Los obispos de Badajoz en el siglo XIX.
La revista Pax et Emerita, Revista de Teología y Humanidades de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, acaba de publicarme -vaya desde aquí mi agradecimiento-, un estudio sobre los obispos de Badajoz en el siglo XIX (3, 2007, pp. 247-318). Os lo reproduzco pues me consta que hay lectores a quienes interesan estas cosas. A quienes no, se lo saltan. No perderán mucho. No encontré en el ordenador la última corrección por lo que lo impreso puede tener alguna mínima enmienda. Suprimo aquí las notas bibliográficas (443) por no hacerlo todavía más largo.
LOS OBISPOS DE BADAJOZ EN EL SIGLO XIX
Badajoz tuvo en el período que estudiamos diez obispos, dos de ellos religiosos: un dominico y un franciscano. Cosa extraña, pues en la época no era frecuente nombrar obispos entre los naturales de las diócesis para las que iban a ser nombrados, tres de ellos fueron extremeños, siendo además dos de la provincia de Badajoz. Entre estos dos últimos llenaron prácticamente el período, uno con un pontificado de casi cuarenta años y otro con veinticinco años de obispo. De los restantes, uno procedía de Castilla-León, otro fue gallego, andaluz uno, otro valenciano, otro aragonés, uno vasco y otro castellano-manchego.
Fue diócesis más exportadora que importadora de obispos. Dos llegaron a ella, uno de abad de La Granja y otro de Tenerife. Y cinco salieron de Badajoz. Dos para hacerse cargo de arzobispados: Zaragoza y Santiago de Cuba. Dos para obispados más importantes: Vitoria, que lo inauguraba como primer obispo, y Barcelona. Y el quinto en claro descenso: Segorbe.
Los grandes obispos pacenses fueron los que llenaron el siglo con sus largos pontificados y García Gil, que llegaría a cardenal en Zaragoza y que fue una importante figura de la Iglesia española, si bien de segunda categoría. Fueron muy breves los pontificados de Alvarez de Faria, Alguacil, Monserrat, Hernández Herrero y Sáenz de Urturi.
1.-Gabriel Alvarez de Faria Sánchez Zarzosa (1797-1802)
Se inaugura el siglo en Badajoz con un obispo del que apenas tenemos noticias. Nació en Badajoz el 20 de enero de 1721 . Preconizado el 18 de diciembre de 1797, fue consagrado en la catedral de Badajoz el 6 de marzo de 1798 y falleció casi cinco años después, el 11 de abril de 1802 . Guitarte, que casi en la totalidad de los obispos que inventaría, nos dice quien fue la persona que le consagró y los otros dos obispos asistentes, ignora ese dato respecto a Alvarez de Faria. Y lo mismo ocurre con la web Catholic-Hierarchy. No debió ser ajeno al nombramiento su apellido, que coincidía con el segundo del omnipotente valido Manuel Godoy Alvarez de Faria Ríos Sánchez Zarzosa , pues no en vano era tío suyo , como hermano, el obispo, de la madre del valido. Como de Gabriel Alvarez de Faria no suele citarse el segundo apellido, cabe la duda de que fuera hermano, pariente ciertamente lo era, de otro tío del omnipotente ministro que se caracterizó siempre por apoyar a la familia . Nos referimos a Juan Manuel Alvarez de Faria y Sánchez Zarzosa, nacido también en Badajoz bastantes años después (1742) y fallecido en 1808. Militar de brillante carrera, era cadete en 1758, brigadier en 1791, mariscal en 1792 y teniente general en 1794. Fue inspector general de Infantería en 1794 –Molas dice que de 1793 a 1796 , Capitán general de Andalucía en 1795 y Ministro de la Guerra entre 1796 y 1799 . Cuenca la disipa al asegurarnos que el obispo era “hermano del general y ministro de la Guerra” .
Gabriel Alvarez de Faria, de “familia hidalga”, su hermano Juan Manuel era de la Orden de Santiago , fue doctor en Teología e hizo su carrera eclesiástica en la catedral de Badajoz donde fue canónigo, chantre y deán . Llegó a obispo, de ser cierta la fecha que damos para su nacimiento, a la avanzadísima edad de 76 años por lo que era necesaria mucha recomendación para conseguir tal nombramiento y para que Roma lo confirmase. Pero no era poca la que tenía a su disposición en aquellos sus días españoles. Por eso no extraña que fuera él el obispo que llegó con más edad al episcopado en la época .
De lo que fue el influjo de Manuel Godoy y Alvarez de Faria respecto a promocionar clérigos extremeños al episcopado, nos deja Cuenca prueba fehaciente al consignar que en el período 1794-1808 fueron consagrados obispos nada menos que diez eclesiásticos nacidos en Extremadura. Fueron el pacense Diego Melo Portugal, Obispo de Osma, 1794, y de Jaén, 1795; el también nacido en Badajoz Francisco Javier Cabrera Velasco, obispo de Orihuela, 1795, y de Avila, 1797; el emeritense y dominico Vicente Navas, obispo de Comayagua en Honduras, 1795; nuestro hombre, Alvarez de Faria; José Mohedano, nacido en Talarrubias, obispo de Guayana en Venezuela, 1800; Mateo Delgado Moreno, arzobispo titular de Sebaste, 1800 y arzobispo-obispo de Badajoz, 1802, nacido en Oliva; Joaquín Encabo ORSA, obispo de Cebú en Filipinas, 1804, hijo de Jarandilla; Rodrigo Antonio Orellana, nacido en Medellín, Obispo de Tucumán, en Argentina, 1805 y de Avila, 1818; Hipólito Sánchez Rangel, natural de Los Santos de Maimona, Obispo de Maynas, en Ecuador, 1805, y de Lugo, 1825; y Pedro García Panés, franciscano y obispo de Asunción (Paraguay), 1807, también natural de Jarandilla. Mientras que de la caída de Godoy a la del Antigua Régimen (1808-1833) sólo se nombraron dos obispos extremeños: Juan Sánchez Barragán y Vera, natural de Berlanga, obispo de Ceuta, 1830; e Isidoro López Pulido OSB, natural de Montehermoso, obispo de Urgel, 1824 y de Segovia, 1827. Creemos que no es necesario añadir nada más para demostrar las preferencias del valido de Carlos IV por los hijos de su tierra. No es de extrañar pues su empeño por que alcanzara la mitra quien además era su tío, lo que también iba en lustre de la familia.
Pero, además, creemos que aun se podría añadir algún nombre a la lista que da Cuenca pues también fue obispo en los días de Godoy, Lorenzo Igual de Soria, obispo de Pamplona, 1795 y de Plasencia, 1803, nacido en El Gordo, hoy provincia de Cáceres porque en los días del valido aun no existían las provincias. Guitarte, en lo que creemos error, nos dice que tal pueblo, famoso por tener en su iglesia, en competencia con la parroquial de Alfaro, la que es, seguramente, la concentración de cigüeñas mayor de España, pertenecía a la diócesis de Coria. De pertenecer a una diócesis de Extremadura no sería a la cauriense sino a la placentina. Pero nos parece que por aquellos días pertenecía a la de Avila. Asimismo, Pedro Luis Blanco, obispo de León, 1800, natural de Valverde del Fresno, pueblo ya de la raya con Portugal en el norte de la provincia de Cáceres. Y aunque salmantino, pues nació en Béjar, el hecho de pertenecer a la diócesis de Plasencia tal vez no fuera ajeno a la promoción del franciscano Miguel Sánchez Cerrudo a la diócesis de Santa Marta en Colombia, 1804. Ciertamente la sombra de Godoy era alargada.
2.-Mateo Delgado y Moreno (1802-1841)
Al tío del omnipotente valido le sucedió Mateo Delgado, de larguísimo pontificado, que le permitió conocer todas las vicisitudes que atravesó la Iglesia española en prácticamente la primera mitad del siglo XIX.
Era hijo de la tierra pues nació en Oliva de la Frontera (Badajoz), el 15 de febrero de 1754 . Estudió en su seminario diocesano, puesto bajo la advocación del obispo de Pistoya San Atón y no San Antón como dice Gil Novales , que seguramente ignorará la existencia del santo obispo de Pistoya a quien una inverosímil y tardía leyenda le hace nacido en Badajoz . Acudió, después, Delgado Moreno, a las universidades de Sevilla y Santo Tomás de Avila, doctorándose en esta última en Teología. Chantre mayor de la catedral de Lérida , rector del seminario de Badajoz (1789-1794), preceptor o profesor de Godoy, capellán de honor y penitenciario mayor de la Real Capilla (1794) , no pudo ser ajeno al paisanaje y a la preceptoría el que el 22 de diciembre de 1800 , o el 1 de febrero de 1801 , fuera nombrado arzobispo in partibus de Sebaste y Abad del Real Sitio de San Ildefonso. Para Guitarte, esta última fecha es la de su consagración en San Isidro de Madrid, de manos del arzobispo de Toledo, el cardenal Borbón, en ceremonia que debió ser espectacular pues, con él, fueron consagrados Antonio Palafox y Croy como obispo de Cuenca, Buenaventura Moyano Rodríguez como obispo titular de Sebastopópolis, auxiliar de Toledo y Antonio Luis Gaona, de la Orden de Santiago, como obispo titular de Olba, Prior de Uclés . Fort coincide en el lugar y la fecha de la consagración episcopal.
Según Gil Novales había sido también sacristán en la catedral de Lérida y arcediano de Guadalajara. Y nombrado obispo de Argel, silla a la que renunció . Desconocemos en que se basa para aseverar este último nombramiento que parece alucinado. Argel no era diócesis española y en aquellos días ni siquiera diócesis. La fracasada expedición de O'Reilly no era previsible que llevara en sus navíos a un obispo para el caso de que se conquistase la ciudad, pero, aunque lo llevara, no podía ser Delgado que en 1775 contaría sólo 21 años. Rubio, en su nota biográfica en el DHEE, que Gil Novales sigue casi a la letra, nada dice de este nombramiento . Lo de la prebenda en la catedral ilerdense ya lo habíamos mencionado y el arcedianato de Guadalajara, con su correspondiente canonicato en la catedral de Toledo, se le concedió para aumentarle las rentas y, de ese modo, "poder atender al decoro de su dignidad" al frente de la abadía de La Granja .
Brevísima fue su permanencia en La Granja pues, el 9 de agosto de 1802 , es trasladado a la diócesis pacense. Como su título in partibus era arzobispal, pese a ser un obispado la diócesis que se le encomendaba ahora, conservó aquella categoría a título personal, siendo el único prelado pacense en este siglo XIX cuya verdadera denominación fue la de arzobispo-obispo de Badajoz. Llegaba a su Extremadura natal con 48 años, conociendo perfectamente a su pueblo, con notable experiencia eclesial y con la tutela del dueño de España ya que lo era de la voluntad de sus reyes. La protección del valido supuso que la supresión de la incorporación de los estudios de los Seminarios a las Universidades no afectara el Seminario de Badajoz por Real Orden de 11 de septiembre de 1807 .
Cuando Manuel Godoy, perdido el poder y desde el desengaño y el fracaso, redacta sus Memorias, aun tendrá un recuerdo afectuoso hacia su antiguo profesor que, ciertamente, había dejado honda huella en él .
La guerra de la Independencia colocó al arzobispo-obispo decididamente del lado nacional, dando "cumplidas muestras de generosidad, de espíritu de sacrificio y de un acentuado patriotismo. Fue algún tiempo presidente de la Junta Suprema de Defensa de Extremadura y vocal de alguna de sus secciones . Cuando los franceses tomaron su capital huyó el obispo y, aunque los invasores intentaron que regresara, no lo consiguieron de Delgado .
Con el obispo huido, el Duque de Dalmacia, Soult, nombró a un clérigo afrancesado, el sevillano José María González Aceijas –marzo de 1811-, máxima autoridad eclesial de la Extremadura dominada por los franceses. Sarmiento, dando muestra de no muchos saberes canónicos, dice que porque “la sede permanecía vacante” . Badajoz estaba “sede plena” aunque su legítimo obispo, como hicieron tantos hermanos suyos de España, se hubiera escapado para no caer en manos francesas. González Aceijas se dirigió a los párrocos, haciendo propaganda del afrancesamiento, nos imaginamos que con nulo resultado . Afortunadamente la suerte de las armas españolas que desde Bailén habían ido de fracaso en fracaso, o, mejor dicho, del ejército angloespañol, pronto cambió, liberándose Extremadura. No hemos visto noticia del regreso de Delgado a la capital de su diócesis pero la suponemos apoteósica. Porque así debió ser.
De cómo debió quedar esta diócesis, al igual que otras muchas, tras la dominación francesa, tenemos constancia por la solicitud de ornamentos y vasos sagrados que hizo el cabildo pacense a otras iglesias hermanas para poder seguir celebrando los cultos divinos .
Sus simpatías por el liberalismo fueron nulas, hasta el extremo de que un sacerdote le denunció a las Cortes por observar en él "una conducta contraria a la Constitución" . Y como casi todos sus hermanos también él representó al Congreso reunido en Cádiz en favor de la Inquisición .
En el enfrentamiento gaditano nuncio-primado, con motivo de las dispensas matrimoniales que tanto Gravina como Borbón, este último más por influjo de su camarilla jansenista que por propio impulso pues era difícil que pudiera tener alguno, -“era su cortedad tanta”, en gráfica frase del conde de Toreno a quien podemos contarle entre sus amigos ideológicos pues el cardenal era abiertamente liberal-, sostenían ser ellos los dispensantes, el primero por delegación pontificia y el cardenal por los poderes inherentes al episcopado, Higueruela coloca a Mateo Delgado entre los obispos que estaban con el nuncio, si bien con algunas reservas, aunque no especifica cuales . Actitud por otra parte coherente con toda su línea eclesial como nos confirma Sierra .
"Pasado el torbellino de la invasión francesa, se consagró a remediar sus estragos. Recorrió al efecto, uno a uno los pueblos de la diócesis. Reconstruyó el seminario, casi destruido durante los asedios de Badajoz. Para mejorar la formación del clero confió el seminario a los misioneros de San Vicente Paúl y creó al mismo tiempo la casa de ordenados" . Algún tiempo después, el 1 de enero de 1828, llegan las Hijas de la Caridad para hacerse cargo de la Casa de beneficencia de Badajoz .
El 30 de mayo de 1816 publicó una pastoral introduciendo en su diócesis el catecismo que había publicado el obispo hispanoamericano José Antonio de San Alberto bajo el título de Catecismo real, que bajo la forma de instrucción, compuso y publicó para enseñanza de los seminarios de niños y niñas de su diócesis . Los retoques de Delgado Moreno son apenas actualizaciones de fechas y del nombre del nuevo monarca . Resines, el historiador de la catequesis hispana, confunde monarquismo con regalismo y así nos presenta a un obispo de Badajoz acabado ejemplo de regalista español cuando de ello apenas nada tuvo, aunque sí una indubitable adhesión a Fernando VII. Tampoco creemos ultrarregalista a San Alberto. Por lo que nos parece no haber entendido casi nada del momento histórico, sin negar otros valores a la obra, que ciertamente los tiene, al hacer afirmaciones como la siguiente: "como es lógico (Delgado Moreno) se identificaba plenamente con los principios regalistas vertidos en la obra" . Si bien no nos extraña nada esa ignorancia del mundo histórico en el que se insertaba la catequesis que él historia por cuanto acaba de demostrarla hasta cotas inmarcesibles –por favor que se nos entienda la ironía porque es imposible encontrar algo más marchito-, con la historia que acaba de publicar de la archidiócesis de Valladolid .
Del modo de pensar del arzobispo-obispo de Badajoz creemos que quedará clara constancia con solo reflejar alguna frase de su exhortación: "política contraria a la Santa Religión cabe solo en un entendimiento preocupado de la falsa filosofía e ignorante de la fe" u "¡Ojalá que jamás se hubiera olvidado esta verdad fundamental, y no hubieran sido seducidos muchos por las novedades contrarias a la religión que profesamos! Pero llegaron los tiempos calamitosos anunciados en las Santas Escrituras en que levantándose de entre nosotros hombres que hablarían cosas perversas y atraerían así muchos discípulos lisonjeados con el lenguaje de igualdad y libertad y derechos del hombre que tanto halaga al amor propio y soberbia del corazón humano, atacarían las dos columnas que sostienen el orden de la humana sociedad" . Que para el pacense eran, sin duda, la religión y la monarquía. Curiosamente, la diatriba con dos blancos: los revolucionarios franceses y los doceañistas gaditanos, una vez más unidos en el pensamiento contrarrevolucionario, es presentada como una tesis regalista cuando acabado ejemplo de tal eran precisamente los enemigos de Delgado Moreno. Tanto en el modelo de la Constitución Civil del Clero y en su secuencia edulcorada bonapartista como en el caso de nuestros constituyentes gaditanos.
Cuando en 1817 el rey consulta a los obispos sobre la oportunidad de una amnistía, la respuesta de Delgado no deja lugar a la menor duda. Denuncia a los filósofos y al jansenismo, considera menos culpables a los afrancesados que a los liberales, señalando como estos últimos van resurgiendo y que el rigor con ellos no existió, "porque el rey más ha parecido un padre piadoso que un juez severo". No se trataba de injurias personales que el rey podía perdonar sino "del bien de la Religión y de la Monarquía " por lo que el obispo se mostraba inexorable . No seré yo quien salga en defensa de aquel rey desconfiado e ingrato que llegó a cotas notables de abyección en Bayona y en su cautiverio francés. En las que no le dejaron solo los restantes miembros de la Real Familia en manos de Bonaparte. Pero hay mil testimonios, tanto de “los mal llamados años” del sexenio absolutista que siguió al triunfo sobre los franceses, como de la “década ominosa” subsiguiente al Trienio liberal, que acreditan que el rey no seguía los deseos de sus declarados partidarios. La historiografía liberal, que fue la historia de entonces, lloró las muertes, y ensalzó las figuras, de los mártires de la libertad. Qué fueron contados y prácticamente en su totalidad, cogidos con las armas en la mano sublevados contra el rey. Lacy, Porlier, Vidal, Riego, el Empecinado, Torrijos... y Marianita Pineda. Qué más quería la literatura romántica que aquella figura femenina, con o sin bandera bordada, para hacer llorar a generaciones. Se ahogaba en sangre la libertad. Naturalmente no se hablaba de los crímenes liberales que se ocultaban a la historia. Strauch, Vinuesa, los presos realistas del castillo de San Antón de La Coruña... Y después, ya con Fernando VII repuesto por segunda vez en sus derechos absolutos, Bessières, los agraviats de Cataluña... Aunque estos últimos podrían tener la misma justificación de la sublevación armada. Delgado Moreno era ajeno a las manipulaciones de la historia. Simplemente expresaba sus sentimientos, que eran los del pueblo católico español.
Durante el Trienio liberal, pese a su avanzada edad, fue de los obispos que mostraron más valentía ante las autoridades en defensa de la Iglesia. Siendo dignísima la actitud de la mayoría del episcopado. Ante el intento gubernamental de que los obispos se inmiscuyeran en el régimen de los regulares, Delgado pidió las correspondientes facultades al nuncio y, así como algunos obispos, una vez que dispusieron de ellas, obraron conforme a las mismas sin más aclaración, el arzobispo-obispo de Badajoz puso buen cuidado en dejar constancia de que actuaba como delegado apostólico. Como el Gobierno le exigiera que no usase tal denominación, responde el 4 de febrero de 1822 que no necesita amenazas para respetar, amar y obedecer al rey, cosa que tiene acreditada "por más de veinte años en su ministerio", siempre que "le sea lícito ante Dios" .
Insiste el Gobierno en su exigencia y el obispo en su actitud, aun en dos contestaciones más, del 19 de abril y del 24 de junio de 1822 , que son un modelo de dignidad episcopal. Urgido a dejar la mitra o a no usar el título de delegado apostólico, responde que dejará de utilizarlo en lo sucesivo por ser ya notorio a todos que actúa como tal . Fue, sin duda, uno de los obispos más valientes en unos días de prelados valerosos. Aunque hubiera en ellos alguno que no estuvo a la altura de lo que exigía su carácter episcopal: Borbón, Posada, González Vallejo y apenas algún otro.
Fue excelente, asimismo, su Exposición sobre diezmos y bienes de la Iglesia , su protesta por el traslado ordenado por la autoridad civil de canónigos de unas diócesis a otras (13-XI-1822) y la defensa que hizo de los conventos de su obispado (24-XI-1820) . Podemos por tanto situarle entre los obispos que con más valentía resistieron las ingerencias del poder civil en cuestiones puramente eclesiales, adquiriendo por ello más que notable prestigio entre los católicos españoles. Sarmiento desconoce todos estos hechos y en base a algunos escritos de circunstancias considera que "colaboró con el nuevo sistema", aunque reconoce que era "completamente opuesto a las ideas liberales" . La colaboración se limitó a oficiar una misa solemne en las fiestas celebradas en Badajoz el 9 de julio de 1820, con motivo de la jura de la Constitución por Fernando VII . ¡Ya lo celebraron con retraso! A publicar una pastoral el 18 de abril de 1820, en los primeros momentos del cambio de régimen que parecía aceptar el rey, con las recomendaciones clásicas de obediencia a las autoridades y a la Constitución. Si bien entendiendo esta última de modo muy distinto a como la entendían los liberales pues decía a los párrocos que manifestasen a sus feligreses "que la Constitución política que hemos jurado señala por la primera y más esencial obligación de todo español la observancia de nuestra Santa Religión, con exclusión de cualquier otra, y que por lo mismo todo lo que prohíbe la Religión lo prohíbe la Constitución" .
El 15 de mayo de 1821 escribió otra pastoral en la que insiste en la obediencia a las autoridades . Y, por oficios de 19 de junio de 1820 y 25 de abril de 1821, encarga a los sacerdotes que expliquen la Constitución como había ordenado el Gobierno . De todo lo expuesto no cabe afirmar el "colaboracionismo" del obispo. Cierto que hubo alguno que ni permitió la explicación de la Constitución en los templos pero de la actitud del obispo de Badajoz solo cabe deducir la voluntad de la Iglesia de llevarse bien con la nueva situación. Sólo cuando las constantes intromisiones del Gobierno en la jurisdicción eclesiástica hicieron imposible el compromiso la Iglesia española, con contadísimas excepciones, asumió una postura de abierta beligerancia.
Romero Alpuente, en una confusa afirmación, dice que "los obispos de León, Galicia y Extremadura no estaban descubiertos (contra el sistema) en tanta manera, pero no por eso eran los que menos trabajaban en nuestra ruina por medio de las conspiraciones que aparecieron aunque duraran poco en Extremadura y Galicia" . ¿Cuáles eran los obispos de León? ¿No habían quedado los historiadores proclives al liberalismo que el de Astorga, Martínez Riaguas, era uno de los suyos? Y García Benito, el de Tuy, al que los liberales consiguen la mitra compostelana, ¿era también un conspirador o un adversario del régimen? En cambio de Delgado no nos cabe ninguna duda.
Los años de la restauración fueron relativamente tranquilos aunque preocupados para este venerable anciano. Hombre de tan acendradas ideas tradicionales no fue en modo alguno vengativo con los clérigos que en el Trienio abrazaron ideas contrarias a las suyas hasta el punto de que mereció una reconvención del Gobierno por su inactividad frente a los eclesiásticos liberales . En 1825 -contaba ya 71 años y 23 de gobierno de su diócesis - contesta a un informe que se solicitó a varios obispos con notable precisión y valentía, hasta el punto de que, según Suárez, "de todos (los recibidos) es posiblemente el de mayor contenido religioso, el más doctrinal" .
La extensa respuesta, fechada el 14 de agosto de 1825 , señala que la irreligión es el mal de la época y se propaga por los malos libros , por lo que juzga "de absoluta necesidad y urgente " el restablecimiento de la Inquisición, de la que se deshace en elogios . De nuevo repite la acusación de benignidad en el trato a los liberales , que son una minoría en España: "Tenemos el consuelo que los pueblos generalmente aman al rey, aborrecen al gobierno constitucional y han quedado muy ofendidos de su tiranía, escándalos e infamia con que los han tratado. Solo los inficionados de las sectas Filosóficas-Jansenística-Jacobina son desafectos a sus legítimos derechos y crueles enemigos del Trono y del Altar. Ojalá que conocidos estos, no se les permitiese en este suelo, y que fueran a otros países donde pudiesen vivir bajo otras leyes y gobiernos" . Es en cambio vibrante su defensa de los Voluntarios realistas .
Podrá parecer al lector de hoy excesivamente duro el destierro que proponía el obispo para los liberales. Hay que considerarlo con la mentalidad de la época. Y no eran otras las medidas que propugnaban los liberales para quienes, por ejemplo, no quisiesen jurar la Constitución. De lo que dieron, además, sobradas muestras. El caso de uno de los extremeños más insignes de la época, hoy absolutamente olvidado en injusticia que clama al cielo, Pedro de Quevedo y Quintano, obispo de Orense, regente del reino, cardenal de la Santa Romana Iglesia desde aquella diócesis perdida y alejada, a la que nunca quiso renunciar pese a pingües propuestas de Fernando VII, arrestado y exiliado por puras cuestiones de opinión que no aceptaba el liberal liberalismo, muerto en olor de santidad, es acabado ejemplo de ello . Aquel hijo de Villanueva del Fresno, nacido en 1736 -Barreiro, en la lamentable, hasta el momento, Historia de las diócesis españolas, que viene publicando la Biblioteca de Autores Cristianos, nos dice que nació en Badajoz entre 1732 y 1736 - y fallecido en 1818 entre la adoración de su pueblo, padre de los pobres, modelo de obispos, patriota excelso, político, porque le tocó asumir ese papel, de la talla de un Cisneros, de una integridad que le hacía arrostrar las mayores adversidades por no renunciar a la fidelidad que tenía jurada a su Dios y a su Rey, no se merece el desconocimiento de su persona en la España de hoy. Las referencias bibliográficas que hemos dado, en lo que ha querido ser un homenaje a lo que entonces significó y a su ejemplar trayectoria vital, podrán facilitar que se acceda a tan egregio extremeño. Tómese en ese sentido la digresión por no haber sido Quevedo obispo de Badajoz. Pero Delgado y él habían nacido en la misma tierra, en los mismos años, aunque le rebasara en edad el auriense, fueron ambos sufragáneos de Santiago, sufrieron análogas persecuciones, pensaban lo mismo y hasta parecían hechos de la misma pasta.
Un joven canónigo de Orense, acreditado historiador, por otra parte, acaricia la idea de incoar el proceso de beatificación del hijo de Villanueva. Ardua empresa, que sería más fácil si la mitra pacense la secundara. Bien se lo merece tan extraordinario obispo.
Cuando el liberalismo se instala definitivamente, a la muerte de Fernando VII, Mateo Delgado contaba ya 79 años. "En 1833 fue objeto de ataques so capa de simpatía por el carlismo" . El haber acompañado a Don Carlos, con la mayor parte del clero de la capital, desde Badajoz hasta la frontera, cuando el infante iba camino de Portugal, no debió ser ajeno a esos ataques . ¿Tenía especial devoción por Don Carlos María Isidro, esperanza entonces de los realistas y excluido de la sucesión al derogar Fernando VII la ley sálica introducida en España con los Borbones y que, como consecuencia de esa exclusión, marchaba al exilio portugués? No nos cabe duda de que la política que representaba el infante o, mejor dicho, que se decía personificaba el infante pues él, hasta la muerte de su hermano el rey, reconoció en todo momento su soberanía y sólo enfrentaba sus derechos a la sucesión a los de su sobrina Isabel, era la grata al obispo. Pero su acompañamiento, con toda pompa y solemnidad, a la frontera portuguesa lo hubiera hecho cualquier prelado de los de entonces. No llegaba todos los días, y sobre todo en aquellos días de íntima unión entre el Altar y el Trono, un infante de España a Badajoz.
Fue una excepción episcopal en la Jura de la princesa Isabel pues, según nos refiere Asín, juntamente con el de Oviedo justificó por su edad y estado de salud, la no asistencia a tan solemne ceremonia . ¿Era sólo la edad? ¿Contaban también en la excusa sus simpatías carlistas? Habían sido veintiuno los obispos convocados el 21 de abril de 1833 para asistir a la jura de la infanta como princesa heredera . Cierto que el casi octogenario obispo de Badajoz no estaba para hacer el viaje en diligencia a Madrid o, si estaba, bien podía ampararse en sus años para evitarlo. Creemos, sin embargo, que esta ausencia bien puede estar en relación con lo que acabamos de decir en el párrafo anterior.
Aunque residió en la diócesis, las nuevas autoridades le impidieron el gobierno de la misma, que quedó en manos de liberales, siendo el obispo desterrado , el 12 de octubre de 1836 , a su pueblo natal de Oliva de la Frontera, o a los de Valverde de Leganés y Torre de Miguel Sesmero . Y ello pese a que el arzobispo-obispo se había avenido a sustituir al rector del Seminario por un sacerdote liberal a instancias del Gobernador . "En sus últimos años -y en el destierro, añadimos nosotros-, se entregó a la oración, al catecismo de niños y adultos y a socorrer con sus escasas rentas a los pobres y monjas de clausura" .
En 1839 no firmó la carta de los obispos españoles a Gregorio XVI en la que denunciaban la trágica situación de la Iglesia hispana, con la mayor parte de sus diócesis con sus pastores muertos, en el destierro o en el exilio . Contaba 85 años y estaba a las puertas de la muerte. Posiblemente no fue posible hacérsela llegar a aquel perdido pueblo de Extremadura, casi en la frontera con Portugal. Es de creer que, dado su modo de pensar, la hubiera suscrito de todo corazón. Consta, en cambio, dentro de su inalterada línea de pensamiento, su elogio al Juicio Analítico que el obispo de Pamplona, Andriani escribió contra González Vallejo, obispo dimisionario de Mallorca que se había intrusado en la archidiócesis primada con el respaldo de los Gobiernos liberales, en defensa de la jurisdicción eclesiástica .
El 16 o el 17 -curiosamente un mismo autor, Rubio, da las dos fechas- de febrero de 1841, a los 87 años recién cumplidos, entregaba su alma a Dios en Torre de Miguel Sesmero (Badajoz), siendo enterrado en el lugar en que nació. Fort, dice que falleció en 1842, sin especificar día ni mes . Cuenca confirma el año de 1841 . Gil Novales, en una voz verdaderamente desafortunada de su Diccionario hace al Miguel Sesmero que da nombre al pueblo donde falleció, santo . Sí, en “Torre de San Miguel Sesmero”. Lo que indica notables conocimientos tanto del santoral como de la geografía.
Sin duda fue un gran obispo del Antiguo Régimen. Y un valiente defensor de los derechos de la Iglesia. Y aunque no llegó a perder la vida a manos de los liberales bien puede ser considerado como tantos otros hermanos suyos en el episcopado, mártir del liberalismo, máxime si tenemos en cuenta su avanzada edad.
Consiguió, como ya hemos apuntado, licencia real para traer a Badajoz a los Hijos de San Vicente Paúl, a los que confió en 1802 la casa de ordenados, aneja al Seminario desde 1807, fecha en la que los citados religiosos asumen también la dirección de este en la que permanecerán hasta que se decretó la supresión de la congregación en España junto con la de las demás órdenes religiosas . Quiso también, una vez restaurada la Compañía de Jesús y Fernando VII en sus derechos absolutos que regresaran a su diócesis los jesuitas expulsados de España hacía cincuenta años. Que no habían conseguido se borrase el recuerdo de su ministerio eclesial. Seguimos el testimonio de García Iglesias: Restaurados la Compañía de Jesús en España por Real decreto de 29-V-1815, “numerosos municipios y diócesis pidieron al rey el envío de jesuitas para que reabrieran sus viejos centros y reemprendieran los ministerios apostólicos y de enseñanza. Entre el conjunto de memoriales llegados a la Corte hubo uno del Concejo de Badajoz y otro del Arzobispo-obispo de la diócesis, que lo era D. Mateo Delgado Moreno, un hombre de marcado antiliberalismo y mucho peso y prestigio por su valiente y patriótico compromiso durante la francesada” . Llegaron algunos padres a la capital de la diócesis que se alojaron durante algún tiempo en el palacio del obispo pero, por los motivos que fuere, no llegó a realizarse el regreso definitivo de los jesuitas . Suponemos que razón fundamental sería la escasez de efectivos y la cantidad de peticiones. No es este el lugar para historiar la expulsión de los dominios españoles que había decretado Carlos III, abuelo de quien ahora permitía su regreso, ni de la posterior extinción de la Compañía por Clemente XIV, Ganganelli, y su cuasi milagroso mantenimiento. Pero, como decimos, cincuenta años sin existencia en España y sus dominios no permitían que los ancianos supervivientes y las nuevas vocaciones se pudieran hacer cargo de todos los múltiples lugares que les reclamaban.
3.-Javier Rodríguez Obregón (1847-1853)
Muerto el obispo Delgado Moreno se intrusó en la diócesis Pedro Gragera Roa , a quien el dominico Vito T. Gómez llama Graguera Rosa , canónigo y rector del Seminario. Por lo que suponemos que fue aquel clérigo liberal que, los de sus ideas, obligaron al anterior obispo a darle ese último cargo. Por fin, llegados los moderados al poder, fue preconizado el 7 , el 17 de diciembre de 1847 o el 29 de mayo de 1848 -Ruiz Fidalgo dice que en 1848 -, el canónigo penitenciario de León, Francisco Javier Rodríguez Obregón, que había nacido en Valladolid el 3 de diciembre de 1780 .
Podrá sorprender al lector tanta discrepancia en fechas tan señaladas como son las del nombramiento de obispos. No pretendemos justificarlas. Los obispos sólo son nombrados el día en que son nombrados. Es decir, el día en el que el Papa les nombra. Pero reconocemos que la situación del momento introducía no pocas complejidades. España estaba sometida al régimen del Patronato. Los reyes designaban a los obispos y los sometían a Roma para su confirmación. Tenemos ya una primera fecha tras la que un clérigo pasaba a ser, y a llamarse, obispo electo. En un altísimo porcentaje, próximo al cien por cien, esos obispos electos eran confirmados. Después estaba la fecha de la confirmación, a partir de la cual, ese obispo electo pasaba a ser obispo de una diócesis, bien residencial o bien in partibus infidelium, como auxiliares, en este último caso, de un obispo residencial. Pero estas personas, ya confirmados por Roma, podían no llegar a ser obispos pues para ello era necesaria la consagración. Un electo y confirmado pero aun no consagrado no era obispo de la Iglesia. Y algunos casos se dieron. Generalmente por fallecimiento del designado antes de ser consagrado. Caso, por ejemplo, del leonés Francisco Javier Caminero. O, por haber cambiado la situación política, el que Roma había tragado a regañadientes, ya no era, en la nueva circunstancia, querido ni por el Estado ni por la Iglesia. Caso del preconizado para Segorbe, y nunca consagrado, Vicente Ramos García. Después estaba el momento en el que las bulas papales eran recibidas oficialmente en España, recibían el placet regium. Hasta ese momento no eran considerados oficialmente como obispos. Venía luego la fecha de la consagración, capital para acceder al episcopado pues sin ese día uno no llegaba a recibir el supremo orden sacerdotal. Y, todavía, el día en el que el obispo tomaba posesión de la diócesis, lo que se hacía entonces por apoderado. Por último, cuando tras tan largo proceso, el obispo entraba solemnemente en su obispado. De ahí que historiadores ligeros tomen una u otra y se produzcan estas divergencias. Nosotros entendemos que la fecha clave es aquella en la que el Papa le designa como obispo de una diócesis o como auxiliar de otro obispo. Aunque, por supuesto, no llega al supremo orden sacerdotal, hasta el día de su consagración.
Rodríguez Obregón fue consagrado en Madrid por el nuncio Brunelli el 14 de mayo de 1848, asistido de la gran figura de la Iglesia hispana que era el obispo de Calahorra y La Calzada, ya arzobispo electo de Valencia, Pablo García Abella y por uno de los escasos clérigos liberales que Roma admitió como obispos, ya entonces prelado de Córdoba y más tarde cardenal arzobispo de Sevilla, Manuel Joaquín Tarancón y Morón . Aprovechando la estancia en la capital de España de Rodríguez Obregón con motivo de su consagración, el 21 de mayo de ese mismo año, es decir, siete días después de la misma, asistió a la del obispo de Lugo, Rodríguez Gil, oficiada también por el nuncio Brunelli .
Llegaba a Badajoz con bastantes años y tenía ante sí la ardua tarea de levantar una diócesis tantos años privada de pastor pues, si su antecesor Delgado había fallecido en 1841, desde varios años antes estaba impedido de gobernar el obispado.
Estudió en la Universidades de Osma y Valladolid , logrando el doctorado en Teología . Durante mucho tiempo había estado al frente de la parroquia de San Andrés, de Calahorra .
Venía a la sede extremeña después de haber sufrido persecución por su fidelidad a la Iglesia pues durante la década ultraliberal fue desterrado a Ciudad Rodrigo .
Mostró singular dedicación por el seminario, pieza fundamental siempre en una diócesis pero si cabe más en aquellos momentos de restauración tras la tempestad pasada . Pero su muerte, el 4 de enero de 1853 , no le permitió recoger los frutos. En 1849 había dado unas constituciones para su seminario diocesano . Debió ser uno de los firmantes del mensaje que el episcopado español envió a Pío IX el 1 de enero de 1849 para consolarle en su destierro de Gaeta , donde le había arrojado la insurrección republicana de Roma, de donde tuvo que huir el Papa en una arriesgada y rocambolesca aventura que, gracias a Dios, concluyó bien, con el Papa refugiado en los dominios del rey de las Dos Sicilias. Tal peripecia acabó con las ilusiones liberales de Pío IX y le convirtió en el Papa del Syllabus y de la infalibilidad pontificia.
4.-Manuel García Gil OP. (1853-1858)
Con García Gil se inicia una serie de cuatro obispos de paso fugaz por la diócesis debido a que serán trasladados a otras sedes. Breve fue también el de Rodríguez Obregón pero, en este caso fue la muerte la que truncó un más largo episcopado.
Del obispo que ahora nos ocupa existe una extensa y pormenorizada biografía, de casi mil páginas, obra de su compañero de hábito Gómez García, a la que remitimos al lector que desee más precisiones. Nosotros nos limitaremos a una brevísima síntesis de la misma y en lo que se refiere a la diócesis extremeña pues sus años cesaraugustanos son ajenos a nuestro estudio .
Nació en San Salvador de Camba (Pontevedra) el 14 de marzo de 1802 , en “familia de labradores acomodados” . Guitarte, en lapsus notable, le llama Manuel García Cuesta, haciendo un poutpourri entre su nombre y el del gran arzobispo compostelano Miguel García Cuesta. Muy joven ingresó en el seminario de Lugo . A punto de ordenarse sacerdote decide entrar en la Orden dominicana, tomando el hábito en el convento de Santo Domingo lucense en 1825, a los 23 años de edad . El 10 de marzo de 1827 fue ordenado sacerdote .
La exclaustración terminó con lo que prometía ser una brillante carrera religiosa pues el joven dominico parecía especialmente dotado para el estudio y la formación. El convento de Santiago, donde estaba el P. García Gil, fue cerrado por orden del Gobierno Martínez de la Rosa y poco más tarde serían suprimidas las Ordenes religiosas . García Gil, exclaustrado , y sintiéndose siempre dominico, se dedicó con celo al ministerio sacerdotal. Profesor en el seminario de Lugo , donde fue catedrático de Teología Moral y Oratoria Sagrada , y después vicerrector , pudo continuar sus trabajos de formación hacia los que tan inclinado se sentía. Con motivo de la intrusión en el gobierno eclesiástico de Mondoñedo, tras la huida del obispo López Borricón y su posterior refugio en el territorio de Don Carlos, García Gil defendió la doctrina canónica . Campo Valiña da cuenta de esa actuación y nos dice que en el Archivo de la catedral de Mondoñedo se encuentra el opúsculo de García Gil Objeciones y reparos al Manifiesto del Licenciado D. Juan González Varela .
El obispo de Lugo, Rodríguez Gil, también dominico exclaustrado, le recomendó para el episcopado en 1849 . La reina le presentó en 1853 y García Gil intentó declinar el honor . Fue preconizado el 22 o el 23 de diciembre de aquel año y consagrado en la catedral de Lugo el 23 de abril de 1854 por el arzobispo de Santiago, García Cuesta, asistido del obispo de Lugo, Santiago Rodríguez Gil, su valedor y del de Mondoñedo, Telmo Maceira . Rubio retrasa la preconización al 2 de mayo de 1854 .
Camino de su diócesis se encontró en Madrid con algunos obispos: el arzobispo primado Bonel y los titulares de Pamplona, Cartagena y Barcelona, Andriani, Barrio y Costa y Borrás. A iniciativa de este último, acordaron dirigirse al resto del episcopado proponiéndoles una exposición a la reina que reflejara los males de la Iglesia de España. Al final la firmarían sobre cuarenta obispos. O tal vea más, pues Ezenarro dice que todo el episcopado, "excepto dos cuyas circunstancias especiales lo impedían", suscribieron el documento. Era una queja respetuosa pero firme que Bonel puso en manos de la reina. El artífice de la misma fue Costa y Borrás mientras que la intervención de García Gil se debió solo al hecho circunstancial de su paso por Madrid y al de ser obispo. Pero no podemos omitir la participación del aun no estrenado obispo en ese importante documento .
La Vicalvarada le sorprendió ya en su diócesis. Y con ella una nueva etapa de sinsabores para la Iglesia y los obispos. Que la situación anterior no era ideal lo demuestra la citada representación a la reina pero lo que llegaba iba a ser mucho peor. La síntesis que hace Gómez es sustancialmente aceptable: "Fueron varias las medidas adoptadas durante el bienio que atentaron contra la autonomía de lo religioso. A la mencionada ley de desamortización podríamos añadir, entre otras, las siguientes: interferencia en la libertad de los obispos para calificar desde el punto de vista católico las obras impresas; limitaciones en la predicación; mandato a los seminaristas externos de frecuentar los estudios eclesiásticos en las universidades civiles, en lugar de las clases de los seminarios; prohibición de conferir órdenes sagradas y de admitir novicios en los conventos y monasterios de religiosos; prohibición de elevar representaciones a la reina o a las Cortes; supresión de la segunda enseñanza en los seminarios; deportación de los jesuitas a Mallorca; destierros del obispo de Urgel, José Caixal Estradé, del de Barcelona, José Domingo Costa y Borrás (...) y del de Osma Vicente Horcos" .
El 15 de noviembre de 1854 escribe a León Carbonero y Sol, que estaba perseguido por su defensa de la Iglesia, ofreciéndole la dirección del Boletín Eclesiástico y una cátedra en el Seminario. El obispo hubiera deseado un periódico católico pero la empresa entonces le pareció imposible en Badajoz . Quien terminaría siendo uno de los laicos más influyentes de España desde la dirección de la gran revista católica La Cruz, de larguísima vida como publicación, más de sesenta años, lo que le valdría el título pontificio de conde de Sol, había sido despojado de su cátedra de Sevilla en el bienio esparterista. A Carbonero no le convino la oferta pero guardó siempre agradecido recuerdo de ello.
Ezenarro y Muñoz y Díaz de Cerio nos dan cuenta de un par de escritos colectivos firmados por los obispos, y entre ellos García Gil como sufragáneo que entonces era de Santiago. Según los citados autores firmó, con García Cuesta y sus restantes compañeros, el 17 de abril de 1855, una exposición en defensa de los obispos desterrados, excelente por su contenido y valentía . Y, poco antes, debió firmar también la pastoral de la que Franchi informaba a Roma el 8 de febrero de 1855. García Cuesta, el metropolitano, y el obispo de Salamanca, de la Puente, la habían preparado para oponerse a la ley desamortizadora de Madoz con la intención de publicarla una vez obtenida la firma de los restantes sufragáneos . Pero García Cortés cita bastantes más escritos en los que intervino de forma colectiva o a título individual nuestro obispo. Son los siguientes: Exposición del obispo de Badajoz a las Cortes contra el proyecto de libertad de cultos (7-II-1855) ; Exposición del Excmo. e Ilmo. Sr. Arzobispo de Santiago y sus sufragáneos a S. M. sobre el proyecto de ley de desamortización (8-II-1855) , que es la que citan Muñoz y Díaz de Cerio; Exposición a la Reina del Arzobispo de Santiago y sus sufragáneos contra el decreto de supresión de capellanías (9-III-1855) ; Exposición a las Cortes del Arzobispo de Santiago y sus sufragáneos contra el proyecto de ley de desamortización (21-III-1855) ; Exposición a la Reina del Arzobispo de Santiago y sus sufragáneos contra el decreto de prohibición de órdenes (17-IV- 1855); Exposición a la Reina del Arzobispo de Santiago y sus sufragáneos contra el destierro de los obispos de Barcelona y Osma (17-IV-1855) , que es la que cita Ezenarro; Exposición a la Reina del Arzobispo de Santiago y sus sufragáneos contra la circular sobre elección de vicarios capitulares (25-V-1855) ; Exposición a la Reina del Arzobispo de Santiago y sus sufragáneos contra las cláusulas restrictivas a la Bula Ineffabilis Deus (6-VI-1855) y Exposición a la Reina del Arzobispo de Santiago y sus sufragáneos contra el decreto de supresión de conventos de monjas (10-VIII-1855) . Y en tres ocasiones representará García Gil individualmente contra este último decreto (21-VIII, 10-IX y 29-XII-1855) . Sólo por esta relación de protestas se puede entender lo que fue el bienio esparterista para la religión. Libertad de cultos pretendida, despojo a la Iglesia de los escasos bienes que le quedaban tras la desamortización de Mendizábal que ahora Madoz quería rematar, supresión de capellanías, prohibición de conferir órdenes sagradas, destierro de obispos, requisitos que se pretendían imponer a quienes resultaran elegidos vicarios capitulares a la muerte de los obispos, retención primero y restricciones después a la Bula que declaraba la Inmaculada Concepción de María, dogma tan sentido en toda España, supresión de conventos de monjas... Espartero y sus ministros, entre los que destacaban Alonso, el mismo que en la Regencia esparterista durante la menor edad de la Reina había pretendido un cisma, Aguirre y Madoz, emprendieron un ataque frontal contra la Iglesia. Pero ahora los obispos estaban decididos a desembarazarse del funesto regalismo que ahogaba a la Iglesia desde los días de la monarquía absoluta. El arzobispo de Compostela fue, con el desterrado Costa y Borrás, obispo de Barcelona, la referencia del episcopado hispano en la oposición y la protesta. Pero García Cuesta contó con el respaldo unánime de sus sufragáneos entre los que se contaba García Gil. Que, además, no vacilaba en asumir él mismo, a título individual, la protesta cuando lo consideraba oportuno.
Desplegó García Gil en su sede una inmensa caridad, poniendo en peligro su vida cuando la epidemia de cólera asoló la diócesis . "Su palacio episcopal se quedó sin una cama, ni una sábana, y después de repartir todos sus escasos ahorros, distribuía su asignación en el momento de recibirla. Cuando ya no tuvo más que dar, rifó el coche, y como una, dos, tres veces se lo regalasen las personas a quienes tocaba en suerte, otras tantas veces lo aceptó, para volverlo a rifar" .
Por aquellas fechas, en las que los diocesanos estaban volcados con su abnegado pastor, corrió la voz, con gran preocupación de los pacenses, de que había sido nombrado arzobispo de Tarragona pero García Gil no aceptó . Se repitió la epidemia y repitió el obispo sus desvelos tan apreciados por su pueblo .
Ante el intento de implantar la libertad de cultos el obispo se manifestó inflexible . El 8 de octubre de 1856 contestaba a la madre Sacramento que se había dirigido a varios obispos pidiéndoles señoras que la pudieran ayudar en su obra de regeneración de las jóvenes: "Poco puedo prometerle de la general apatía y frialdad de la gente de este país; pero no desperdiciaré cualquier ocasión que se presente para recomendar esa Asociación y estimular a las personas que me den esperanza de decidirse" . No era bueno el concepto que el prelado tenía de su diócesis aunque nos parece bastante real. Pero aunque García Gil mantuvo excelentes relaciones con la madre María Micaela, conservándose diez cartas suyas a la monja en el Archivo de las Adoratrices , creemos que ese primer contacto fue meramente protocolario y que el prelado no debió molestarse lo más mínimo en buscar esas colaboradoras que la vizcondesa de Jorbalán tanto necesitaba. Y, si se molestó, no dieron sus gestiones resultado alguno. Tal vez por la "apatía y frialdad" de los hijos de Badajoz. No será ésta la única vez en que nos encontremos con críticas a la religiosidad pacense. Cuando tantas veces viene a colación tendremos que concluir que algo, o no poco, habría de verdad en ello.
No nos detendremos en otras actuaciones puramente locales que engrandecieron su figura e hicieron que se pensase en él para más altos cometidos. Y así es propuesto para la archidiócesis de Zaragoza , después de fracasar la maniobra gubernamental que quería alejar al arzobispo Claret de la corte nombrándole prelado de aquella capital. El confesor de la reina manifestó a esta que aceptaría pero que no permanecería en Madrid como responsable de dirigir su conciencia, por lo que Isabel II hizo que se desistiese del nombramiento y hubo que buscar otro candidato . Se resiste de nuevo García Gil , que deseaba permanecer en Badajoz hasta la muerte pero ante la insistencia del nuncio , y, según Carbonero y Sol y Merás, a petición del mismo Papa , aceptó , con gran sentimiento de sus diocesanos pacenses, que suplican a la reina permanezca en Badajoz . Fue preconizado el 23 de diciembre de 1858 . De su pontificado cesaraugustano no vamos a hablar aquí. Solamente diremos que alcanzó en él el cardenalato el 12 de marzo de 1877 , en un consistorio especialmente favorable a España pues con García Gil alcanzaron la sagrada púrpura el Patriarca de las Indias, Benavides, que sería su sucesor en Zaragoza, y el arzobispo de Santiago García Cuesta. Falleció en Zaragoza el 28 de abril de 1881 , entre el dolor de su pueblo.
5.-Diego Mariano Alguacil Rodríguez (1858-1861)
El sucesor de García Gil fue un cordobés, "sin méritos intelectuales sobresalientes" , según Vilar, que acostumbra, en cambio, a encontrarlos en protestantes que carecen no ya de sobresalientes sino incluso de los más medianos. Fue ordenado sacerdote el 31 de marzo de 1828 . Tenía, cuando llegó al episcopado, una cierta experiencia eclesial "como profesor de Sagrada Escritura en el murciano seminario de San Fulgencio, época ésta en la que, simultáneamente, regentó la parroquia de Santa María, agregada a la catedral" . En el citado seminario llegó a ocupar el rectorado . Y era doctor en Teología y Cánones . No debemos hacer, pues, demasiado caso al citado historiador cuando juzga los méritos del obispo ya que, pese a sus títulos y docencias, parece desconocer bastante al personaje y a la época cuando, con desdén notable y extendiendo la mediocridad intelectual a los restantes obispos del período, afirma con desfachatez que esa era característica más que común entre los promovidos al episcopado "al amparo de la propicia coyuntura que precedió al arreglo concordatario de 1851" . No faltará lector de sus obras que se trague el aserto considerando que, antes del Concordato, y teniendo en cuenta el gran número de vacantes existentes pues desde 1834 no se había podido nombrar a un solo obispo, hubo que improvisar masivamente mitrados con notable demérito de su valía personal. Pero si tenemos en cuenta que Alguacil, como obispo, no precedió en nada al Concordato sino que es siete años posterior creemos que la aseveración de Vilar no pasa de un desahogo gratuito y sin valor alguno. Seguramente estaba más acertado Pedro de Egaña, diputado general de Alava cuando informaba a sus paisanos de quien iba a estrenar la diócesis vitoriana y acababa de ser obispo de Badajoz diciendo que era "hombre de buena edad, dulce carácter y claro entendimiento" .
Si Vilar desconocía cuando hicieron obispo a Alguacil parece que desconoce también quienes fueron los obispos de la hornada preconcordataria pues, entre ellos, están, nada menos, que tres de las más ilustres figuras del episcopado hispano del siglo XIX: José Domingo Costa y Borrás, obispo de Lérida y de Barcelona y arzobispo de Tarragona, Miguel García Cuesta, obispo de Jaca y cardenal arzobispo de Santiago y San Antonio María Claret. Y si no llegan a su altura, fueron también de más que notable talla quien terminaría sus días como cardenal Barrio, el santo obispo de Canarias, Codina, el también santo obispo de Segorbe, Canubio, Uriz, primero obispo de Lérida y después de Pamplona y alguno más.
Nació Alguacil en Córdoba el 29 de marzo de 1805 , fue preconizado obispo de Badajoz el 23 de diciembre de 1858 o el 5 de abril de 1859 -Ruiz Fidalgo dice que en 1859 pero en la introducción al listado de obispos advierte que la fecha que indica es la de la toma de posesión que efectivamente fue en ese año-, en pleno gobierno largo de O'Donnell (1858-1863) y consagrado el 20 de marzo de 1859 en la capilla real de Madrid por el nuncio Barili, asistido por el arzobispo de Santiago de Cuba, Antonio María Claret y Clará y por el arzobispo de Zaragoza, su antecesor en la diócesis pacense, Manuel García Gil , siendo su padrino el entonces príncipe de Asturias . Evidentemente el padrinazgo principesco fue por representación pues quien luego sería Alfonso XII había nacido el año 1857.
Nos inclinamos a dar por bueno para su nombramiento el año de 1858 pues Moreno Cebada, en la lista que acabamos de mencionar, dice que fue nombrado en el mismo consistorio que el obispo de Astorga, Argüelles Miranda, para cuya preconización las fuentes que hemos consultado coinciden en este año y, lo que nos parece definitivo es que no pudo ser consagrado antes de ser preconizado. Y la fecha de consagración nos parece definitiva.
Apenas nada podemos decir de su paso por la diócesis pacense que fue brevísimo pues el 23 de diciembre de 1861 era trasladado a la recién creada diócesis de Vitoria de la que fue su primer obispo . Algo verían en él para encargarle la difícil misión de levantar un obispado de la nada. Pero no sería Vitoria su última diócesis pues el 18 de septiembre o de diciembre , o el 23 de este último mes , de 1876 fue trasladado a Cartagena. Tres autores y tres fechas distintas. Fallecerá al frente de su Iglesia murciana el 10 de enero de 1884 .
Parece que no era un obispo de la Unión Liberal, es decir de O’Donnell, pues el nuncio comunicaba el 18 de noviembre de 1858 su satisfacción por haber triunfado la candidatura de Alguacil a pesar de que el ministro de Gracia y Justicia recomendaba el traslado a Badajoz del obispo de Tortosa, Esteve y Tomás .
En la capital pacense organizó en 1860 la Hermandad de Nuestra Señora de Bótoa, al parecer sin gran éxito pues estaba "constituida por un número muy reducido de hermanos" . ¿Una vez más la frialdad del catolicismo pacense? Y dio nuevas constituciones al Seminario .
Con motivo de la guerra de Marruecos que generalizó el patriotismo y el orgullo español, Alguacil, como tantos hermanos en el episcopado, publicó una patriótica y belicosa pastoral lo que fue suficiente para que Rodríguez de Coro le tache de "parcial e injusto" . Lo de parcial debe ser sin duda por estar el obispo de todo corazón del lado de las armas españolas, con lo que también sería sin duda injusto y, más todavía por que lo que más desearía, como fruto de la victoria era la conversión de los marroquíes . ¡Realmente intolerable! Pues así se escribe la historia. Un obispo español que se comporta como obispo y como español es parcial e injusto ¿Y el señor Rodríguez de Coro, salesiano por otra parte?
La Carta pastoral que dirige a sus diocesanos con motivo de los sucesos de la Romania y la guerra de Marruecos sigue la tónica general de las de sus restantes hermanos en el episcopado: "Os diremos que la guerra tan justificada en su causa como en su objeto, tan importante para el respeto del nombre español, tan contundente para recobrar nuestras antiguas glorias, nos coloca en el deber de aceptarla con patriotismo, de sostenerla con ardor y de contribuir generosamente al triunfo de nuestra causa y a la humillación de ese pueblo semibárbaro" .
Como este obispo es de los que no tienen suerte con su nombre -!con cuántos nos ocurre lo mismo!-, A. Díez le llama Diego Moreno Alguacil pero hemos visto también llamarle Pedro Mariano y Mariano Aguacil .
6.-Pantaleón Monserrat y Navarro (1862-1863)
Más breve todavía fue el pontificado de Monserrat, o Montserrat, pues de ambas formas escriben su primer apellido, y Navarro. Había nacido en Maella (Zaragoza) el 27 de julio de 1807 , según Cuenca “de familia noble” . Estudia en la universidad de Zaragoza donde será profesor de Derecho y Cánones. Ordenado el 17 de septiembre de 1832, en 1834 es canónigo arcipreste de Tarazona, donde por su fidelidad a la Iglesia sufrirá persecución, permaneciendo preso seis meses en el castillo de Jaca . Curiosamente dos de esos canónigos que defendieron los derechos de la Iglesia en Tarazona, Monserrat y Uriz, llegaron a obispos y ambos fallecieron el mismo año. En 1850 gana por oposición la penitenciaría cesaraugustana y, después de renunciar varias mitras , fue nombrado en 1858 vicario capitular de Zaragoza y juez metropolitano .
En estos días cesaraugustanos y actuando como gobernador eclesiástico pidió a la madre Sacramento que estableciese allí, al igual que en Madrid, las Escuelas dominicales. Que efectivamente se fundaron . Pero una vez llegado a obispo sus relaciones con la monja se enfriaron muy notablemente como ocurrirá cuando esté Monserrat al frente de la diócesis de Barcelona.
Vencida su resistencia a ocupar la diócesis de Badajoz , fue preconizado el 7 de abril de 1862, según Moreno Cebada , Martín Tejedor , Catholic-Hierarchy y Guitarte , o el 1 de octubre de ese mismo año según Rubio , que se suele caracterizar por dar siempre la fecha discordante. Martín Tejedor, propuesto a ensalzar a Monserrat por su, según él, infalibilismo reticente en el Concilio, nos refiere sus repetidas renuncias a varios obispados. Solo nos consta, en las restantes referencias que hemos hallado, su renuncia a la diócesis de Vich . A la que debió ser propuesto tras morir D. Luciano Casadevall en 1852. Curiosamente entonces fue nombrado para la mitra vicense, Antonio Palau y Termens a quien, diez años después, Monserrat sucedería en Barcelona. Pero si eso ocurría antes de 1853, desde esa fecha hasta 1862 pudo renunciar a otras diócesis. Fueron evidentes sus intentos para evitar la pacense. Fernández reproduce una carta del nuncio al confesor Claret, de 13 de enero de 1862: "Su Majestad se ha dignado nombrar para la sede de Badajoz al señor Pantaleón Montserrat, canónigo de Zaragoza, a quien usted bien conoce; pero este, alegando por causa su poca salud, ha enviado al ministro la renuncia, y poco después me ha avisado de ello. No sé si el ministro habrá dado cuenta de esta renuncia a S.M., y si ya habrá nombrado a otro eclesiástico por el que el ministro tenía interés. Si no ha ocurrido ni una cosa ni otra, sobre todo la segunda, estimaría muy oportuno para el servicio de la Iglesia que insistiese Su Majestad en el primer nombramiento; conforme con mi parecer es el del respetabilísimo prelado de Zaragoza, que, como usted sabe, merece toda confianza y conoce íntimamente al señor Montserrat, incluso su estado de salud" . La narración de estos hechos por Moreno Cebada añade que fue definitiva la intervención de su arzobispo, García Gil, para vencer su resistencia . El arzobispo de Zaragoza tenía en este caso un doble interés. Por Monserrat y por su antigua diócesis en la que tan buenos recuerdos había dejado. Parece que en ese conflicto, el arzobispo cesaraugustano no dudó en contribuir a dejar a Badajoz sin lo que todo hacía suponer sería un buen obispo pensando, sin duda que con ello hacía un bien a la Iglesia trasladándole a la mucho más compleja mitra de Barcelona. Con lo que contrariaba también a Monserrat que la rehusaba.
Fue consagrado el 14 de septiembre de 1862 en la catedral de Zaragoza o en el Pilar -no tiene por que ser una contradicción por cuanto Zaragoza posee dos catedrales, la Seo y el Pilar-, por el arzobispo García Gil que le había precedido en la sede pacense, asistido por los obispos de Pamplona y Tarazona, Pedro Cirilo Uriz y Cosme Marrodán.
Poco podría hacer en el obispado que estrenaba pues el 1 de octubre de 1863, ahora sí coinciden Moreno Cebada, Martín Tejedor, Rubio y Guitarte, fue trasladado a Barcelona. No era Monserrat en quien primeramente se habían fijado para la capital catalana pero la negativa del obispo de Salamanca, Anastasio Rodrigo Yusto, a trasladarse a aquella mitra obligó a considerar la candidatura de quien acababa de ser nombrado obispo de Badajoz y del que tan buenas referencias se tenían . No fue largo su pontificado catalán por cuanto falleció en Frascati el 21 de julio de 1870 cuando asistía al primer Concilio Vaticano.
Aun tuvo tiempo, sin embargo de publicar, unos días antes de ser preconizado obispo de Barcelona, una adición a las constituciones del Seminario que había publicado su predecesor Alguacil , en la que, según Cuenca, “prohibía a los colegiales la lectura de toda clase de periódicos” . El profesor de la Universidad de Córdoba, seguramente nuestra primera autoridad en el día en historia eclesiástica contemporánea, contrasta la aparente rigidez de esa norma de seminario con la personalidad de “uno de los prelados de mente más abierta y tildado durante la Gloriosa de liberal . Pero entonces la prensa no era lectura en ningún seminario y el liberalismo de Monserrat se nos antoja inexistente.
7.-Joaquín Hernández Herrero (1863-1865)
Igual de rápido fue el paso por Badajoz de Hernández Herrero o Herreros pues con s lo escribe Rubio y sin ella Gómez , Moreno Cebada , Cuenca , Llorens y Guitarte . Para este último fue "ordenado" (sic), sin duda quiere decir que preconizado el 21 de diciembre de 1863 pues nos dice que la fecha de la ordenación, para él consagración, fue en abril del siguiente 1864. Según Rubio, empeñado permanentemente en singularizarse dando fechas distintas, el 6 de junio de 1864 que, de ser algo, será la de toma de posesión de la diócesis o la de su entrada en la misma. .
Santiago Alfredo Rodríguez dice que fue consagrado obispo de Badajoz el 10 de abril de 1864, fecha que confirma Guitarte, en la catedral de Valencia, de manos de su arzobispo Barrio y participando como asistentes el obispo de Segorbe, Domingo Canubio Alberto, al que, a su muerte, sucederá en la sede levantina y el de Teruel, Francisco Jiménez Muñoz . Junto con él fue consagrado su amigo y compañero de cabildo, el magistral José Luis Montagut, nombrado obispo de Oviedo . Si esto fue así no pudo ser preconizado en el mes de junio siguiente. Gómez, en error evidente, dice que "fue obispo de Badajoz desde 1865 hasta 1890 en que murió" . Murió mucho antes pero poca huella dejó de su paso por esta vida. El 25 de septiembre de 1865 , o el 14 de diciembre del mismo año fue trasladado a Segorbe.
Había nacido el 16 de enero de 1808 en Las Heras, caserío de Alpuente, pueblo de la diócesis de Segorbe y provincia de Valencia, lo que puede explicar el traslado que, más que una promoción, parecía un descenso. Tal vez el obispo se sintiera enfermo y lo pidiera pues no llegó a tres años lo que tardó la muerte en visitarle.
De familia "modestísima", dedicado a pastor desde sus primeros años, fue el párroco quien hallándole de despierta inteligencia lo toma bajo su protección hasta que es admitido como fámulo en los carmelitas de Valencia, compatibilizando su trabajo con la asistencia a las clases de latinidad en las Escuelas Pías. La exclaustración de 1820 le obliga a dejar el convento y, por tanto, los estudios, regresando al hogar paterno. Concluido el Trienio se reintegra a Valencia donde concluidos sus estudios cursará Filosofía y Teología en la Universidad, obteniendo premio extraordinario en ambas Facultades. Regentará después una cátedra de Filosofía y, cuando en 1830 se cierran las Universidades, con apenas 22 años y recibida la tonsura, abre una cátedra de Filosofía particular que se acreditará enseguida. Ingresa como becario en el colegio mayor de la Madre de Dios y en 1832 toma posesión de un beneficio en la parroquia de los Santos Juanes . Ordenado el 21 de diciembre de 1833, meses después oposita a la canonjía doctoral de Segorbe, que no obtiene. En 1834