A propósito del "Camino de Santiago" y un santo que nunca estuvo (2/3)
Sí, es preciso agradecérselo a la Iglesia… ¡Algo bueno ha hecho! Entre otras cosas dignas de resalte, hay que reconocer el inmenso legado TURÍSTICO que ha proporcionado a la posteridad.
Hace pocos días recorrí, a la par que los “peregrinos” o turistas –sea su realidad la que sea— un largo trecho del Camino de Santiago, aunque el sendero para las máquinas con ruedas no coincida con el de los viandantes. Es hasta hermoso ver el trasiego de gente recortándose en el secarral castellano, llenando de humanos el páramo en que va degenerando el cúmulo de pueblos vacíos o avejentados de Castilla.
Uno de tales legados que la credulidad cristiana ha generado ha sido el “Camino de Santiago”. Después de años y años de decaimiento, hace lustros que tal Camino ha resurgido como propuesta entre religiosa, turística, cultural, deportiva y vivencial.
Hemos citado la nefanda palabra de “credulidad”. Pues sí, ha sido la credulidad pura y dura la que ha levantado este monumento turístico que es el Camino de Santiago. Porque credulidad es creer que en Iria Flavia pudo estar enterrado el Apóstol Santiago.
Para no navegar entre tópicos ya manoseados y superados, algunos podrían decir, y lo dicen, que lo mejor es quedarnos con el hoy, con el esplendoroso momento del Camino de Santiago. Otros, sin embargo, no podemos dejar las cosas como están consintiendo credulidades que casi ofenden al buen gusto histórico... aunque puestos a ello, estaríamos prestos a comenzar en Roncesvalles o en Itero del Castillo el peregrinaje.
1. Hay quienes tienen asumida la verdad histórica de que Santiago no pudo haber estado en Galicia pero les da igual. No les importa: acuden a uno de los centros espirituales de la cristiandad para obtener las gracias espirituales que de él emanan.
2. Hay quienes ni siquiera se hacen la pregunta de si será verdad eso o no… No trascienden el fenómeno, se enrolan en una marcha cuasi iniciática, entonan al unísono los cánticos de peregrinación, releen fragmentos del Códex Calistinus… Se sienten bien.
3. Y los hay que inician el Camino por múltiples motivos ajenos todos ellos al ámbito religioso. En su vida diaria la religión no encuentra acomodo, pero sí encuentran, en el Camino, la naturaleza o se encuentran a sí mismos; y asumen el reto; y gozan con la convivencia en los albergues; y prueban su resistencia; y recrean la historia…
Verdaderamente hay una sociología de lo más variopinto entre aquellos que realizan "el camino". Si las autoridades sacras se pusieran a analizar la motivación que anima a cada peregrino, quizá les entrasen dudas de conciencia a la hora de sellar la “compostela” o dar posada al peregrino.
Vayamos por partes y al origen de este grandioso invento.
La tradición. En los inicios del siglo IX, un ermitaño llamado Pelayo se presentó ante su obispo afirmando haber visto en sucesivas noches algo así como una lluvia de estrellas que surgían de un montículo situado en los alrededores de Iria Flavia. Acudieron todos a dicho lugar y en el lugar donde surgían los fuegos encontraron un sepulcro de piedra. En el sepulcro se hallaron tres cuerpos que posteriormente identificaron como Santiago el Mayor y sus discípulos Teodoro y Atanasio. Dicen que fue en el año 813.
Documentos escritos: el primer documento donde se da cuenta de tal hallazgo es el conocido como “Concordia de Antealtares”, que da cuenta de los problemas de competencias entre el abad de Antealtares y el Cabildo de Santiago donde se estaba construyendo la Catedral. Este documento data de 1075, es decir, unos 250 años posterior al "descubrimiento" del obispo Teodomiro.
El documento comienza así:
No hay duda alguna y para algunos es claro, como el testimonio del Papa León, que el bienaventurado Apóstol Santiago, degollado en Jerusalén y llevado por sus discípulos a Joppe (Haifa), y después de algún tiempo fue trasladado por el mar al extremo de Hispania, guiado por la mano de Dios, y fue sepultado en el extremo de Gallecia permaneciendo oculto mucho tiempo.
Datos del sentido común. No hay constancia alguna de tal viaje sino invenciones en siglos posteriores. La única constancia es literaria, no arqueológica ni menos forense: “…el obispo Teodomiro encontró el sepulcro del bienaventurado Apóstol cubierto de piedras de mármol”.
Uno no puede por menos de preguntarse en base a qué pudo el obispo Teodomiro afirmar que los restos encontrados eran de los personajes de marras, dando origen a un fraude crematístico similar al famoso "legado de Constantino". Eso sí, constatamos en ello el enorme poder que tiene sobre las seseras crédulas la "palabra de Dios" en boca de sus representantes.
Añádanse otros hechos como el peligro que supuso Almanzor, que destruyó Santiago en una de sus razias y posiblemente el lugar santo dedicado a Santiago. Más tarde, la amenaza del corsario Drake obligó de nuevo esconder los supuestos restos hallados por el obispo Teodomiro. Añádase que las reconstrucciones de la tumba primitiva durante el siglo XIX llevaron a la conclusión de que la misma había sido un cenotafio de alguna familia principal romana.
Y datos importantes a tener en cuenta son el interés de Alfonso II (perspicacia histórica diríamos) por tal invención y el hecho cierto de que peregrinar a Roma o a Jerusalén era más costoso o peligroso.
Qué hay de censurable: Nada se puede decir contra el hecho de que multitud de peregrinos acudan a Santiago de Compostela y besen o abracen una imagen. Es más, como hemos dicho arriba, es un hecho cultural, humano, espiritual, turístico y sociológico digno y encomiable.
El asunto estriba en que la Iglesia, como institución honorable, no puede esgrimir ni defender la historicidad y autenticidad de tal hallazgo.
Lo ha hecho y lo sigue haciendo. No olvidemos que en 1878 el Papa León XIII confirmó mediante la autenticidad de los restos del Apóstol, a raíz del re-descubrimiento de los mismos tras haberse escondido contra los saqueos habidos durante los tres siglos anteriores.
Es asimismo censurable el hecho de que conserven y exhiban una sepultura en modo alguno simbólica a sabiendas de que no puede contener el cuerpo de Santiago el Mayor.