Matrimonio, Pecado Mortal

La afirmación es de un experto en la materia, con autoridad oficial y moral para haberla formulado y, por más señas, y hasta el presente, sin que ninguna otra autoridad ni persona relacionada con tema tan importante en la Iglesia se haya decidido a contradecir. Y la afirmación es esta:”La Iglesia católica tendrá que rectificar algún día la inmensa hipocresía de haber rechazado y rechazar el divorcio y, a la vez, declarar y seguir declarando nulos ciertos matrimonios perfectamente válidos”.

Para ponderar con mayor exactitud la gravedad del problema en España, hay que retrotraerse a los tiempos anteriores al año l981 cuando se aprobó oficialmente la Ley de Divorcio, vigente hasta entonces en el Fuero de los Españoles el principio canónico de que “el matrimonio es uno e indisoluble”. Mientras tanto, en los Tribunales Eclesiásticos –Rota Romana se sustanciaban nulidades matrimoniales , con plenos efectos civiles, dictadas “en el nombre de Dios, Amén”, con ligereza extra o Infra legal, y mayoritariamente a favor de aquellos cónyuges cuya situación económica o cultural les hubiera facilitado el acceso a los abogados y expertos que les tramitaran sus causas , con la convicción- seguridad de que , trascurrido cierto tiempo, volverían a adquirir su anterior situación de solteros…Si en sus cálculos socio- religiosos entraba volver a casarse de nuevo , formando otra pareja, podrían hacerlo con plenos derechos canónicos ,gracia sacramental y la conformidad y satisfacción cívica y familiar que se daba por supuesta…Evidentemente que a los no “anulados”, que por distintas razones hubieran rechazado tan expeditas y caras soluciones canónicas, se les tendrían que seguir aplicando epítetos descalificativos como “pecadores públicos”, “casados -sin casar- por lo civil”, “arrebujados” o, simplemente, “adosados”.

Los tiempos han cambiado, o están a punto de hacerlo, y la parva clientela de los aspirantes a usuarios de los beneficios pseudos- sacramentales impartidos por los Tribunales Eclesiásticos, decrece día a día, sobre todo cuando por ley democráticamente aprobada, el divorcio comenzó a ser y a crear en España situaciones de pleno derecho y legitimidad. Por fin clarea ya en la mente de algunos la idea de la absurdidad e injusticia que comportaba el hecho de que también los no católicos -pese a no creer en la indisolubilidad del matrimonio-, el que contrajeran en España había de serlo necesariamente y con efectos civiles, con todas sus consecuencias.

Algo es algo, los pasos parecen ya irreversibles y, a estas alturas, los casos de “nulidades” amañadas dan la impresión de pertenecer a tiempos pretéritos correspondientes a la alta Edad Media, institucionalizada la hipocresía “en el nombre de Dios”, con el consentimiento de las autoridades y, en no pocas ocasiones, con la Bendición Apostólica e intervención y asistencia de personalidades eclesiásticas.

Limpiar la institución de estas y otras graves corrupciones, es –ha de ser- tarea sustantivamente eclesial. Las interpretaciones que a tan sacrosanto deber y ministerio les sean dadas, habrán de ser revisadas, no como se suele hacer la mayoría de las veces a la luz de la frivolidad intelectual o de la rutina. Tampoco al trasluz de la falsa concepción de las ideas del respeto y la veneración, para lo que antes fuera necesario tener que tachar tantos versículos del Evangelio en los que Cristo Jesús descalificaba y condenaba a los hipócritas y más a quienes pontificaban hacerlo en Su nombre.

El sacramento del matrimonio fue vilipendiado, vendido y comprado por muchos, con sonoros y escandalosos ecos en los medios de comunicación social. Desde el arrepentimiento, otros seguimos estando a la espera de que reparadoramente no vuelvan a repetirse los hechos, para edificación del Pueblo de Dios.
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