No podemos dejar todavía los Evangelios.

Monotema evangélico. Para poder decir que esto es lo que sabemos y con lo que nos manejamos. 

Es lo que tiene embeberse en asuntos que uno no puede dejar. Son las “curiosidades evangélicas”. Por ejemplo, los manuscritos que quedan, como los de la biblioteca Bodmar, que está en las afueras de Ginebra, en Cologny: tiene esa biblioteca el manuscrito más antiguo que se conserva de los Evangelios, en este caso, de San Juan. Es del siglo II d.c. También se encierran allí las copias más antiguas del evangelio apócrifo de Santiago.

No quedan originales de los evangelios, lo cual es comprensible por la calidad del material –papiro-- en que se escribió y el uso intensivo de los mismos, tanto para la predicación como para su copia. Tampoco existen las primeras copias. Lo que se conservan son copias de copias. Hay alrededor de 5.000 manuscritos, copias, realizados entre los años 200 y 1.500. Los primeros son papiros, unos 80 manuscritos.

Como es lógico suponer, entre unas copias y otras hay divergencias, que no tendrían importancia si no fuera porque en algunas hay supresiones o añadidos que posiblemente no existieran en los originales.

Dicen los entendidos que el evangelio más antiguo es el de Macos, entre otras cosas porque no consigna narraciones, hechos o discursos de Jesús que sí aparecen luego en Mateo y Lucas. A su vez, estos últimos copian determinados párrafos de Marcos. ¿Qué indica todo esto? Pues que tanto Mateo como Lucas tenían delante el texto de Marcos y otros textos anteriores a Marcos. Resulta que Mateo y Lucas coinciden en unos 200 puntos sin convivir uno al lado del otro, lo cual lleva a que tenían delante un texto común. Ya es sintomático que la oración más importante de los cristianos sea el Padrenuestro... que no aparece en Marcos.

Según dicen, el evangelio de Marcos tuvo mucho “éxito” y fue copiado profusamente. En esos años, era lo mejor de que se disponía para la predicación. Con relación a los apócrifos que se conservan, es de destacar en Marcos su secuencia narrativa, la lógica de su exposición, la supresión de elementos irreales, increíbles o contradictorios, y quizá mejor redacción.

Mateo escribió su evangelio en la década de los 80 d.c. Se dio cuenta de que había muchas cosas en el evangelio de Marcos que no aparecían, de las que él tenía documentación (fuente Q) además de tradiciones que se conservaban en Antioquía y que Marcos no conocía. De todas formas, casi todo su evangelio es copia del de Marcos. Mateo como apóstol, hablaría en arameo, en cambio cita textos de la Biblia griega y sus dos fuentes, Marcos y Q estaban en griego... Esto lleva a la deducción de Mateo no era el apóstol también nominado Leví en algún lugar. Podría haber sido un “escriba” judeocristiano de lengua griega.

Lucas, según parece, se movió en el entorno de Éfeso, donde también había una comunidad extensa de seguidores cristianos, con abundancia entre ellos de gentiles. Escribió su Evangelio en la década de los 90. Dicen los entendidos que, aunque conocía el de Mateo, no se sirvió de él: nada dice sobre adoración de magos, matanza de inocentes y huida a Egipto; añade a Mateo el nacimiento del Bautista, la visitación, el Magníficat y el Benedictus, la adoración de los pastores, la presentación, las profecías de Simeón y Ana. Sólo se sirve de Marcos y Q.

Por el dominio que tiene de la Biblia griega, parece que Lucas era judío helenizado. Habla en el prólogo de que su material es de primera mano, algo dudoso, porque para esas fechas ya habrían muerto los contemporáneos de Jesús; se serviría, quizá, de relatos transmitidos. Según opinión de los expertos, a comienzos del siglo II se añadieron los primeros capítulos a ambos evangelios, los de la infancia de Jesús, según las divergencias dichas anteriormente. El resto es todo él muy “sinóptico”.

También parece que el evangelio de Juan se escribió en Éfeso. Para esas fechas, los evangelios anteriores eran de dominio colectivo y serían manejados por Juan. Desde luego conoció el evangelio de Lucas, pero su personaje, Jesús, es más “elaborado”, no tan humano como en Lucas. En la línea cronológica seguida por decenas de años, este Evangelio se escribió alrededor del año 100. Los conceptos de Logos, Palabra, Verbo de Dios son totalmente “desconocidos” por los sinópticos. En este Evangelio Jesús es, ya, claramente el Hijo de Dios, eterno como el Padre. Mientras que para los sinópticos lo esencial de su mensaje es el “Reino de Dios”, para Juan lo importante es que Jesús es el “Enviado”, el que trae la salvación de los hombres.

Al decir de los expertos, con nombre Juan hay tres amanuenses, ninguno por supuesto apóstol: el del Evangelio, el del Apocalipsis y el tercero, llamado “Juan el Anciano”, el de las cartas.

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