El más que posible cometido profiláctico de la religión (4/5)


Nos nos engañemos con prerrogativas extemporáneas: a pesar del cometido asignado y reservado para la religión, la sistematización de credos, el pensamiento religioso, la emoción que lo divino procura y las actitudes por ella generadas son meros productos de la imaginación humana creativa.

Sus "historias" no son sino divagaciones que revolotean por el mundo de la fantasía y la ficción. Y las promesas de salvación sólo tienen el significado cósmico y eterno que la charlatanería de visionarios históricos hoy olvidados quisieron darle... y la candidez popular concederles.

Sí, la religión tiene un papel asignado. Lo tiene, desde luego, pero dentro del ámbito de la imaginación, de la fantasía y de la ficción, que no es poco. Vendrían a ser la expresión más encumbrada y depurada de
esperanzas, ideales y sueños humanos. Hoy, por desgracia para la religión, sustituidos por los Harry Potter o El Señor de los Anillos amén de toda esa serie de novelas históricas, filmes de ciencia ficción y similares.

Con todo, aún la religión puede estrujarse el cerebro o revolver en el arcón de los recuerdos para crear novedosas historias de consuelo y de esperanza acordes con los tiempos. Y en deriva literaria o profiláctica puede expresar dramáticamente los deseos humanos y ayudar a superar depresiones. Religión, pues, como una novedosa poesía existencialista dramática que revuelve dentro de las fronteras de lo humano.

Bajo este punto de vista ciencia y religión no son en modo alguno incompatibles: a distintos intereses y necesidades humanas, distintas interpretaciones.

En el lado opuesto está el reto que la multifacética Naturaleza ofrece. Cuantas más puertas se abren, mayores horizontes se vislumbran. Ese “naturalismo metodológico” es hoy el principio básico que ha de regir el proceso del conocer. La epistemología ha de basarse en la búsqueda de explicaciones naturales de los fenómenos, para lo cual no hay otra herramienta que el método seguido por la ciencia.

Este método, que ha probado suficientemente su eficacia con el espectacular “salto hacia delante” de Occidente, similar por sus efectos a las revoluciones neolítica o industrial, rechaza por principio el considerar metáforas ocultas, la invocación de fuerzas celestiales, la presencia de espíritus en nuestro entorno, almas que informan el cuerpo, fantasmas en definitiva. De todo esto no hay evidencia alguna.

Lo quieran admitir o no, da igual: la ciencia ha regresado a un materialismo bien distinto al que ellos denigraron que, por cierto, hunde sus raíces en Demócrito de Abdera y compañeros mártires (de la filosofía espiritualista); la ciencia ha rebajado las pretensiones divinizadoras de lo humano con evidencias de “funcionamiento” físico-químicas, los "humores" de Galeno tiene más base real de lo que se creía...

¿Qué, que somos algo más que materia? Desde luego: piensen en el título del libro de E. Punset, “El alma está en el cerebro”. Y pensemos que del conocimiento de los procesos neuronales del cortex cerebral estamos todavía en mantillas.

Sospecho con Paul Kurz que hay un profundo y no manifestado miedo de la religión a quedar como el rey desnudo ante los avances de la ciencia en neurofisiología, en biología, en estudios sobre el comportamiento humano, en evolución... ¿Una prueba? La oposición durante siglo y medio al darwinismo.

Y mal que le pese a la "religión de la esperanza", incluso ese campo de la esperanza que todavía se puede asignar a las religiones, va a ir delimitándose y reduciéndose cada vez más para ser competencia de la ciencia, nutrida de verdades no muy alentadoras.

¿Por qué decimos esto? Porque éste sí puede ser un reto terrible para el individuo y para el hombre como especie: su desaparición.

(SEGUIREMOS CON ESTE ASUNTO)
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