Hay repuesto para las creencias.


Cuando no hay proyectos vitales que guíen el desarrollo de la persona, cuando el tiempo es una casa vacía, cuando la mente no tiene más uso que el elemental, limitado a pura percepción, a veces sólo del comer y dormir, entonces se empotran en el alma las creencias, las banderas, los nacionalismos y los idealismos.

A fin de cuentas, el reino de los cafres mentales. La sencillez de leer; la búsqueda de los tres o cuatro "porqués" de las cosas; el disfrute de la música; la inmersión en el paisaje; el juego de la broma; el gozo de la conversación; el desasosiego de escribir; el aliento de la discrepancia; el contento de ser útil a alguien...

Para este viaje sólo se necesita el combustible de la voluntad.

No son palabras, son hechos. La muelle irracionalidad consentida y practicada es un hecho que "delinque" contra la inteligencia propia.

Un ejemplo da motivo para la reflexión: ¿habrá quien piense todavía que los rayos y los truenos son "manifestación de la ira de los dioses" y no, simplemente, descargas eléctricas entre dos masas de distinta polaridad, sea entre nube y tierra, entre dos nubes o entre los extremos de una nube?

Aplíquese este aserto con igual consistencia cualitativa a las creencias y piense en la verdad "racional" que puede haber en cualquiera de estos apartados:
Reencarnación,
karma,
paraísos futuros...


Trinidad divina,
encarnación virginal,
vida futura,
poder de la oración,
la graciadivina santificante,
el alma creada,
ángeles,
vida santificada,
poder de los sacramentos,
perdón de Dios a través del perdón humano,
aguas bautismales,
vida tras la muerte,
juicio universal...


Sólo tienen la consistencia que les da el creer. El mundo no se edifica con creencias sino con realidades vividas, sentidas, queridas y buscadas.

O edificamos una nueva sociedad fundada en moldes humanos renovados o el universo de las creencias -–barco que en las sociedades avanzadas se encuentra a la deriva y con numerosas vías de agua—- arrastrará consigo al fondo del océano la estructura social con que vivimos y nos manejamos.

Hay demasiadas anclas fijadas en el cieno de la creencia que ya no amarran contra mareas y vendavales. Es vitalmente necesario insuflar en la sociedad ideas de renovación, ideas de progreso, nuevas ideas de convivencia, estructuras mentales éticas con el soporte de un concepto filosófico y humanístico lozano y robusto... que no lo hay todavía.

Disponemos de elementos sobrados para calibrar la excelencia y desarrollo mental y cultural de las personas, sobre todo cuando de aportación social se trata:
su fantasía,
su capacidad para crear o disfrutar del arte,
su discernimiento científico,
su potencial simbólico –inmanente o trascendente, que para el caso da igual--,
el grado y cualidad de sus sentimientos,
el equilibrio de sus estados subjetivos,
la conciencia del "yo",
la práctica y el sentimiento de libertad,
el ejercicio independiente y coherente de la voluntad...
y sobre todo, la disponibilidad y capacidad de repartir amor, comprensión, perdón


Los crédulos seguirán pensando que el aporte de la "gracia" hará desarrollar estas "cualidades"; dirán que sin la ayuda de Dios el hombre no será capaz... Falso.

Tan hombre es el crédulo como la persona normal y el ser o no ser depende de él. ¡Esas "cualidades y potencias" son sólo del hombre! Seamos hombres.
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