La praxis eclesial de todos los días.

La Iglesia no encuentra ni siquiera el modo de propagar su mensaje. Ya no sólo la expresión castiza de que “duermen hasta a las marmotas”; es que el contenido del mensaje es un hueso sin carne y además duro de roer.
Hoy parecen sentirse desmoralizados, como si ellos mismos hubieran caído en la cuenta del presente en que se encuentran. Lemas como "No me avergüenzo del Evangelio" (Don Braulio, el pucelano) son más freudianos que otra cosa: es más un "no quiero avergonzarme..." o un "como me da vergüenza --por dentro--, afirmo que no me da vergüenza --por fuera--". Los lemas negativos esconden mucho. ¿Por qué no "presumo", "alardeo", "estoy orgulloso"...?
Y en la homilética ausencia de concreción, superabundancia de dogma; soluciones de siempre a problemas distintos; y en los sermones dominicales del cura aldeano, el desvarío. ¡Qué delicia el del domingo pasado en mi parroquia: Esta sociedad se desmorona, va al caos y la causa estriba en que la gente prescinde de Dios! Hilarante cuando no de vergüenza.
No saben qué responder ni siquiera a sus propios problemas internos. De algunos, ni mención.
De puertas adentro y ciñéndonos a “las altas esferas”:
Libertad de expresión interna: responden con expedientes.
Investigación bíblica: trocada por más dogma, más moral, más rito.
Formación de aspirantes a sacerdotes: dispersión y penuria.
¿Celibato?: ni tocarlo. Si hay problemas asociados, se silencian.
¿Diálogo con las iglesias cristianas?: diálogo sí, entendimiento mucho, concesiones dogmáticas, todas; cesión de poder, ninguna.
¿Renovación?: Más bien, involución, dar vueltas a lo mismo con otras palabras, retorno a Trento.
Y si eso sucede de puertas adentro, ¡qué no será de puertas afuera...! Tómense como muestra sus pronunciamientos respecto a los asuntos más candentes de nuestra sociedad.
El terrorismo: contemporización si se vive cerca, anatemas si lo consideran suficientemente alejado; documentos a destiempo cuando no desafortunados; excomuniones que mueven a risa, como la famosa de “el de Madrid”; oportunismo cuando cede; perdón si los vientos soplan por ahí; silencio cuando el cansancio hace mella en sus vanos intentos de hacerse oír por el pueblo;
Sobre el derecho de los pobres y marginados a su “revolución social”: expediente a quien predique liberaciones teológicas;
Sobre los avances en medicina y biología: el alma que no me la toquen.
Sobre drogadicción, sexo, sida, aborto, divorcio, pederastia, homosexualidad: desbordamiento, silencio, doctrina de siempre, consuelo, comprensión, acogida... Remedios efectivos (trabajo, integración, etc) poca cosa.
Sobre la igualdad eclesial de la mujer: constatación de que la mujer “existe”, reconocimiento de su dignidad, “grandeza de la vida consagrada”... pero en la Iglesia, que sigan calladas y estén sumisas.
Temas menores como la situación de los divorciados, los curas casados y similares, al baúl de la indiferencia.
La trascendencia exterior de sus corruptelas y desvergüenzas, las que genera su situación esclerótica y claustrogénica, como el acoso a infantes y solteronas (de esto se dice poco)... ya pasará la tormenta, avestruces del silencio.