Sigamos con el acto de ayer.

De Pepiño Blanco a Llamazares, de Redes Cristianas a los periodistas del pesebre, les ha sabido a todos a rejalgar. Pues a tragarlo. Y que se os indigeste.
Intentaron hacer cábalas con el número. Yo evidentemente no pude contarlos. Pero allí estábamos una multitud. Absolutamente comprobable por las fotografías que ayer y hoy se han visto. Muchísima gente. ¿No llegaron a los dos millones? Pudiera ser. Los organizadores barren para su casa. Es normal. Pero los críticos hacen el ridículo. Y me encanta que lo hagan. Se desacreditan solos. Múchísimos españoles han visto ya esa inmensa masa de personas pacíficas, sufridas, tres horas y media bastante insoportables y sin una queja, de todas las edades, que acudieron movidas por su fe y por su convicción de que la familia es algo muy importante y muy combatido.
Estoy seguro de que todos los asistentes repudiaban la política del señor Rodríguez Zapatero respecto a la familia. E incluso me atrevería a asegurar que el presidente del Gobierno no le era simpático a ninguno de los presentes. Pues ni un sólo grito contra él. O al menos yo no oí ninguno. Cierto que gritaban con su presencia masiva pero en silencio. Aunque ese silencio fuera clamoroso. Allí Zapatero no tenía un solo voto. El se encargó a conciencia de perderlos.
Recientemente he tenido un encontronazo con un matrimonio que se dice católico. Donde leí su penosa manifestación la encabezaba con un titular que llevaba una "ostentórea" falta de ortografía. De esas que hacen temblar el misterio. Un "ban" por un van. El medio les es favorable ideológicamente y no se me ocurrió pensar que aquello no era fruto de la cultura de los esposos sino de un redactor LOGSE del medio que les acogía y les daba resonancia. No tengo el menor inconveniente en reconocer públicamente que ese matrimonio, fruto de la educación franquista, sabe utilizar la b y la v. Bórrense pues mis bromas sobre su analfabetismo ortográfico. Ellos no se las merecían aunque yo fui engañado por otros, de los suyos, con absoluta buena fe por mi parte.
Pero subsiste todo lo demás. La estupidez supina de que la Iglesia en su gran mayoría está con ellos y no con quienes convocaron el acto de ayer. Con ellos no está nadie. Aunque hubieran ido diez mil personas a la plaza de Colón, o las casi doscientas mil que reconocen los más cicateros, serían una inmensa multitud frente a los quinientos escasos que acudieron a Entrevías pese a ser convocados a bombo y platillo.
La Iglesia está donde tiene que estar. Con el Papa y los obispos. Ayer se vio. Lo otro, mal que os pese, son marginalidades agonizantes. Nada. Sin el menor futuro. Si algunos quieren seguir haciendo el ridículo a mí me es igual. Quienes quedan retratados son ellos. Aunque sepan que la tercera persona del plural del presente indicativo del verbo ir se escribe con v.
El de ayer fue un acto grandioso. Que ha demostrado la buenísima pasta del catolicismo español. Tres horas y media, cuatro para muchos, aguantando a pie firme un acto pesadísimo. Creían que debían estar y estuvieron. Como estaba cerca de la tribuna vi bajar a eso de las doce a un obispo en busca del único servicio higiénico que vi en los alrededores. La multitud no tenía nada a su alcance. Y allí había ancianos y niños. Muchos. Pues todos a pie firme y si había necesidad pues a aguantarse.
Dados los tiempos que nos esperan actos como éste volverán a repetirse. Y allí volveremos a estar. Pero que se lo piensen mejor. Más breves. En mi opinión mejor con una misa y si se quiere dar un protagonismo a algunas personas representativas de los movimientos, que me parece muy bien, pues tres minutitos y todos encantados. En dos horas todos a casa.
El catolicismo español ayer se lanzó a las calles. Y las llenó. A rebosar. Porque hubo muchísimos más que sin poder estar entre nosotros también estaban allí. La Iglesia convocó en los últimos tiempos tres convocatorias y las tres han demostrado que ahí estaba el Pueblo de Dios.
Alguien ha dicho que sólo hay dos organizaciones con poder de convocatoria. La Iglesia católica y las Víctimas del Terrorismo. Y no le falta razón. Recientemente todos presenciamos la bochornosa concentración en la Puerta de Alcalá, convocada por todos los partidos políticos, encabezados por el PSOE y el PP, a la que ni siquiera cinco mil personas acudieron. Y supongo que las manifestaciones del primero de mayo convocadas por los Sindicatos dejarán de celebrarse porque ni van los que están a sueldo.
Espero que todos habrán tomado nota del acto de ayer. Unos ciertamente por sus reacciones viscerales e indignadas. Los obispos porque han comprobado que si se ponen al frente de su pueblo éste le sigue. Los católicos de filas que se han sentido gozosamente felices entre sus hermanos. Comprobando que somos una grandísima familia.
No quiero concluir sin señalar lo que me pareció una clamorosa ausencia. Vi numerosas pancartas de parroquias neocatecumenales. Muchas. Que las exhibían con santo orgullo. De muy diversos lugares de España. Pero eché de menos mil pancartas más. Colegio de los Jesuitas de..., y de..., y de.... Y de las monjas del Sagrado Corazón, de la Enseñanza, de Jesús María, Escolapias, Vedrunas, Salesianos y Salesianas, Hermanos de La Salle, Maristas, marianistas... De esas no vi ninguna. Seguidas de miles de alumnos, de religiosos, de profesores... Es una asignatura pendiente.
En un acto tan importante, con tanta presencia de los movimientos, los religiosos y las religiosas parecían no estar. Claro que había numerosas monjas entre los asistentes. Gozosas y gozadas. Pero lo que señalo me parece muy grave, muy importante y muy triste.
¿Los obispos ya no pueden contar con los religiosos? ¿La FERE y la CONFER están en otro lado? ¿El Pueblo de Dios ya sólo tiene a los sacerdotes diocesanos y a los movimientos? Pues ayer dio la impresión de que nada más.
No están. No estuvieron. O si estuvieron no se les notó