Sin sorpresa constato la miseria.

A mí lo que opinen Durán y Lleida, Mas o Manuela de Madre me trae sin cuidado. Les reconozco su derecho de ser separatistas o lo que quieran. Me extraña más en una andaluza pero allá ella con sus propias contradicciones.
Ya en un obispo que ha terminado de hundir una diócesis agonizante, en un abad de Montserrat que tuvo que dimitir ante su propia incapacidad y bajo cuyo mandato se incubaron preocupantes casos de homosexualidad monacal, y de tres curas como Batlle, Boix y Romeu, la actitud me parece miserable.
La Iglesia catalana está bajo mínimos. Y esa es su obra. Su repugnante obra. Han alejado a todo el mundo. No han hecho católico a nadie. Y en la ancianidad siguen pretendiendo que todo se ahogue con ellos.
Su obra eclesial en su Cataluña es una almoneda de la Iglesia. Y quieren conseguir más. Más ruina, más abandonos, más desolación. Ruina eclesial, ruina económica, ruina política...
Han conseguido que en el resto de España muchos católicos dejen la Iglesia. Si hay obispos así, si hay abades así, si hay curas así, mejor no acercarnos a la Iglesia. Ya sé que su fe no estaba muy fundamentada, que se han dejado llevar por las miserias de los hombres que no debían caer en esos lazos del Maligno. Lo sé. Pero ha ocurrido.
Han conseguido también que en el resto de España nazca el odio a Cataluña. Buena parte de mi sangre es catalana, adoro a esa región españolísima de mi patria, la he recorrido con amor palmo a palmo. Por eso me irrita más que hayáis despertado ese odio que va a ir creciendo. Y de tremendas consecuencias. Muchas familias han dejado ya de comprar productos catalanes. Si en el Cava ha sido más llamativo, otros sectores ya lo están experimentando. Así como habéis llevado a la ruina al catolicismo catalán, hasta ayer verdadero vergel de santos, vais a arruinar también económicamente a Cataluña. Os es igual. Sálvese el catalanismo y perezca el mundo. Aunque con ello se hunda, si no se ha hundido ya, la religión en Cataluña.
No puedo sino recordar una palabras pronunciadas hace setenta años por Eugenio Montes. Con sus ecos os digo: Miserable obispo emérito de Gerona, miserable abad emérito de Montserrat, miserables curas catalanistas, en el nombre del Dios de mis padres, en el de Isabel la Católica y Fernando de Aragón, en el nombre de Felipe II, rey de España y conde de Barcelona, malditos seáis.