Don Juan José Asenjo, ¿sube usted o baja?

En poquísimo tiempo le han montado a usted dos monumentales tinglados. Sin que usted se lo comiera ni se lo bebiera. Pero ahí los tiene. Hipotecando gravemente su pontificado cordobés.
Los dos tienen un mismo origen eclesial. Uno del presidente de su cabildo catedral. El otro del presidente de la Conferencia Episcopal española. Dos bobos solemnes por la que han montado. Y me creo que por insensatez, no por maldad. No pienso que el presidente de su cabildo sea un enemigo de la religión. Ni en Córdoba ni entre Moriles y Montilla. O entre lo que ustedes quieran. Seguro que le importa la Iglesia e incluso su catedral. Pero, con lo de la cruz, la pata la metió hasta el corvejón.
Tampoco Blázquez es un enemigo suyo. Ni tampoco de la Iglesia. Desea lo mejor para la esposa de Cristo y para usted en particular. Sólo ocurre que no vale. No vale para casi nada. O para nada.
Lo de la cruz le ha interpelado muy directamente a usted. Por su silencio. Que no pocos interpretarán por vergonzoso, miserable e interesado silencio. Entendido, con razón o sin ella, como treinta denarios.
Lo de las oraciones en la catedral, antaño mezquita, y antes todavía templo cristiano, se lo ha montado su colegui, no sé si con sus votos o sin ellos, presidente de la Conferencia Episcopal.
Tal vez piense, Don Juan José, que su enemigo soy yo. Se equivoca. Los berenjenales se los montan otros. Un canónigo de su catedral, presidente del cabildo, y un hermano en el episcopado.
Curiosamente ha respondido usted muy mal. En lo que es de su potestad se ha callado como un muerto. Como un mal obispo. En lo del colegui ha respondido pronto y bien. Como un buen obispo de Córdoba. Pero sin señalar a quien montó, con voz aflautada, todo el carajal.
Pues tiene usted que retratarse. Yo no soy el malo de la película. Ni la he interpretado, ni dirigido, ni la he filmado ni he escrito el guión. Sólo la comento. A usted se la han montado Juan Moreno y Ricardo Blázquez. Y ¡vaya película!
Hay un viejo refrán castellano que dice que quien con niños se acuesta, cuando se levanta, apesta. Pero, usted decide con quien se acuesta. No se moleste luego si le señalamos el mal olor.
Ha conseguido tener a su catedral sin cruz y reivindicada para el culto musulmán. Éste último parece que no le gusta. Y se lo aplaudo. Pero, si no tiene cruces, bien podría ser musulmana, lugar de bodas gays o lo que usted quiera. Lo que no podrá pedir es que nos callemos.