Qué Clase de Formación para los Laicos?

Me refiero a los laicos comprometidos en el mundo desde el mundo. Recuerdo perfectamente el día en que celebré la eucaristía a las 7 de la mañana en la cripta de la Iglesia de San José de la Montaña, en la capital de El Salvador. Al final de la misa me dijeron que un señor me llevaría a mi casa. Íbamos tranquilamente los dos, él conduciendo y yo a su derecha, cuando aquel señor, de unos cincuenta años, me dijo suavemente: ‘No se debe partir la hostia hasta el momento de la comunión, ¿verdad?’ No necesité reflexionar ni un segundo para saber a qué se refería. En la misa precedente doblé un poco la hostia grande al decir las palabras “lo partió”; y, sin partirla, resonó un sonido típico –algo así como clac- por todo el recinto. ‘Así es, le respondí, como usted dice’. Y después de explicarle que no había partido la hostia, le pregunté suavemente yo también. Y ‘¿dónde ha aprendido usted estas cosas?’ Me respondió que, en aquella temporada, les estaban explicando las normas sobre la celebración eucarística, que habían aparecido hacía poco tiempo. Yo tenía en mi casa esas normas. Así que seguimos conversando amablemente, hasta llegar a mi casa, sobre la importancia de celebrar correctamente la eucaristía. Cuando quedé solo, pensé que esa era la formación que daban a aquel grupo de laicos, una formación o información de una serie larga de normas concretas escritas para el clero.

En otra ocasión tuve la oportunidad de asistir a la confirmación de un grupo numeroso de gente joven. En la homilía, el Delegado episcopal que presidía habló un poco de Jesús, del Espíritu Santo, de la devoción a María, y dedicó un también un tiempo a explicar algunos de los ornamentos e instrumentos que usan los obispos en tales celebraciones, por ejemplo el báculo. Mi pensamiento voló hacia el suceso anterior. Y me vino a la mente la misma pregunta para los dos casos: ¿Son esas las catequesis que corresponden a la formación de laicos adultos? ¿Son esas las respuestas que hay que dar a los laicos que se comprometan en el mundo? Y recordé con melancolía las palabras de Pablo VI mencionadas en mi artículo anterior: no es posible aceptar "que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor al prójimo que sufre o padece necesidad". (EN 31).

En la formación de laicos adultos han de entrar esas cuestiones extremadamente graves, junto con los evangelios y la figura de Jesús, comprometido hasta el límite; pero también los sacramentos, la oración, la Iglesia según el Vaticano II, y otros conocimientos sociales, necesarios para el compromiso en el mundo desde el mundo. En cambio, han de quedar en la penumbra total, sin ni siquiera nombrarlos, esos factores catequéticos mencionados más arriba y todos los que se les parezcan. A los laicos hay que inyectarles la conciencia social junto con la conciencia de enviados al mundo. Han de tener conocimientos básicos del gran movimiento obrero, del que se hace eco con empeño la encíclica Laborem exercens de Juan Pablo II, a la vez que alaba la solidaridad laboral entre los trabajadores, como factor fundamental de la lucha por la justicia.

Hemos llegado a clericalizar a los laicos con cuestiones eclesiales de pura casuística; y muchas veces incluso los infantilizamos con informaciones de nula importancia, ajenas a las potentes exigencias de su vocación laical. Se les nota que su cabeza está teñida de clericalismo, como cuando nos preguntan sobre el padre tal y sus actividades, o sobre el obispo equis y sus brillantes intervenciones, preguntas que siempre me pillan en fuera de juego, con gran extrañeza del laico que me hace la pregunta. Y al contrario, no percibo que su cabeza esté imbuida de la problemática social que nos envuelve tan cruelmente a todos. No es algo que lo estén viviendo y, por eso mismo, no sale en una conversación normal, salvo cuando hablan de la asamblea legislativa o del gobierno, para criticarlos sin compasión.

Hay otra vida fuera de la Iglesia, que, al parecer, tenemos olvidada; una problemática urgente, en la que se juega la vida de la mayor parte de la población. Y esa vida es como la que encontró Jesús en su país entre la gente de la calle. Y se dedicó a ellos en cuerpo y alma, no para hablarles de Dios, sino para hablarles de su mala vida y ayudarles a salir de ella; y para mostrarles que en esa lucha por la justicia está metido Dios, atizando el fuego de la solidaridad estructural.

Patxi Loidi, 7 de octubre de 2016
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