Acabo de leer en Alba una larga entrevista a José Luis Martín Vigil. Que me devolvió a mi juventud. Le conocí, de jesuita en el colegio de Vigo. Mi ciudad. Era el cura de moda. Simpático, brillante, sabía hacerse con todos. Y allí escribió
La vida sale al encuentro que ya le dejó con aureola. Nos entusiamó a todos.
Ya estudiando en Madrid pasaba un día con mi Vespa ante una parada de autobús y le vi. Paré y le llevé a donde iba que no me acuerdo donde era. Hacía muy poco que había dejado la Compañía de Jesús.
Varios años después volví a encontrarle. En el Drugstore de Velázquez que estaba abierto cuando ya todo había cerrado. Y lo que vi no me gustó. Hasta el punto de que ya no me acerqué a saludarle. Ahora pensaba que había muerto en el olvido. Veo que no es así.
Tiene ya 87 años. Aunque por la fotografía parece que está bien. Y la entrevista es aceptable. Dice que sigue siendo sacerdote. Y se manifiesta como tal. Me alegro mucho. Me procupó verle como le vi hace unos cuarenta años. Hoy da la impresión que está muy de vuelta de aquello. Que no sé si era o a mí equivocadamente me lo pareció.