Uno escribe siempre con prisas y no relee después lo escrito. Soy el primero en reconocerlo. Y ello lleva a veces a que el lector saque conclusiones ajenas a mí propósito.
Evidentemente este no es un Blog de sociedad en el que se da cuenta de fallecimientos de artistas de cine, futbolistas, cómicos o marqueses. En los que las simpatías o antipatías del autor hacen elogio o muestran censura.
Creo que se manifestaba en mi artículo que mi desafecto hacia el señor Coll era por no considerarle de los míos. Pero también pienso que estuve poco afortunado en la expresión y algunos han podido pensar que me manifestaba crítico porque no me gustaban sus chistes, porque era bajito o porque era de Cuenca.
No me gustaban sus chistes, no tengo nada contra los bajitos y algún queridísimo amigo tengo entre ellos y me encanta Cuenca. Pero, por si alguien no me entendió bien, mis nulas simpatías por José Luis Coll vienen solamente porque él no simpatizaba con todo lo que yo quiero. Y, sobre todo, con el catolicismo.
Pues, eso es todo. Su fallecimiento no me produjo tristeza alguna. Personal. Comprendo y respeto el dolor de los suyos. Pero ese no es el mío. Y le encomendé a la misericordia de Dios. A lo que creo estaba obligado. A más, no.