Por tres pecados y cuatro de Israel y Gaza (Amós). Yom Kippur: Chivo Expiatorio y Emisario (Lev 16)
Publiqué anteayer las seis maldiciones de Dios contra Israel según Dt 28, sin comentario alguno. Hoy presento, con breve comentario, las condenas del profeta Amós, contra israelitas y filisteos (=palestinos) Tienen e 2.700 años, pero pueden aplicarse a nuestro tiempo, en el contexto del chivo expiatorio (Israel) y del emisario (palestinos)
Hoy, como hace 2700 años, hay “imperios externos (Asiria, USA, Europa, Rusia…, comparables Asiria, Babilonia, Persia, Egipto). Por otra parte hay grupos étnicos y estados menores antiguos y/o modernos (Israel, Palestina, Líbano, Siria, Jordania… samaritanos, idumeos, amonitas, moabitas, tirios, sirios etc. Los matices son distintos, pero hay muchos elementos semejantes..
| Xabier Pikaza

Introducción
Hace unos tres mil años, hacia el 1000 a.C., habitaban en Canaán (tierra de pastores, agricultores y comerciantes de púrpura), dos pueblos principales: Filisteos/pilistim de Gaza y de su entorno (de los que proviene el nombre actual de Palestina) e israelitas de la montaña (de los que proviene el nombre actual de Israel).
Entre israelitas y filisteos, con los “cananeos· de fondo y otros pueblos del entorno (idumeos, amonitas, fenicios…) hubo largos conflictos militares y económicos, que aumentaron por el control del hierro/armas y el tráfico de esclavos y personas (prisioneros de guerra y mujeres).
Un tiempo más tarde, hacia el 700 a.C., el “primer” libro profético del AT (Amós) condensa el conflicto entre Israel y Gaza/Filistea con la fórmula famosa: Por tres pecados y por cuatro no perdonaré a Gaza, no perdonaré a Israel etc. (Am 1-2).
Con la voz y protesta de Amós comienza la historia bíblica propiamente dicha, hace casi 2.700 años. Aquella guerra, con sus dos implicaciones principales (venta de personas, opresión de los pobres), sigue siendo un signo de la lucha universal entre estados, pueblos y corporaciones económicas. Ciertamente, el Estado de Israel no está actualmente dirigido por la Biblia israelita (AT), pero continúa en la misma línea y mantiene sus motivos principales.
Amós era pastor y campesino (cultivador de higueras), de Tecoa, en la zona de Belén. Desde allí contemplaba el duro panorama de reinos y ciudades de su entorno y condenaba los pecados de sus poblaciones. No distingue en principio entre buenos (que podrían ser los judíos) y malos (que podrían ser los de Gaza), sino que presenta y describe con palabras de acusación y condena el pecado de todos, de Gaza y Edom (Amalec), de Filistea y Palestina, de Siria y Fenicia, con Israel.

Con ojo certero, a partir de los principios religiosos de la tradición de Israel, Amós descubrió y condenó la “lógica” interna que vincula el comportamiento de los “ricos” de Israel con los de su entorno palestino (tratantes de personas y ganado, opresores de pobres), en un momento en que los grandes imperios y corporaciones económicas de oriente empezaban a extenderse por el mundo, dominando a poblaciones y comprando y vendiendo esclavos, a través de Gaza, Edom y Fenicia/Grecia), con la contribución de Israel.
En esa línea descubre y muestra Amós la conexión entre injusticia intra‒israelita (ricos que oprimen a pobres) e injusticia universal de pueblos que se enriquecen esclavizando y vendiendo a esclavos, cautivos y prisioneros (Am 1‒2), bajo un tipo de protección de Asiria que se creía autorizada por Dios para conquistar (oprimir, deportar, colonizar) a todos los pueblos de Oriente. Desde ese fondo describe Amos la “lógica” del talión intra-histórico, contra Gaza y contra Israel:
- Por tres pecados de Gaza, y por un cuarto, no revocaré su castigo:
- Porque llevó cautivo a todo un pueblo para entregarlo a Edom.
- Prenderé fuego al muro de Gaza y consumirá sus palacios. Destruiré a los moradores de Asdod
- y a los gobernadores de Ascalón; volveré mi mano contra Ecrón
- y el resto de los filisteos perecerá, dice Jahvé, el Señor (Am 6, 2-8).
Amós empieza nombrando a Gaza, una de las cinco capitales filisteas, que habían tomado parte activa en la venta de prisioneros a los edomitas y a través de los edomitas a otros pueblos oriente. Estamos probablemente en el año 735 a.C. Los asirios de Nínive intentan conquistar el territorio de Siria-Palestina. Aprovechando la inseguridad de ese territorio (filisteos/palestinos) de Gaza y de las ciudades del entorno, con la ayuda de los Idumeos de la otra parte del Mar muerto, vendiendo esclavos en Tiro y a través de Tiro en los reinos del entorno hasta Nínive y Babilonia por un lado y las ciudades griegas por otro.

El texto habla de gâlūth shelēmâh, cautividad completa, de tal forma que no quedó ni un hombre que no fuera robado, vendido y comprado en el mercado mundial de esclavos de oriente. En este contexto se entiende el 8º mandamiento, no robarás (Ex 20, 15; Dt 5, 19), que se refiere más que a otros robos de cosas al robo de personas, para esclavizarlas o venderlas. Amós y la Biblia saben que en el fondo de la riqueza de imperios, ciudades y comercio hay siempre un robo de personas, que implica pecado de muerte (cf. Ex 21, 16 y Dt 24, 7). Quien roba personas para esclavizarlas, quien oprima a los demás, de cualquier forma, destruye la misma raíz de la vida humana
- Así dice el Señor a Israel:
- Por tres delitos y por cuatro delitos de Israel no les perdonaré,
- porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias,aplastan contra el polvo al desvalido
- y no respetan el derecho del indigente (Am 2, 6-7).
Este es para Amós el mayor de los pecados: Oprimir al pobre (cf. Am 4, 1), corromper la justicia al servicio de los poderosos (Am 5, 12), convirtiendo la vida en campo de batalla sin más paz que la impuesta por los violentos vencedores, que justifican sus acciones apelando a su derecho, en nombre de una sacralidad que identifica a Dios con la injusticia. Una sociedad que compra/vende a hombres, al servicio del dinero o del poder, se destruye a sí misma, está muerta
Por tres pecados de Edom/Amalec y por un cuarto, no revocaré su castigo: porque persiguió a espada a su hermano y violó todo afecto natural;
- en su furor ha robado siempre, guardando rencor eterno.
- Prenderé fuego a Temán, consumirá los palacios de Bosra … (cf.Am 1, 12).
Esta condena de Edom/Amaalek por robo de personas, constituye uno de los temas centrales, de la historia bíblica.
Los judíos de Jacob vivían al lado occidental del Jordán (Mar Muerto), los idumeos/Amalecitas de Esaú al oriental, y su capital era Petra, ciudad, escavada en la piedra. Este motivo de la lucha entre Israel y Edom/Amalec forma parte de la “retórica” militar que algunos judíos actuales (año 2025) siguen empleando en su guerra contra los palestinos de Gaza, pero no sólo contra los de Gaza, sino también contra los de Israel (cf. Am 4, 1; 8, 5; 5, 12).
A causa de esa perversión de la justicia, vinculada con la guerra, el profeta Amós denuncia a los poderes militares (de Asiria y Babilonia) y a sus aliados comerciantes de Fenicia, Gaza y Edom, anunciando el fin de la cultura antigua, la destrucción de los imperios, la caída de las ciudades comerciales y el fin del mismo reino de Israel, que, en vez de vivir según la justicia de Dios, ha pactado con soldados y comerciantes que se aprovechan de la guerra para hacer esclavos.
Excurso. Expiar ante Dios, Yom Kippur

(Israel, Chivo de Yahvé, sacrificio expiatorio).«Aarón degollará el chivo de la expiación por el pueblo e introducirá su sangre detrás de la cortina y hará con su sangre lo que hizo con la sangre del novillo: la salpicará sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio. Y hará la propiciación por el santuario, por las impurezas de los hijos de Israel, por sus delitos, por todos sus pecados. Lo mismo hará en la tienda del encuentro que está con ellos, en medio de sus impurezas... Después irá altar que está delante de Yahvé y hará la propiciación por él: tomará del novillo y del chivo y la pondrá alrededor, sobre los cuernos del altar. Salpicará sobre el altar siete veces con la sangre de su dedo. Así lo purifica y santifica de los delitos de los israelitas» (Lev 16, 15-19).
(Pueblos enemigos. Azazel, chivo emisario).«Acababa la propiciación del santuario, de la tienda del encuentro y del altar, hará aproximar el chivo vivo. Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del chivo vivo y confesará sobre él todos los delitos sobre la cabeza del chivo y lo enviaré al desierto, por medio del encargado. El chivo llevará sobre él todos los delitos a una tierra solitaria; y el encargado soltará el chivo en el desierto» (Lev 16, 20-22).
Chivo de Yahvé, víctima expiatoria (Lev 16,15-19). Con la sangre de este chivo “divino” y de un novillo se realiza el rito de propiciación, esparciendo la sangre de los animales sacrificados sobre el Altar, el Santo y el Santísimo. La sangre es la violencia al servicio de la vida, de manera que ella sirve para expiar (cf. Lev 17,11), esto es, para reconciliar a los hombres con Dios y, al mismo tiempo, entre sí. Esa sangre ritual limpia los lugares centrales del gran santuario:
Ésta es la fiesta de la purificación, sacramento de sangre, signo de la expiación que permite que los hombres y mujeres de superen la violencia social y se reconcilien, purificados ante Dios. Haga lo que haga, Israel puede ser perdonado… porque Dios (su Dios) le ama. Así piensa Lev 16
Chivo emisario, expulsado para Azazel (Lev 16, 20-22). Israel ha sido elegido para expiar ante Dios por todos los pueblosPero hay algo que los israelitas no pueden limpiar o purificar, ni siquiera a través de la sangre de los sacrificios. Por eso debe elegirse echando a suerte otro chivo (Macho Cabrío) para Azazel, cargando sobre su cabeza los pecados del pueblo, para enviarlo, como víctima emisaria, más allá de las zonas habitadas, al ancho cerco de desierto exterior... Este es el chivo de los enemigos, que se manda al desierto, para que allí muera. Este Dios de Israel, según Lev 16, purifica a los judíos mandando al desierto de la muerte a los enemigos (entregándoles en manos dell diablo Azazel, de la condena). .
Desde ese fondo han de precisarse las diferencias: el sacerdote mata al primer chivo, de manera que su sangre se vuelve expiatoria y se emplea como fuente de purificación para Israel, como signo de Israel, pueblo elegido, que expía ante Dios por los pecados del conjunto de la humanidad. Por el contrario, el sacerdote expulsa al chivo de Azazel, mandándolo vivo al desierto, sin limpiar sus pecados, para dejarlo así fuera de Dios, bajo el dominio de Azazel, esto es, de la muerte que no purifica, de la destrucción que no construye, como en una especie de infierno sin Dios en este mundo,
- La sangre expiatoria del chivo de Israel, con la que el sacerdote asperge y purifica los lugares básicos de convivencia judía, sirve para crear un pueblo especial, dedicado a Dios, para la vida, por encima de todos los restantes La misma violencia, ritualizada y canalizada por los sacerdotes, nos permite crear un espacio de paz resguardada en medio de un entorno de tierra-desierto impuro.
-Por el contrario, el chivo emisario que el sumo sacerdote envía vivo hacia el desierto, es un “condenado” para Azazel, esto es, para demonio (dios demoníaco que domina en tierra de gentiles).Eso significa que hay una sangre emisaria que no puede purificar a los malvados, que no sirve para expiar, que hay que expulsar al desierto externo para Azazel. Este es el chivo en el que el sumo sacerdote ha descargado sus violencias (las del pueblo de Israel, que no sirven para expiar a Dios) mandándolo así al desierto externo.
- Pueblo expiatorio, Israel.Esta es la primera finalidad del Yom Kippur: Purificar al buen pueblo (Israel.), chivo expiatorio. Esta es la fiesta del buen pueblo, del pueblo purificado, de los santos del pueblo, reunidos en torno al Sumo sacerdote. En esta línea Jesús tendría que haber venido para purificar a Israel, sacrificándose por el buen pueblo.
-Chivo emisario, signo de los hombres y mujeres de Azazel, en el desierto. La limpieza del buen chivo (¡hecha de sangre santa!) exige la expulsión de aquellos que no pueden ser purificados, a quienes se manda al desierto exterior, para Azazel. Éste es el otro lado de la fiesta del Yom Kippur, que ha definido y sigue definiendo la experiencia israelita. La pureza de unos, como pueblo santo (chivo expiatorio, Israel) exige, por contraste, la impureza de los que quedan fuera, sometidos bajo el poder de Azazel, el anti-Dios del desierto, de los pueblos condenados a la muerte, si es que no se asocian a Israel, si es que no se someten a su dictado.
Reflexión complementaria. Dualidad de la Biblia israelita.
Los que celebran este rito (sacerdotes de Jerusalén en tiempo del poder persa, helenista o romano) no necesitaban matar a los enemigos: los expulsaban, los dejaban fuera del círculo resguardado de la vida de los fieles de Yahvé. Quizá actuaban así porque no tenían poder político ni militar para matar a los impuros.
En otros momentos, otras autoridades religiosas y, sobre todo políticas, no sólo mataban a los enemigos interiores (chivo expiatorio), sino que enviaban también al desierto de la muerte a los enemigos exteriores (chivo emisario). Así han hecho muchos poderes cristianos a lo largo de la historia, interpretando en forma social y política este exto y esta fiesta del Yom Kippur (la expulsión de Azazel).
(a) La sangre expiatoria, con la que el sacerdote asperge y purifica los lugares básicos de nuestra convivencia en el mundo, nos limpia y purifica hacia dentro; la misma violencia, ritualizada y canalizada por los sacerdotes, nos permite crear un espacio de paz resguardada en medio de un entorno de tierra-desierto impuro.
(b) Por el contrario, la sangre emisaria del chivo que mandamos vivo al desierto, no sirve para expiar ante el Dios verdadero, sino para que el pueblo de los snemigos sae destruida por Azazel. No podemos purificarnos con su sangre, pues su sangre no es sagrada para Dios; por eso le mandamos como chivo emisario sobre el que hemos descargado nuestras violencias, convirtiéndole en la otra cara del chivo expiatorio, llevando consigo todos los pecados y violencias que no pueden purificarse.
El Dios de los dos chivos parece un Dios bueno, Señor de la cultura y de la historia: unifica a los hombres, les permite sentirse limpios en torno al templo de la buena sangre, de los buenos sacrificios, en el centro de una comunidad que vive unida por gracia de la sangre ritual, del sacrificio compartido (del Chivo santo y del toro). Pero su limpieza (¡hecha de sangre santa!) exige la expulsión de aquellos a quienes se manda al desierto exterior de la muerte, con el Chivo de Azazel. Éste es el contenido de la gran fiesta del Yom Kippur, que ha definido por siglos la experiencia israelita.
El texto del Kippur (Lev 16) no define más las funciones de Azazel y las de su chivo emisario, de manera que se ha interpretado de diversas formas. Pero todo nos permite pensar y decir los dos chivos se complementan. Para que Israel cumpla su función de chivo bueno (expiatorio) de Yahvé tiene que expulsar a todos los contrario (enemigos), para que así ellos, los judíos (al purificar el lugar de su presencia, con el chivo expiatorio) puedan seguir estando protegidos por Dios, que les libera de los enemigos.
- La sangre expiatoria del primer chivolimpia y purifica hacia dentro; al buen pueblo. La misma violencia, ritualizada y canalizada por los sacerdotes, hace que los judíos puedan superar año tras año los pecados del mundo creando así un espacio de paz resguardada en torno al templo. Éste es el chivo/cordero que quita, borra, los pecados del mundo, expulsando fuera de ese “santo entorno judío” a los no judíos peligrosos, condenados a morir en el desierto de la tierra impuro donde habita Azazel.
- El chivo emisario no expía ante Dios (no se purifica, ni nos purifica), sino que lleva esos pecados al desierto de Azazael (en manos de su propia perversión).La muerte de los enemigos forma parte de la purificación de los buenos.
De esa forma se distinguen dos espacios. (a) Uno de sacralidad positiva, propia de Yahvé y de la humanidad liberada, perdonada, redimida. Éste es el lugar de la salvación ecológica (de justicia política, social), en torno al templo, es decir el lugar del “buen pueblo” de Israel. (b) Otro de sacralidad negativa o desierto de Azazel,espacio enemigo de “bestias salvajes” donde domina el terror de Azazel, un tipo de infierno que está fuera del campo de la vida y gracia de Dios. (
De esa forma, mientras la comunidad reunida en torno al templo se siente segura, resguardada y limpia (en torno a la sangre sagrada del Chivo expiatorio), los expulsados de Azazel no tienen más remedio que morir (física, social y culturalmente) en el desierto externo. Esta guerra de los dos chivos nos lleva siempre al mismo centro y resultado de la historia, a la misma expulsión y muerte de los chivos de Azazael. en torno al templo de la buena sangre, de los buenos sacrificios, en el centro de una comunidad justa y santificada[1].
Apéndice. Política actual. Chivo expiatorio, chivo emisario
Por una parte, Israel ha sido y sigue siendo uno de los pueblos más “particulares” y separados del mundo. Así decidió serlo no sólo en su historia antigua (reflejada en la Biblia), sino especialmente a partir del renacimiento rabínico (siglo I-III d.C.), que ha marcado de un modo intenso la identidad posterior del mundo occidental. Pero, al mismo tiempo, ha querido y quiere ser fermento de esperanza o globalización salvadora para todos los pueblos, siendo portador de una promesa de universalidad aún no cumplida (los hombres no pueden unirse por ahora, en forma igualitaria, gratuita y salvadora), pero han de hacerlo pronto, cuando Dios así lo decida[2]
Desde el primer exilio y especialmente a partir de las guerras romanas (67-70 y 132-135 d.C.), los judíos se han dispersado, extendiéndose a lo largo de la Edad Media y Moderna como nación “religiosa”, sin Estado propio, bajo el poder de reinos y de imperios, por casi todo Eurasia, entre la India y España. Como pueblo exilado y peregrino en medio de otros pueblos, como grupo de identidad religioso/nacional han pervivido a lo largo de los siglos, tanto en el sur (España, Francia, Italia) como en norte de Europa (Alemania, Polonia, Rusia), con el norte de África y Oriente Medio. Desde 1948, parte de la comunidad judía se ha restablecido políticamente en Palestina, formando el estado de Israel.
Pues bien, estos judíos que han vivido diecinueve siglos sin tierra ni estado propio (del 70 al 1948 d.C.), siendo muchas veces perseguidos, especialmente en la shoa nazi (del 1939 al 1945), han conseguido crear (¿recrear?) un Estado particular en Palestina. En esa perspectiva, algunos que suelen llamarse sionistas creen que es preciso defender el estado de Israel, para que actúe como signo de esperanza y reconciliación humana en todo el mundo (especialmente en el oriente medio). Evidentemente, Palestina es para ellos un signo religioso, una tierra que el mismo Dios les ha ofrecido, de manera que ellos imponerse y defenderla por las armas, en un contexto de máxima violencia, creando así una nación de puros, separados y distintos[3].
Así se expresa la gran paradoja israelita. Los judíos han sido por siglos un pueblo paria, en el sentido que muchos han dado a esa palabra. Pues bien, su misma condición de grupo minoritario y sometido les había impulsado a desarrollar una inmensa labor económica y cultural, como germen de una deseada universalidad futura; en esa línea, ellos han alimentado muchos ideales de revolución social de globalización en los siglos XIX y XX. Pero a través del moderno Estado de Israel ellos corren el riesgo de alimentar un durísimo particularismo.
‒Prueba de humanidad y germen de comunión universal. Los judíos han podido aparecer como piedra de tropiezo donde se mide la capacidad de acogida y comunicación, de diferencia y comunión de las naciones (estados) dominantes y de los grupos menores, de distintos o excluidos. De esa forma han sido y siguen siendo un test de humanidad, un banco de prueba donde otros, especialmente los cristianos, han podido medir su tolerancia o falta de tolerancia y su manera de entender o no entender su monoteísmo. Allí donde los cristianos, a veces en nombre de la misma iglesia (e incluso de Jesús), han perseguido a los judíos, ellos han mostrado que no creen en el Dios del evangelio. Éste ha sido uno de los contextos fundamentales en el que se ha planteado en Europa (y en el mundo) el tema de la tolerancia y de la intolerancia[4].
‒ Riesgo de violencia, el Estado de Israel. Pues bien, a pesar de esa racionalidad y habiendo sido mártires del mayor nacionalismo violento de este siglo (shoa), los judíos se han convertido al final del siglo XX y comienzos del XXI en fuente o expresión de dura injusticia: han formado un Estado impositivo expulsando a cientos de miles de palestinos y los mantienen de un modo violento, por la fuerza de las armas. De esa manera, el pueblo de la utopía mesiánica (que se presenta a sí mismo como germen de reconciliación final del conjunto de la humanidad) se ha convertido en amenaza concreta de guerra sobre el mundo.
Oponiéndose a la propia dinámica de su historia, después de haber sufrido una atroz persecución (del 1939 al 1945), algunos judíos (no todos) han optado por fundar y defender con pura violencia su estado militar en Palestina (1947), empleando y ampliando unas normas de talión: violencia contra violencia, persecución contra persecución. Sin duda, como un pueblo más, ellos han tenido y quizá tienen el “derecho” histórico de acudir a la violencia para crear su estado y defenderse. Pero al comportarse de esa forma ya no pueden ya apelar al Dios de su tradición de tolerancia creadora y de esperanza de reconciliación mesiánica de los hombres[5].
Los judíos creyentes, que mantuvieron su fe tras varios exilios y persecución, fueron por siglos (y lo siguen siendo) testigos de Dios y adelantados de una nueva humanidad porque aceptan el martirio y esperan, en amor y no en resentimiento, la resurrección o culminación mesiánica, que Dios mismo les ofrece como gracia.
Por eso custodian el testimonio de sus mártires y aguardan la justicia, que les elevará sobre la opresión e injusticia de los asesinos, no por venganza, sino por fe en la gloria y la verdad de Dios[6].En ese contexto ha de entenderse la aportación y el problema (la paradoja) del judaísmo en la causa de la globalización religiosa y política de la humanidad, en este comienzo del siglo XXI[7].
Conclusión
‒ Para ser herederos y portadores de su brillante historia, los Los judíos del Estado de Israel….deberían renunciar a su nacionalismo sacral (sobre todo en perspectiva política) para hacerse fermento mesiánico en el mundo. Si un día pusieran su potencial utópico/mesiánico al servicio de la reconciliación humana, si se hicieran germen de diálogo y encuentro entre todos los pueblos (especialmente para sus hermanos musulmanes) cambiarían las condiciones de nuestra historia.
Eso significa que, para ser plenamente judíos (es decir, mesiánicos), ellos tienen que renunciar a un tipo de intransigencia nacional: no han de vivir para sí mismos sino para los otros, siendo un pueblo germen, un pueblo semilla al servicio del conjunto de la humanidad (de lo mesiánico), superando su actitud de resistencia (mantenerse como están, ser grupo distinto), convirtiéndose en germen de esperanza para otros pueblos. (Rom 9-10)
Notas
[1] El signo del El doble chivo (uno expiatorio y otro emisario de Lev 16) no recoge ni expresa toda la teología e historia del Antiguo Testamento, porque Israel es mucho más que esta doble historia de los chivos, es mucho más que este Kippur. La identidad de la espiritualidad del judaísmo bíblico se expresa mejor en Lev 25 (día de la reconciliación universal o jubileo) y en los textos centrales de la acogida de huérfanos, mujeres y extranjeros que, según la teología de E. Levinas (Totalidad e Infinito, Sígueme, Salamanca 2018) son el centro del verdadero Judaísmo.; cf. también F. Rosenzweig (Estrella de la Redención, 1921) y de M. Buber (Yo y Tú, 2023).
(2) Este ritual de sacrificio y expulsión del Kippur se opone al evangelio judeo-cristiano de Mt 5, 43-44: Habéis oído que se ha dicho, yo en cambio os digo… Conforme al evangelio de Jesús, que recoge la línea del universalismo israelita, no hay dos chivos, dos morales (amar a los enemigos y odiar a los enemigos), sino un nico Dios de amor, y un único “cordero” de redención, que “quita los pecados” del mundo (Jn 1, 29)
[2]Entendido así, el judaísmo ha ofrecido un testimonio esencial en la historia: De un modo u otro, todos los proyectos y caminos de globalización de occidente están vinculados con el judaísmo. Por eso, en nuestro contexto, resulta imposible hablar de globalización sin tener en cuenta la experiencia israelita, tal como se ha configurado a partir de la gran “dispersión”, tras las dos guerras judías (67-70 y 132-134).
[3]Otros judíos aceptan y defienden el estado de Israel sólo por sentimiento nacional, sin verdadera creencia religiosa: no hay para ellos Dios (una mayoría de los judíos de Palestina no creen en la existencia personal de Dios), pero hay una tierra sagrada y hay unas tradiciones que merece la pena defender. Ciertamente, los judíos no han creado una misión estricta (en sentido religioso), pero conservan y destacan la obligación nacional de resistir en medio de todos los peligros y contra todos los que quieran aniquilar el estado de Israel o el judaísmo en cualquier lugar del mundo.
[4] No han sido siempre un pueblo “fácil” para las naciones en cuyo interior han morado. El hecho de conservarse distintos, manteniendo su propia identidad cultural y religiosa, ha chocado con el deseo de homogeneización de otros pueblos, de manera que pueden “entenderse” (nunca justificarse desde el evangelio) algunas persecuciones y expulsiones, como han visto algunos judíos clarividentes, como J. Katz, Exclusiveness and Tolerance. Jewish-Gentile Relations in Medieval and Modern Times, New York 1961; H. Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Taurus, Madrid 1974. Con su forma de ser, ellos han sido y son adelantados de una humanidad plural, abierta a una comunión no dominadora. Por su parte, al perseguirles, los cristianos han mostrado que no creen en el Dios del evangelio que ellos proclamaban.
[5] Los sionistas han apelado a la ayuda de un sistema imperialista violento (USA). Por el lugar donde han planteado su conflicto y por la forma en que lo han desarrollado, ellos forman unos de los nudos más fuertes e insolubles de contradicción religiosa y política, económica y militar de nuestro tiempo
[6] Desde una perspectiva cristiana, A. González (Teología de la praxis evangélica, Sal Terrae, Santander 1999) ha destacado esta experiencia y novedad de una revelación de Dios que desborda y supera por gracia el nivel de juicio en que se mueve la justicia de la historia humana. Un testimonio teológico duro y ejemplar sobre el «Holocausto» lo ofrece W. L. Fackenheim, La presencia de Dios en la historia, Sígueme, Salamanca 2002. Sería bueno que los judíos sionistas disolvieran voluntariamente un tipo de Estado de Israel, de carácter confesional (nacionalista), para iniciar con musulmanes y otros creyentes (o no creyentes),un camino de respeto y diálogo en Palestina.
[7]En contra de todos los intentos de persecución (anti-judaísmo) hay que afirmar el derecho de Israel a mantenerse como pueblo y a tener su propio Estado, en medio de los pueblos y estados de la tierra. Pero, al mismo tiempo, desde una perspectiva histórica, por fidelidad a su pasado de pueblo mesiánico, sería hermoso que los judíos (al menos los sionistas) abandonaran voluntariamente la pretensión de crear un estado confesionalmente israelita en Palestina (y en otros lugares del mundo) realizando de esa forma un signo claro de esperanza mesiánica. De todas formas, humanamente hablando, esa solución es poco realista, pues siguiendo ese principio deberían rehacerse muchas fronteras de la geografía política mundial de los últimos decenios (y siglos. Lo que se pide a Israel debería pedirse a todos los estados y naciones: Que fueran capaces de abandonar (superar) sus pretensiones nacionalistas y a su violencia, para fundar una comunidad pacífica mundial.