El arzobispo de Santiago recoge velas.

La que han armado algunos obispos con el boicot a la misa madrileña del 28 de diciembre. Si quisieron demostrar que la Iglesia española estaba dividida no lo pudieron hacer mejor. Esos son los titulares, regocijados los más, no precisamente los de este Blog, cada vez que algún obispo se descuelga. ¡Albricias, otro que no sigue a Rouco!¡Son más los que no van que los que vienen! ¡Los obispos plantan cara al presidente de la Conferencia Episcopal! ¡El cardenal de Madrid de capa caída! ¡Tiene lo que se merecía! Más o menos esa es la presentación de la noticia.

Todos sabemos, y el primero el cardenal Rouco, que éste sólo tiene jurisdicción sobre su diócesis. Conoce perfectamente, aunque no fuera jurista, que lo es, que no puede intrusarse en una diócesis ajena. Porque no le serviría de nada. Cada obispado sólo puede ser regido por su obispo salvo la primacía de Pedro. Por nadie más. Si el arzobispo de Madrid convoca un acto en su diócesis sabe que sólo puede invitar a sus hermanos en el episcopado y a los fieles de esos hermanos a que se reunan con él si les parece oportuno.

A algunos no les ha parecido oportuno. No por el acto en sí pues a ningún obispo puede incomodar una misa por la familia sino por derivadas segundas que son ya más difíciles de evaluar. ¿Tienen algunos obispos antipatía personal al cardenal de Madrid hasta el extremo de querer deslucirle un acto que convocó? ¿Les molesta su modo de presidir la Conferencia Episcopal? ¿Tienen graves diferencias de criterio con él sobre asuntos importantes de la Iglesia? ¿Esas antipatías, reservas, molestias, discrepancias, son tan graves como para manifestarlas públicamente con el consiguiente escándalo?

La familia ha sido gravemente agredida desde el poder. Y la ofensiva no se ha detenido. Es más, se incrementa. Eso está a la vista de todos. A algunos les parece muy bien. Y los hay, si bien poquísimos, que lo niegan. Que los católicos pidan a Dios por la familia parece una elemental súplica de creyentes. Cierto que lo pueden hacer individualmente, en familia, en las parroquias, en cada una de las catedrales de las diócesis de España o en una manifestación nacional conjunta.

Del poder de la oración, y del mismo sacrificio de la misa, nada podemos decir más que existe. ¿Qué sabemos nosotros del peso de las cosas que Dios mide en sus altas balanzas de cristal? ¿Atenderá nuestras súplicas? ¿Querrá probarnos con más tribulaciones? Nada podemos decir. Sólo confiar en que nos sea propicio.

Una magna concentración celebrando una misa no es un acto político. Allí no se va a gritar contra el Gobierno ni a pedir a la oposición que lo sea de verdad en defensa de la familia. Pero evidentemente no es lo mismo un señor o señora rezando en su casa por la familia, o mil personas reunidas en una misa en la catedral de Madrid o de Barcelona que un millón en la Plaza de Colón. Cara afuera e incluso a uno mismo. Porque un millón de personas con una concepción de la familia, y que además se sabe que son bastantes menos que quienes la tienen igual, inquieta. No se puede estar tocando permanentemente las narices a toda esa gente. Porque igual un día se enfadan. O se enfadan más.

Y como digo eso también tiene efecto sobre quienes quieren defender la familia. Porque no se siente igual el que la encomienda desde su casa o se reune en la catedral de Barcelona con ochocientas personas o en Valencia de Don Juan con doscientas cincuenta que el que se ve rodeado de un millón de católicos que quieren lo que él.

El cardenal de Madrid, con mayor o menor tacto, no lo sé, propuso a sus hermanos una gran eucaristía en la Plaza de Colón. E inmediatamente empezaron algunos a proponer misitas en sus diócesis. Lo que muchos interpretaron como un boicot a lo que había propuesto el cardenal Rouco y como una sonora bofetada al mismo. Que todo el mundo se enterara.

Jamás se habían preocupado por nada similar y de repente, como las setas en el otoño, surgieron actos que eran abiertamente disuasorios del de Madrid. O así se interpretaron.

Cierto que no ha sido igual en todos los obispos que no van a asistir a Madrid. El de Pamplona, por ejemplo, celebra ese día una eucaristía de honda raigambre en la diócesis y que siempre presidía el obispo. El castrense, que tiene un obispado que va de Afganistán a Haití posiblemente en días tan familiares quiera estar con sus hijos que se encuentran tan lejos de sus familias. Lo que a no pocos les pareció escandaloso fue ese tour de force llevado a la plaza pública. de obispos que si no se hubiera convocado lo de Madrid hubieran dejado transcurrir el domingo de la Sagrada Familia sin que nadie se enterara.

Y ahora viene lo del arzobispo de Santiago. Don Julián Barrio fue de los que montaron un sucedáneo dando la impresión de que para jorobar al cardenal de quien había sido obispo auxiliar. Y de la noche a la mañana retrasó una horas el acto que había convocado y anunció su presencia en la plaza de Colón.

Hecho bastante sorprendente y al que sólo le veo dos explicaciones. La primera es que Don Julián se dio cuenta de que se había metido en un charco, que le estaban involucrando en lo que no pretendía, y dio marcha atrás. Compaginando la celebración diocesana con su presencia en Madrid. Si así hubiera sido mi felicitación al señor arzobispo. Como ya he dicho, de sabios es rectificar.

La otra es la de que hubiera recibido una llamada de alguien con autoridad que le pidiera enmendase su decisión primera. No sé cual es la válida.

Y concluyo restando importancia a la no presencia del representante de Su Santidad en España ante el Gobierno español. Que es quien está agrediendo a la familia. Parece excusada su diplomática ausencia. Sobre todo cuando quien se va a hacer presente en Madrid, el el acto de Colón, es la persona a quien representa, Su Santidad Benedicto XVI. En la plaza de Colón. No en las catedrales de Sevilla, Barcelona, Seo de Urgel o Badajoz. Ni en Valencia de Don Juan, donde va a estar el Julián leonés. Salvo que también rectifique. Que todo es posible.
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