Hay que apechugar con los propios actos,

Es recurrente por algunos censurarme por dar unas noticias que según ellos no deberían darse. Porque en su opinión dañan a la Iglesia. Con lo que estamos en lo de siempre. Si dañan a la Iglesia será porque el noticiable no lo ha hecho bien. Y él será el culpable. No quien cuente lo que ha hecho.

Son estos días en lo que es casi imposible que nada quede oculto. Todo termina sabiéndose antes o después. Pues, si no quieres salir en los papeles, no lo hagas. Y si lo haces, a apechugar.

Entiendo la protesta ante calumnias o falsedades. Claro que este Blog se puede equivocar y dar por hecho lo no ocurrido. Pero tan pronto se da cuenta del error lo desdice inmediatamente. Tenéis claras pruebas de ello. Estoy convencido de que puedo equivocarme y cuando eso ocurre lo digo. Por obligación moral. Y además no me cuesta nada. No sufro lo más mínimo por decir que me engañé o que me engañaron. En ese punto mi vanidad y mi orgullo son cero. Y los lectores lo saben.

Luego está otra cuestión verdaderamente curiosa. Y que denota un pintoresco espíritu democrático en algunos. Vamos, que son unos dictadores como la copa de un pino. De un pino piñonero. Que creo que son los que tienen copa.

Yo no puedo tener opinión. La única que vale y la que se puede sostener es la de ellos. Son la perfecta representación de los versos de aquella zarzuela que decía, más o menos, cito de memoria, "Libertad de pensamiento/ proclamo en alta voz/ y muera el que no piense/ igual que pienso yo".

Pues ahí tampoco reblo. Creo que el el Blog hay una gran libertad para todas las opiniones. Últimamente he decidido cortar algunas comunicaciones pero no por su contenido sino por su continente. Aquello no era un lenguaje cuartelero sino ya burdelero. Y cuidado que me costó tomar la decisión. Seguro que debía haberlo hecho mucho antes. Pero lo que no tendría sentido sería que el único que no pudiera decir lo que piensa fuese yo.

Mis juicios, mis simpatías y antipatías, son por supuesto compartibles o no. O sólo en parte. Y acepto todos los juicios sobre ello. Aunque sean contrarios. Ejemplito al canto para los duros de mollera. Si yo digo que una cosa es verde y que ese color es el más maravilloso del mundo, entiendo perfectamente que alguien diga que para él es mucho más maravilloso el azul. O que el verde no le gusta nada. Pero lo que no tiene sentido es negar que sea verde lo que lo es. O protestar porque se diga que es verde lo que tiene ese color.

Porque aquí se dan esos dos criterios. El del que niega que sea verde un prado y el de que aún reconociendo que es verde no quiere que se diga no vaya a ser que se enteren las vacas y vengan a pastarlo. Como si las vacas fueran ciegas y no vieran el prado.

Como digo hoy ya no queda nada oculto. Pues los obispos, si no quieren ser criticados que no hagan obispadas. Porque lo grave no es la crítica sino la obispada. Que siguen multiplicando.

Después viene algo inevitable. Con lo que también tienen que contar. Con sus actuaciones caen bien o mal a unos o a otros. Se entiende perfectamente que unos obispos estén en el punto de mira de los enemigos de Dios y de la Iglesia. Normalísimo. Pero los hay que tienen encantados a esos enemigos. Debería preocuparles mucho. Porque en algo se están equivocando. Y si eso se repite, más preocupante todavía.

El obispo que cae bien a El País, a Redes Cristianas, a Esglesia Plural, a la Juan XXIII y a similares debería pensárselo. Y a mi, aunque sólo fuera por eso, me cae mal. Y lo digo. Creo que lo grave no es que lo diga. Lo verdaderamente alarmante son esos amores. Que, además, son mentirosos. Porque en el fondo les revienta cualquier obispo. Aunque parezca de los suyos.
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