Atractivo por la tradición

Hace poco ha salido en El Economist un artículo (no he encontrado la firma de su autor) que hablaba de los gustos de algunos cristianos conservadores. Me ha dado que pensar pues según leía me confirmaba en la idea de que el cristianismo es una autopista muy ancha, en la que unos marchan por la derecha, otros por la izquierda y la mayoría por el centro. Tampoco avanzamos a la misma velocidad porque los hay que van a pie y son rebasados por los que avanzan en máquinas rápidas. Pero eso sí, todos queremos llegar a la misma meta.

Con esta introducción me he apartado de la noticia del periódico que trataba sobre las misas en latín que están proliferando. Parece que los cambios tras el Vaticano II, dicen algunos, han sido los causantes de la disminución de fieles en los templos. Las misas en Inglaterra y Gales se han reducido de 1,8 millones de feligreses en 1960 a la mitad y la edad media ha pasado de 37, en 1980, a 52. En Norteamérica pasa algo parecido pues la asistencia al templo dominical ha disminuido en más de un tercio desde 1960, sólo un 5% de los católicos franceses y el 15% de los italianos asiste regularmente a misa. Mientras esto ocurre la marea tradicionalista sube.

Un ejemplo nos lo ofrece el caso de la misa en latín que fue abandonada por el Vaticano II para fomentar la liturgia en lenguas vernáculas. El sacerdote consagraba el pan y el vino con un susurro y de espaldas a la congregación: una fórmula que los nuevos tiempos condenaban, porque fomentaba el misterio y era necesaria la participación de los fieles. Contra esta idea, el padre John Zuhlsdorf, un sacerdote americano blogger, dice que el latín “hace pensar a los fieles” ¿?, a diferencia del liberalismo acogedor de las misas actuales que “parecen una reunión de colegio”

Muchos comparten su entusiasmo como el Latin Mass Society (Asociación de la misa en latín) que comenzó en 1965 en Inglaterra y Gales, y ahora cuenta con más de 5.000 miembros. El número semanal de misas en latín ha pasado de 26 en 2007 a 157 actualmente, mientras que en los Estados Unidos el aumento ha sido de 60 en 1991 a 420, hoy día. En el Oratorio de Brompton, una iglesia londinense con feligresía conservadora, 440 personas acuden a la misa dominical en latín, el doble de la cifra correspondiente a las que se celebran en inglés y la congregación que acude es internacional y cuenta con muchos jóvenes.

Parece claro que el catolicismo tradicional está atrayendo a muchas personas, algunas ni siquiera habían nacido cuando el Concilio Vaticano II trató de renovar la iglesia. Grupos tradicionalistas cuentan con miembros en 34 países, incluyendo Hong Kong, Sudáfrica y Bielorrusia. Juventutem, un movimiento de jóvenes católicos que son amantes de las viejas costumbres, tienen decenas de activistas en una docena de países. Los tradicionalistas utilizan los blogs, los sitios web y los medios de comunicación social para difundir la palabra y acusar a las diócesis liberales y a sus administradores por considerarles como una minoría auto-indulgente, anacrónica y afectada. En Colonia 500 personas querían asistir a una misa tradicional y la primera vez, se tuvo que utilizar una sala de fiestas, aunque más tarde se encontró una iglesia. Los lefevbristas también participan de esta mentalidad.

El gran cambio se produjo en 2007, cuando Benedicto XVI aprobó formalmente el uso de la antigua misa de rito latino. Hasta ese momento, la afición por la liturgia tradicional era mal considerada y celebrarla no era bueno para la carrera de un sacerdote. La causa también ha recibido el visto bueno del Ordinariato, una organización creada para los ex anglicanos. Decenas de sacerdotes anglicanos han "atravesado el Rubicón” para volver a los "olores de la liturgia y a las campanas” y se han encontrado bienvenidos por los tradicionalistas católicos. Pero no todo el mundo lo ve con buenos ojos. Timothy Radcliffe, que fue provincial de los dominicos de Gran Bretaña, ve en la misa en latín "una especie de nostalgia" por los antiguos tiempos, (cualquier tiempo pasado fue mejor)una reacción contra el "liberalismo moderno" de su generación, porque los movimientos pendulares a veces son inevitables.

El artículo termina preguntándose si este resurgimiento de la tradición ¿Es simplemente un afloramiento de excentricidad, o una señal de que la iglesia tomó un giro equivocado hace 50 años? La contestación aunque mayoritaria por la excentricidad, no será unánime, porque el pluralismo religioso es una realidad que se advierte cada día más. Los carriles de la autopista a la que me refería al principio, se multiplican y en principio no me parece mal porque los fieles, se agruparán para compartir su fe con los afines. De no dar libertad se les condena a salirse y transitar por caminos comarcales, mas solitarios y peligrosos, por estrechos y faltos de señales que faciliten la marcha.
Volver arriba