Algunos partidarios de la misa tradicional se pasan unos cuantos pueblos.

Creo que es evidente que no soy ningún enemigo del modo extraordinario de la misa. Me alegró mucho el Motu proprio de Benedicto XVI y he sostenido siempre el derecho de los fieles que prefieran ese modo de celebrar la misa a que se les facilite. Me indignan, por tanto, las cutrerías, cuando no las desobediencias al Papa, de algunos, obispos incluidos.
Pero, por otro lado, observo un literalismo absurdo por parte de algunos defensores de la misa antigua que no se sostiene y además hasta hace antipática su causa.
Es una estupidez pensar que si una persona, o tres, se presentan a un párroco y le dicen que quieren la misa tradicional, éste, sin más, debe dirigirse a la sacristía, revestirse y salir a celebrarla. Pues casi esto es lo que pretenden algunos.
Cierto que no se dice número en el Motu pero es de cajón que se requiere un cierto número de fieles para que la petición tenga sentido. Todo en la Iglesia debe ser razonable. Y hay peticiones que no lo son.
Uno no puede ir a la iglesia con una señora y decirle al párroco cáseme usted ahora mismo. Aunque lleve todo el expediente en regla y por supuesto tenga derecho a que su párroco le case. Ni presentarse con un niño en la parroquia exigiendo que el sacerdote deje todo lo que esté haciendo y se lo bautice. Sí, ya sé lo del peligro de muerte pero estoy hablando de situaciones normales.
Pues con la misa tradicional, tridentina, antigua, de San Pío V o del Beato Juan XXIII, gregoriana o como la queráis llamar ocurre lo mismo. Y pretender otra cosa la hace antipática.
La petición tiene que provenir de un grupo estable y de cierta entidad. Que además de garantías al párroco de continuidad. Se la piden siete personas, accede, y luego no acude ninguna. O una.
Hay párrocos que sábados y domingos celebran cuatro o seis misas. ¿Se les pide que celebren ocho o doce `porque haya cuatro o seis personas que deseen el modo extraordinario? Si me revienta que se pongan obstáculos artificiosos a quienes deseen la misa tradicional también me reventaría que por que un par de personas la desearan se impusiera a los treinta o cincuenta que no la quieren.
Por eso lo sensato es que si existe un grupo consistente que reclame esa misa el obispo designe una iglesia y un sacerdote que la celebre. Que no debe ser una capilla perdida del extrarradio a la que es dificilísimo llegar, ni en una hora intempestiva. Tampoco el sacerdote designado debe ser un enemigo declarado de esa misa o persona que por sus características produzca rechazo a los asistentes. Que los hay. Todo eso son burdas zancadillas al Motu. Y algunas ha habido.
Creo que tampoco se puede obligar a un sacerdote que desconoce ese modo y que además no le es grato a celebrarlo. Y menos si los que lo piden son tres personas.
Hágase todo de modo razonable y dejará de haber problemas. Si hay fieles, concédase una iglesia. Si esos son tantos que la llenan, o si constara que existe otro grupo que por cuestiones de horario o distancia no pueden asistir a esa, ábrase al modo extraordinario una segunda. Y si de este modo llegara a haber en Madrid diez misas pues bendito sea Dios. Y si en Guadix no hay ninguna, porque no hay fieles que la deseen, pues también sea bendito.
Y si en algún sitio hay una persona que la quisiere se tendrá que aguantar. Como me aguanto yo y mi mujer si estamos un día en Poitiers y sólo podemos oír misa en francés. No vamos a reclamar que nos la digan en castellano. Otra cosa sería si fuéramos los dos únicos asistentes a esa misa. Pero para ello también sería necesario que el sacerdote supiera castellano. Y que además tuviera los libros.
Si se diera todo ello, es decir, que fuéramos los únicos asistentes, que el sacerdote supiera castellano y dispusiera de los libros y se lo pidiéramos, cabría que se negara. En ese caso sería un imbécil. Que también los hay.
Creo que había que decir esto a quienes se quieren más papistas que el Papa.