personajes controvertidos o enemigo de lo que en este mundo produce riqueza. Sugiero la lectura del artículo que publicó en El País y que supone un tremendo varapalo contra el populachero Francisco.
No se cae de los labios de Francisco la preocupación por los pobres. A este respecto podríamos hablar de una Iglesia de ricos que se asoma por la ventana del autobús turístico de la fe y ve de lejos las chabolas que bordean la autopista. De nuevo la demagogia. Y de ahí los gestos de aprecio hacia figuras mundiales excesivamente controvertidas y puestas en entredicho.
El mundo es como es y está organizado como está. Francisco parece olvidar que los medios de producción crean riqueza. La cuestión es saber distribuirla para que los pobres también gocen de ella como está sucediendo en Occidente. Sin embargo Francisco parece comulgar con ideas izquierdistas trasnochadas y creadoras de pobreza. El pensamiento izquierdista lucha contra la desigualdad de manera destructiva, contra los ricos, contra los empresarios, contra los capitalistas aprovechados que esquilman al pueblo. Precisamente los que crean riqueza y puestos de trabajo.
Decimos que a Francisco no se le cae de los labios la palabra “los pobres”, pero no puede hacer nada por ellos más que vocear como el líder venezolano, éste creándolos. Desconoce que son los estados y los gobernantes los que encauzan o garantizan la política que crea riqueza.
De ahí que hable Sanguinetti sobre la importancia de que en cualquier país sea la clase media la capa social fundamental. La clase media es colchón contra revoluciones, se preocupa por su bienestar y trabaja por él, siendo fuente, de rechazo, de verdadera riqueza. Y de lo que se trata es de crear riqueza que también llegue a los pobres.
La caña o el pez. La caridad o la justicia. Quizá, también y frente a eso, a Francisco le satisfaga más el eco evangélico de que “los pobres los tendréis siempre entre vosotros”. Ergo... ¡debe haber pobres con quien practicar la caridad! Y por descontado pueda pensar que las clases medias –no digamos las altas— son egoístas y despreocupadas a las que hay que anatematizar.
Las voces críticas hacia la figura del nuevo papa no ahorran calificativos. Y no son personas descreídas. Todo lo contrario, son fervorosos practicantes la mayor parte de ellos, eso sí, casi todos anclados en la normas y doctrinas surgidas de Trento. ¡Pero son hoy casi la única fuente de vitalidad eclesial! Recojo algunas “observaciones”, por no decir denuestos, que algunos vierten en sus escritos.
Un papa de “complicada y contradictoria personalidad”; un papa que demuestra en muchas de sus intervenciones penuria de conocimientos; un papa de verborrea incontrolada; demuestra en todo momento incontinentes afanes de popularidad que le llevan a “notorios enfados cuando ve que no la consigue o que la pierde a ojos vistas”; un papa que ha demostrado, en la elección de personas de su entorno, que gusta de rodearse de personajes tan mediocres o más que él para que no nublen su halo...
¿Fuerte? Pues la fuente de donde las tomo sigue afirmando que es un papa que “no sabe bien ni el significado de palabras como enredo, proselitismo, Islam, Lutero… O lo sabe unos días sí y otros no”. A eso le conduce el “desmesurado afán de popularidad”, a querer contentar incluso a quienes siempre han sido los peores enemigos de la Iglesia. De ahí su eterna contradicción y no tener un criterio claro de actuación. Un papa, en fin, de “arenas movedizas”.
¿De dónde proceden tales invectivas que otros refutan con datos en contrario? Es evidente que no pueden comulgar con él quienes pretenden que la Iglesia sea como siempre ha sido, clara en las condenas, ritualista a ultranza, íntegra hasta llegar al integrismo y al fundamentalismo.
¿Creen quienes así se manifiestan que ésta sería la senda para la regeneración de la Iglesia? ¿Están convencidos de que así se detendría la fuga de fieles? Creemos que si el diagnóstico falla, la solución está vedada. Seguiremos mañana.