La JOC ha muerto. Lo mejor será enterrarla.

Hubo días, aún reciente, en los que el mundo obrero fue para unos esperanza, para otros temor y para todos realidad importantísima. Esas masas se habían alejado de la Iglesia y muchos de ellos tenían en el marxismo su programa. El intento de reconquistarles desde el Evangelio sólo puede merecer parabienes. Pero los resultados fueron más bien penosos. JOC y HOAC hicieron a muchos más católicos, consiliarios incluidos, marxistas que a marxistas católicos. Hubo años en los que buena parte de los cuadros dirigentes de los sindicatos y de los partidos de izquierda más radicales, también de los otros de una izquierda más aguada, eran gente proveniente de la JOC y de la HOAC que habían abandonado totalmente su fe católica e incluso su sacerdocio.
No voy a negar la existencia de algunos que compatibilizaron siempre la fe y su militancia obrera. Que siempre dieron testimonio de Cristo en sus fábricas y en sus barrios. Sin embargo esa minoría fue la que aseguró la pervivencia de los movimientos que eran sobre todo banderines de enganche de sindicatos y partidos abiertamente anticatólicos. Aquel relato bíblico... Si hubiera tantos justos... Pues como algunos había, como otros estaban interesados en mantener los centros de captación para el marxismo y la Iglesia en mantener la apariencia de que había algunos obreros católicos pues aquello pervivió. Había ciertamente más obreros católicos pero la mayoría de ellos no estaban ni en la JOC ni en la HOAC. Todo ello me recuerda mucho a lo que un queridísimo amigo me contaba de los años republicanos en Madrid. Él militaba en la Juventud Monárquica. Y en ella había un joven obrero. A quien todos conocían como el obrero monárquico. A veces hasta lo sentaban en la presidencia de un acto. Y en la prensa aparecía una reseña más o menos así: El conferenciante fue Don Fulano de Tal, ilustre abogado y con él se sentaron en la presidencia Don Zutano de Cual, catedrático de la Universidad, Don Perengano, ilustre académico y el obrero monárquico Don Tarangano. Ni que decir tiene que el pobre obrero monárquico, cuyo nombre conocí y ahora no me acuerdo, fue uno de los primeros asesinados en Madrid en el verano de 1936.
La JOC acaba de celebrar su Congreso en Ciudad Real. Son ellos quienes dicen que en el movimiento, asociación o lo que se quiera hay unos mil jóvenes. En toda España. Con lo que habrá provincias en las que, entre todos los afiliados, no hay ni para cubrir los puestos de la junta directiva.
No son ya nada. Y además no tienen ya el menor porvenir. Hoy en nuestro mundo occidental no hay una clase obrera. Todo es un mito que se resiste a morir. Los sindicatos no tienen cotizantes y viven de ayudas externas. A las manifestaciones del primero de Mayo no van ni todos los que viven del Sindicato.
Los obreros que son católicos van a sus parroquias con toda normalidad. Si se quieren integrar en una actividad parroquial lo hacen al lado de una marquesa, de un ingeniero de Caminos, de un sargento del Ejército o de un estudiante de periodismo. Juntos están en Cáritas, visitando enfermos, haciendo de catequistas o en un curso sobre las Epístolas de San Pablo. No existe "el obrero". Afortunadamente. Todos son católicos sin más. Y hay obreros que están en una situación económica mucho mejor que la viuda de un catedrático o que un guardia civil.
Me parece penoso, aunque pueda comprenderlo, ese intento de mantener vivo lo que ya se ha muerto. La madre que se resiste a que retiren a su hijo de esa máquina que ya no le aporta nada, los siete o veintitrés curas obreros que quedan y que se niegan a reconocer que aquello fue un inmenso fracaso sin futuro, los sacerdotes casados, también cada vez menos y mayores, que añoran su ministerio y se van a morir sin que la Iglesia se lo reconozca.
Me parecen algo así como ese señor, ciertamente señor, que a sus casi noventa años se niega a salir a la calle sin sombrero. Aunque su sombrero sea el único que pasea por las calles de su ciudad.
Esto es la crónica de un entierro. Cuanto antes se produzca mejor para todos. Respeto muchísimo las ilusiones apostólicas de aquellos miembros de la JOC o de la HOAC que las hayan tenido. Y estoy convencido de que algunos las tuvieron. O incluso las tienen. Pero lo que no "pue" ser no "pue" ser y, además, es imposible. Pasaron los tiempos de la diligencia, del vagón de tercera, de los obreros como clase explotada y miserable. Aquí eso ya no se da. Un obrero joven y católico se integra, si quiere, sin el menor problema, en la pastoral juvenil parroquial.
Mantener el gheto creo que es insultante para los obreros. Muchísimos de los cuales lo que son es profesionales con muy notable cualificación y muy aceptables sueldos. Que se los rifan las empresas. Y que algunos hasta consiguen llegar a importantísimos niveles económicos. Por citar un nombre digamos el de Paco el Pocero. Hoy Don Francisco Hernando. Que alguien me ha dicho, además, es un buen católico. Me lo han dicho. Sólo puedo asegurar que me lo dijeron.