El Cardenal se equivoca

Pero el hecho es –o fue- que un Cardenal muy importante de la Santa Iglesia Romana, Don Gil de Albornoz, que viviera en el siglo XVI, fundador por más señas del Colegio Español de Bolonia en Italia, dejó escritas estas codicilares palabras: “La mujer es cabeza del pecado, arma del diablo, expulsión del Paraíso y corrupción, de la Ley Antigua, por lo que toda conversación con ella ha de ser cuidadosamente evitada. Prohíbo expresamente que nadie se atreva a introducir en este colegio, fundado por mí, mujer alguna, aun cuando fuera honrada”.
(Se atisba con razones de peso que tales palabras fundacionales siguen siendo y actuando también en los tiempos presentes y en no pocos colegios, mayores o menores, en sus diversos estratos y en el nombre de Dios, con connotaciones específicamente religiosas y, por supuesto, católicas…).
Con datos, reglamentos y apreciaciones institucionales y hasta fundacionales, es obligado reconocer con humildad y honradez que, como el mismo Cardenal citado, pensaron, piensan y actúan miembros de la Jerarquía también hoy en la Iglesia, de tal manera que para muchos, cristianos o no cristianos, los hombres de la misma aparentan ser y son misóginos de por sí, habiendo convertido la institución eclesiástica en el penúltimo bastión del machismo…
Como el tema es tan relevante y actual, y como los pasos que jerárquicamente se apuntan van encaminados exacta y doctrinalmente en dirección contraria, basta y sobra con la simple insinuación del tema en unos tiempos en los que la promoción de la mujer con el reconocimiento y práctica de sus derechos y deberes resulta ser tan urgente como irrefrenable y también evangélico. De todas maneras, quede constancia de sugerencias tan leves, comprensivas y respetuosas como estas:
- Son muchos y muchas los que creen que no puede vivir hoy la mujer con conciencia, alegría y compromiso la verdad cristiana, teniendo presentes las limitaciones a las que la somete la Iglesia con fórmulas ciertamente decrépitas no imputables a la voluntad de su Fundador.
- Habiendo perdido la Iglesia gran parte de la clase obrera a finales del siglo XIX, asusta pensar que en la actualidad esté a punto de perder a la mujer –“ex devoto sexo femenino”-, en no pocos sectores.
- Los hombres de la Iglesia, aún en los grados supremos de su jerarquía, no tienen todavía conciencia de que la mujer no se siente cómoda, sino todo lo contrario, a consecuencia de la desconsideración que padece, y más cuando percibe los pasos tan decididos que ha dado y le han facilitado dar en tantos otros sectores de la sociedad, con resultados óptimos para ésta y para sí misma.
- Tiene asimismo conciencia de ignorar cuánto tiempo podrá seguir esperando la mujer en la Iglesia, aunque apure la confianza de que todavía es poseedora, sin que se le suministren argumentos teológicamente serios y evangélicos para continuar tal y como está.
- Para la mujer la Iglesia es fundamentalmente masculina o poco o nada femenina. Cree firmemente que sus actuaciones, valores, teología moral, oraciones, prédicas, ministros, estructuras, la misma imagen que ofrece de Dios... son los propios del varón y no de la mujer. Y está convencida de que, pese a que algunos aseguren que el futuro del mundo estará en mayor proporción en brazos de las mujeres, el de la Iglesia seguirá durante años más largos en manos masculinas.
-El juicio que formuló nuestro Cardenal Gil de Albornoz, esencialmente discriminatorio para la mujer, y al margen de paliativos circunstanciales de lugar y de tiempo, descalifica la institución eclesial por todos sus costados y sigue exigiendo un comportamiento reparador, sobre todo jerárquico, mucho más veraz, extenso e intenso.
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