Lo sagrado convertido en burocracia.

Es el grito continuo de tantos teólogos comprometidos con el espíritu de lo que explican y poco adictos a la letra y a los ritos a que se ven sometidos y obligados a practicar.
Todos ellos preferirían sentirse, no miembros de un cuerpo administrativo sino “miembros del Cuerpo Místico”. Quisieran otra Iglesia, humilde, servidora, despojada de cualquier relación con el poder temporal, una iglesia hecha de fieles que a sí mismos se regulan...
¿Por qué no camina la Iglesia en esa dirección? Psicología y sentido común: nadie que detente el poder va a consentir, “motu proprio”, verse privado de él.
A tal grado de institucionalización, de burocratización, han llegado que la labor de los obispos --en esencia “pastores de almas” y dispensadores del Espíritu-- se consume en gestionar el inmenso patrimonio acumulado y dar solución a los mil pequeños problemas temporales que su rebaño demanda (ya es sintomático, hoy, hablar de rebaño y de pastores).
Eso sí, añoran los tiempos en que eran “algo”, en que un dicterio suyo era ley temporal.
Se añade a este grave problema interno otro extrínseco y no dependiente de su propio hacer. Hoy la inmensa mayoría de la población mundial es urbana (en España el 78% de la población vive en municipios de más de 2.000 habitantes y, de esos, el 50% en poblaciones de más de 500 mil habitantes), con todo lo que eso supone: vehículos, luces, propiedad horizontal, supermercados... sin contacto inmediato con la naturaleza.
La dependencia e incluso referencia al mundo agrícola, a los cambios de estación, a los fenómenos de la naturaleza, a las tareas agrícolas no es determinante en su vida.
Todas las religiones, por haberse originado en pasados remotos, beben en las fuentes de los cambios climáticos y de los fenómenos atmosféricos. También su literatura.
Hoy los creyentes, al igual que las personas normales, han perdido la referencia de cuanto creen, oyen o practican. O, en todo caso, entienden los relatos en sentido bien distinto a como fueron escritos y a como los comprendían en otros tiempos.
Las fiestas solares, las saturnales de los romanos, por ejemplo, no significan nada; las brumas propias del Adviento, ni se perciben; las tinieblas nórdicas como metáfora del pecado y su cuaresma ya no asustan; los cambios de la luna --el paso, la pascua— ni se aprecian o son pura referencia cultural sin relación con la realidad...
La realidad vital del creyente y del humano es bien distinta.
De igual manera, el "funcionariado de lo sacro", a fuer de tal, vive la letra que no el espíritu de lo que cree y practica. Su diario discurrir está regulado por un horario y se realiza en locales concretos. Las oficinas de cualquier obispado son reales, en modo alguno distintas a las de la vida civil.
Allí el el sacrosanto amor de Dios “se cuece” de manera bien distinta y el sublime amor al hermano se ve salmpimentado con salsas de chascarrillo, risas venenosas, vapores de silencios pegajosos; un "no pensar", un diario revolver lo humano de lo divino. Campañas de...; reuniones para...; visitas a o de...; viajes de y a...; carteles sobre...; nóminas...; destinos...; propuestas...
Lo sagrado se ha tornado burocracia.