La virtualidad del mito aplicada a Jesús.

Entre las religiones todas, especialmente las del Mediterráneo, el mito explica. El mito unido al rito, salva. Cuando se sabe el porqué de los acontecimientos y de la realidad de las cosas, el individuo afligido siente que tiene controlada su propia dolencia, su propia vida. Y para prevenir daños o purificarse o sublimarse, se entrega al mito, realiza una inmersión en él, crea ritos que lo acercan a aquellos poderes que controlan la existencia. En el mundo helénico son bien conocidos los Misterios cuyo contenido, por otra parte nos sustancialmente desconocido debido al secretismo impuesto a sus cofrades.

Así ha sucedido a lo largo de los siglos. También hoy, con la salvedad de que muchas de esas “instancias” que controlan la vida, en otros tiempos sin saber cómo ni por qué ni para qué, hoy sí se conocen. Quizá también antes, pero el poder de la sugestión ejercía un influjo determinante en las vidas de las gentes ignorantes. Algo que era aprovechado por las castas segregadas y doctas.

Los mitos servían y tenían una función. La mayor parte de ellos tenían una función explicativa. Dicha explicación también solía conllevar una justificación de la situación social: el rey, el gobernante, la nobleza… están ahí porque así lo habían determinado los dioses. Gracias a ellos la gente sabía, justificaba y obedecía. Gracias también a la explicación que conferían a las cosas, los mitos proporcionaban consuelo, daban sentido a la vida, serenaban al individuo. Igualmente los mitos portaban contenidos morales, aunque no fuera ésa su función primera.

En la Biblia todo aquello que hace relación a explicación de hechos, sucesos, cosas o historias es mito. Desde el relato de la Creación del mundo en el Génesis hasta las visiones del Apocalipsis (este libro con mayor claridad). Las más de las veces, adaptación de otros mitos anteriores o coetáneos. Y siempre centrados en el conflicto entre el Bien y el Mal.

Volvemos a insistir en que dichos mitos bíblicos –también el Nuevo Testamento-- tienen la misma función que los otros: explicar, justificar y aportar alivio. Con eso podría bastar al creyente. Sin embargo éste insiste, sin saber los demás por qué, en que dichos relatos son reales, han sucedido, ocurrieron. Ese paso es inadmisible para la persona normal y debiera serlo también para los creyentes.

El mito de Jesucristo es un relato grandioso y espectacular; recorre toda la historia, desde la “creación del mundo” y la caída del hombre hasta los sucesos que ocurrirán al final de los tiempos. Grandioso, cierto, pero no por ello deja de ser mito. Un mito construido en torno a una figura que la mayor parte de los estudiosos admiten como real, que existió y que se movió por los términos de Galilea y Judea, bien que otros no conceden entidad real al personaje.

En lo que atañe a las creencias esenciales de los cristianos, son mitos:

- el pecado original, ausente en los escritos judíos, introducido por Pablo de Tarso.

- la encarnación de Dios como mesías divino

- la virginidad de María, “para no ser menos que otras diosas del helenismo”

- la figura de un redentor que viene del cielo, que redime a los hombres y que asciende de nuevo al cielo

- es mito concederle a este redentor la categoría de Dios no en sentido simbólico o figurado sino de manera efectiva, histórica y real

- los relatos de su muerte y resurrección

Los creyentes se sienten ofendidos y reaccionan de modo agresivo y visceral ante quienes ponen ante sus ojos razones lógicas, razones fundadas en las leyes de la naturaleza y razones extractadas de estudios profundos y exhaustivos de los textos sagrados. No debieran reaccionar así. En primer lugar porque tales relatos, sin el añadido ontológico y existencial, ya les sirven de explicación y consuelo ; en segundo lugar porque hoy ya existe un conocimiento suficiente de las cosas para encontrar explicación y alivio; añadiríamos un tercer motivo, cual pueda ser el respeto y consideración que merecen las opiniones que contrarían sus creencias.

Pero estamos en el siglo XXI. ¿Necesita el hombre de hoy mitos para explicar la realidad? ¿No le basta con el conocimiento que proporciona la ciencia? ¿Qué sentido tiene aquietar la angustia por unos hijos descarriados con oraciones y súplicas, sabiendo que eso no va a cambiar los acontecimientos?

Asunto bien distinto es la moralidad adherida a los mitos en cuanto que éstos son el germen de las religiones y éstas elaboran e imponen sus reglas morales. Pero esto es otro cantar.
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