Me acaba de llamar el cardenal Ottaviani para darme la noticia. Como en Madrid hay un viento más que notable las comunicaciones con el cielo son complicadas y no se le oía bien. Pero eso es lo que me pareció entenderle.
Me parece una noticia penosa. Salvo para Alcalá que recibirá un extraordinario obispo. Quiera Dios que quienes han manejado los hilos de este desdichado asunto no se vean devorados por el fango en el que voluntariamente se metieron sin que nadie les llamara. Mucho más amigos de Plato que de Veritas. Y un plato de miserables lentejas. Posiblemente envenenadas.
La diócesis de Cartagena va a quedar destrozada. Y todos saben ya quien manda en ella. Y en la Iglesia española. Y en el Vaticano. Pienso que va a ser una victoria pírrica. Y que el tiempo, y pronto, pondrá a cada uno en su lugar. Lugar que para algunos va a ser muy maloliente.