Un grupo de jóvenes de San Fernando de Henares está recogiendo firmas y montando iniciativas para que una estación del Metro que va a llegar a su localidad se llame Juan Pablo II.
Aplaudo sin reservas su empeño y suscribo la petición. Alguien podrá decir que las estaciones de Metro llevan el nombre de la calle principal aledaña o de algún monumento próximo: Tribunal, Príncipe Pío, Noviciado...
Pero todo es superable. Hoy ningún usuario, o uno entre diez mil, sabe nada del noviciado de los jesuitas hasta el siglo XVIII, quien era el Príncipe Pío o a qué tribunal se referirá la estación.
Si se aceptara la petición de estos jóvenes, el nombre iba a tener tal éxito que aún antes de inaugurarse todos los vecinos del barrio sabrían que era su estación de Metro. Yo sería contrario a dar a las estaciones nombres de personajes. No tiene sentido que alguien fuera de Rodríguez Zapatero a Aznar pasando por Evo Morales, Bush y Marilyn Monroe. Pero un caso tan excepcional como el de Juan Pablo II bien se merece una excepción. Y si luego viene algún memo que le cambie el nombre pues que cargue con su sectarismo.
Animo pues a Esperanza Aguirre, si es que la responsabilidad del Metro es suya como creo, a que acceda a la petición de esos jóvenes.