Cáritas propone reconstruir la convivencia desde la ética del cuidado Las manos que sostienen España: La llamada profética del Informe FOESSA 2025

Una empleada del hogar
Una empleada del hogar EFE

El informe recuerda que la España envejecida y desigual de hoy no podrá sostenerse sin reconocer y regularizar la aportación de estas trabajadoras. Es un acto  de justicia: devolver dignidad a quienes nos cuidan, garantizarles derechos, salario y tiempo

Según la Encuesta de Población Activa (INE, 2024), más del 45 % de las personas empleadas en el trabajo doméstico y de cuidados en España son extranjeras, la mayoría mujeres

El Informe FOESSA 2025 ofrece un diagnóstico profundo y una propuesta valiente. Denuncia que el cuidado se ha privatizado y mercantilizado, reducido a una transacción económica o a una carga doméstica

“Les hemos confiado lo más valioso que tenemos: nuestros hijos, nuestros mayores, nuestros enfermos". Esta frase, que yo la oí de mi presidente en la Comisión Episcopal de Migraciones, D. Ciriaco Benavente (en los comienzos del año 2.000) podría pronunciar cualquier familia española, resume una verdad callada: gran parte del bienestar cotidiano de nuestro país descansa en manos de mujeres migrantes.

Ellas son las que, con poco reconocimiento, mantienen viva la red invisible del cuidado. El nuevo Informe FOESSA 2025, elaborado por Cáritas Española, lo dice sin rodeos: si queremos reconstruir la convivencia, debemos hacerlo desde la ética del cuidar.

Creemos. Crecemos. Contigo

El rostro invisible del cuidado

Cada día, miles de migrantes cruzan la puerta de una casa ajena para cuidar lo más íntimo: la infancia, la vejez, la enfermedad, la dependencia. Vienen de lejos —de América Latina, de Europa del Este, de África— y, sin embargo, su trabajo sostiene lo más cercano: la vida cotidiana de nuestras familias. Según la Encuesta de Población Activa (INE, 2024), más del 45 % de las personas empleadas en el trabajo doméstico y de cuidados en España son extranjeras, la mayoría mujeres.

Muchas de ellas trabajan en condiciones precarias, sin contrato, sin descanso, sin seguridad. Como recuerda el informe de Cáritas El cuidado invisible (2023), “el sector de los cuidados se caracteriza por una alta informalidad, jornadas prolongadas y ausencia de protección social”. La pandemia no hizo más que evidenciar una paradoja: quienes sostenían  la vida lo hacían desde la fragilidad, y quienes cuidaban a todos eran, a menudo, - y siguen siéndolo- muy poco  cuidadas.

El cuidado como bien común

El Informe FOESSA 2025 ofrece un diagnóstico profundo y una propuesta valiente. Denuncia que el cuidado se ha privatizado y mercantilizado, reducido a una transacción económica o a una carga doméstica. “La sociedad española ha delegado el sostenimiento de la vida en las familias y, dentro de ellas, en mujeres y personas migrantes”, señala el informe, “configurando un sistema de cuidados desigualmente distribuido y crecientemente precarizado”.

Frente a ese modelo que mide el valor humano por la productividad y el rendimiento, Cáritas propone un cambio de raíz: reconstruir la convivencia desde la ética del cuidado. No se trata solo de mejorar servicios o aprobar nuevas leyes, sino de repensar la vida común desde la interdependencia y la responsabilidad compartida. Cuidar no es una tarea menor ni un gesto privado: es el fundamento mismo de la democracia.

Tres líneas de transformación

Me he detenido en la realidad migratoria que describe  este informe. Me hablan como tres líneas de acción propuestas que, más que un programa técnico, son una brújula moral para el futuro:

Una política faro, que oriente todas las decisiones públicas hacia la centralidad del cuidado, situando el sostenimiento de la vida como prioridad social. Una política palanca, que impulse cambios estructurales en la inversión pública, el sistema fiscal y la protección social, visibilizando y dignificando el trabajo de cuidado.Y políticas específicas, destinadas a garantizar el derecho universal a recibir y brindar cuidados dignos, con empleo decente, reconocimiento profesional y una mirada que tenga en cuenta género, edad, origen y clase social.

En el fondo, estas tres líneas dibujan un nuevo pacto social: pasar de la economía del rendimiento a la economía del sostenimiento, de la autonomía ilusoria a la interdependencia real.

Una revolución del “concuidar”

El informe habla de activar una auténtica “revolución del concuidar”: aprender a cuidar juntos, como sociedad. Significa comprender que el cuidado no puede seguir siendo un asunto privado ni una mercancía; debe ser un derecho y una responsabilidad colectiva. En palabras del documento, “la cohesión social del futuro dependerá de la capacidad de nuestras instituciones y comunidades para reconocer el cuidado como bien común”.

Esta revolución no se gesta en los parlamentos, sino en los hogares, en los barrios, en las redes de vecinas que se acompañan y comparten tiempo, salud y esperanza. Cada acto de cuidado es una forma de resistencia frente a la indiferencia, un modo de afirmar que la vida —toda vida— merece ser sostenida.

Las manos que sostienen España

En esta transformación, el papel de las personas migrantes es decisivo. Ellas están en la primera línea de la sociedad del cuidado. Atienden a los mayores que el sistema no alcanza, acompañan a los niños que los horarios laborales dejan solos, cuidan a enfermos ( y dependientes)  que ya no tienen familia cercana. Según Cáritas, “su contribución es esencial y, sin embargo, sigue siendo invisible y desprotegida”.

El informe recuerda que la España envejecida y desigual de hoy no podrá sostenerse sin reconocer y regularizar la aportación de estas trabajadoras. Es un acto  de justicia: devolver dignidad a quienes nos cuidan, garantizarles derechos, salario y tiempo. Si el cuidado es el corazón de la sociedad, ellas son su pulso.

Una llamada profética

Más que un documento técnico, el Informe FOESSA 2025 es una llamada profética: una invitación a reconstruir el país desde la fragilidad compartida. Frente a la cultura del control y la disponibilidad total —donde todo se compra, se mide y se descarta—, Cáritas recuerda que lo esencial no puede producirse ni programarse. Frente a la cultura del control y la disponibilidad total —donde todo se compra, se mide y se descarta—, Cáritas recuerda que lo esencial no puede producirse ni programarse. El amor, la compasión, la resonancia con los demás no se compran ni se programan: solo pueden acontecer cuando estamos dispuestos a cuidar y dejarnos cuidar

El futuro, sugiere el informe, no se jugará en la velocidad ni en la tecnología, sino en la capacidad de sostenernos mutuamente. Y esa tarea ya la están realizando, silenciosamente, miles de personas, sobre todo mujeres,  que llegaron desde lejos y que hoy, con su trabajo, tejen humanidad en cada gesto.

Conclusión: Quizá haya que empezar por un simple acto de reconocimiento: mirar a los ojos a quienes nos cuidan y agradecerles, con hechos, no solo con palabras. Porque sin ellas —sin su entrega, sin su constancia— esta sociedad se detendría. Y porque solo cuando el cuidado ocupe el centro de nuestras prioridades podremos decir, de verdad, que hemos aprendido a vivir juntos.

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