NIHIL OBSTAT” E “IMPRIMATUR
Los términos latinos “Nihil Obstat” e “Imprimatur” han vuelto a adueñarse de las páginas primeras de “los libros relacionados con la fe, la moral y las buenas costumbres”, como prueba fehaciente de que en los mismos no se atenta contra ninguno de los principios formulados y defendidos por nuestra Santa Madre la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Hubo tiempos en los que tal disciplina y normas canónicas referidas a los libros se habían distendido o relajado un tanto, y fueron muchos los autores y editores satisfechos ante tal actitud eclesiástica, que fantasearon como de sensata, prudente, moderada y actualizada. Pero están terminantemente prohibidas las ensoñaciones y las utopías, al menos en la Iglesia española, y los “Nihil Obstat” e “Imprimatur”, con letras mayúsculas, junto con sus sellos y estampillados curiales diocesanos, anteceden a cualquiera de los títulos de los libros “religiosos”.
. Es posible que algunos crean que se trate de una medida higiénica, necesaria en la Iglesia actual, con el fin de que su fe y doctrina permanezcan incólumes de cualquier ligereza “moral” o desvío “dogmático” que le aceche. El convencimiento honrado, en conciencia y de buena fe de estos, puede haberles impulsado a remarcar toda y cada una de las sílabas de las palabras latinas de nuestra referencia.
. Es posible, no obstante, que la tan acentuada presencia de corrientes más o menos ideológicas en la Iglesia, en sus estancias jerárquicas máximas, haya influido e influya en la imposición de los términos canónicos restrictivos y unívocos del “Nihil Obstat” y del “Imprimatur”, con el fin y el propósito de unificar procedimientos y doctrinas, al margen de otras opciones e interpretaciones igualmente válidas y teóricamente admisibles en la Iglesia.
. Los “Nihil Obstat” y los “Imprimatur”, más que velar por la intangibilidad de lo que son, y debieran ser, la doctrina y la fe auténticamente cristianas, lo que en la práctica intentan, es mantener y justificar posiciones “eclesiales” -¿religiosas?- personales o de grupos, integradas a veces, en el esquema de intereses no siempre puros, limpios y evangélicos.
. La verdadera eclesialidad de doctrinas y comportamientos se proclama y testifica por encima de todo en la defensa, hasta martirial, de la pluralidad y libertad fuera y dentro de la Iglesia. La libertad es vida. Vida religiosa, evangélica y, por tanto, eclesial y eclesiástica. El monolitismo ni es, ni puede hacer, Iglesia de Cristo. La grey, la manada y el rebaño jamás identificarán a la Iglesia. En la actualidad, los mismos pastores de esos “rebaños” disponen de transistores y de los penúltimos inventos informáticos y están al día de noticias y acontecimientos, que impiden, o al menos dificultan, ser sometidos a pensar y practicar como cándidas y sumisas ovejas.
. Los tiempos inquisitoriales pasaron ya a mejor vida. Inquisición e Iglesia jamás debieron matrimoniarse “en el nombre de Dios”, formando a lo sumo, un contubernio infernal. Por muchos santos “canonizados” que defendieron, mantuvieron e hicieron “trabajar” al “Santo Tribunal de la Inquisición”, con toda clase de procedimientos- entre ellos, los tormentos y la muerte -, hoy por hoy, cualquier leve recuerdo y práctica deberían ser desterrados y anatematizados. De la Inquisición solo cabe lamentarse y pedir perdones pontificios, episcopales y “religiosos”, con directa alusión a Órdenes y Congregaciones a las que pertenecieron, y cuyos hábitos sagrados vistieron, sus inspiradores y los principales Inquisidores Generales.
. A no pocos autores católicos- con inclusión de teólogos-, y a otras tantas editoriales religiosas, la nueva cosecha de los “Nihil Obstat” e “Imporimatur” les suponen graves problemas en diversidad de sectores y compartimentos. Destaca, por ejemplo, el caso de que, si una de estas casas editoriales, que a la vez lo son de libros de textos de religión en los cursos distintos, no accediera a someterse obedientemente a los “Nihil Obstat “ e “Imprimatur” de cualquiera de otros libros, la simple descalificación y advertencia por parte de le jerarquía eclesiástica le supondría la ruina material a la empresa. Imaginar que las exageraciones estimulan la redacción de este comentario significa estar ajenos y vivir muy lejos del tema.
La Iglesia oficial en España, con la reinvención y embravecimiento de sus “Nihil Obstat” e “Imprimatur”, les cierra a muchos los caminos de renovación y de vida, mientras que a otros reafirma en posiciones de tradicionalismos convencionales al servicio de ideas y actitudes que se creían ya superadas, y sobre las que salvadoramente habían caído los ecos definitivos del “réquiem aeternam” del Vaticano II.
. Es posible que algunos crean que se trate de una medida higiénica, necesaria en la Iglesia actual, con el fin de que su fe y doctrina permanezcan incólumes de cualquier ligereza “moral” o desvío “dogmático” que le aceche. El convencimiento honrado, en conciencia y de buena fe de estos, puede haberles impulsado a remarcar toda y cada una de las sílabas de las palabras latinas de nuestra referencia.
. Es posible, no obstante, que la tan acentuada presencia de corrientes más o menos ideológicas en la Iglesia, en sus estancias jerárquicas máximas, haya influido e influya en la imposición de los términos canónicos restrictivos y unívocos del “Nihil Obstat” y del “Imprimatur”, con el fin y el propósito de unificar procedimientos y doctrinas, al margen de otras opciones e interpretaciones igualmente válidas y teóricamente admisibles en la Iglesia.
. Los “Nihil Obstat” y los “Imprimatur”, más que velar por la intangibilidad de lo que son, y debieran ser, la doctrina y la fe auténticamente cristianas, lo que en la práctica intentan, es mantener y justificar posiciones “eclesiales” -¿religiosas?- personales o de grupos, integradas a veces, en el esquema de intereses no siempre puros, limpios y evangélicos.
. La verdadera eclesialidad de doctrinas y comportamientos se proclama y testifica por encima de todo en la defensa, hasta martirial, de la pluralidad y libertad fuera y dentro de la Iglesia. La libertad es vida. Vida religiosa, evangélica y, por tanto, eclesial y eclesiástica. El monolitismo ni es, ni puede hacer, Iglesia de Cristo. La grey, la manada y el rebaño jamás identificarán a la Iglesia. En la actualidad, los mismos pastores de esos “rebaños” disponen de transistores y de los penúltimos inventos informáticos y están al día de noticias y acontecimientos, que impiden, o al menos dificultan, ser sometidos a pensar y practicar como cándidas y sumisas ovejas.
. Los tiempos inquisitoriales pasaron ya a mejor vida. Inquisición e Iglesia jamás debieron matrimoniarse “en el nombre de Dios”, formando a lo sumo, un contubernio infernal. Por muchos santos “canonizados” que defendieron, mantuvieron e hicieron “trabajar” al “Santo Tribunal de la Inquisición”, con toda clase de procedimientos- entre ellos, los tormentos y la muerte -, hoy por hoy, cualquier leve recuerdo y práctica deberían ser desterrados y anatematizados. De la Inquisición solo cabe lamentarse y pedir perdones pontificios, episcopales y “religiosos”, con directa alusión a Órdenes y Congregaciones a las que pertenecieron, y cuyos hábitos sagrados vistieron, sus inspiradores y los principales Inquisidores Generales.
. A no pocos autores católicos- con inclusión de teólogos-, y a otras tantas editoriales religiosas, la nueva cosecha de los “Nihil Obstat” e “Imporimatur” les suponen graves problemas en diversidad de sectores y compartimentos. Destaca, por ejemplo, el caso de que, si una de estas casas editoriales, que a la vez lo son de libros de textos de religión en los cursos distintos, no accediera a someterse obedientemente a los “Nihil Obstat “ e “Imprimatur” de cualquiera de otros libros, la simple descalificación y advertencia por parte de le jerarquía eclesiástica le supondría la ruina material a la empresa. Imaginar que las exageraciones estimulan la redacción de este comentario significa estar ajenos y vivir muy lejos del tema.
La Iglesia oficial en España, con la reinvención y embravecimiento de sus “Nihil Obstat” e “Imprimatur”, les cierra a muchos los caminos de renovación y de vida, mientras que a otros reafirma en posiciones de tradicionalismos convencionales al servicio de ideas y actitudes que se creían ya superadas, y sobre las que salvadoramente habían caído los ecos definitivos del “réquiem aeternam” del Vaticano II.