Lo que necesito, ¿se encuentra en la oración?

A veces, las necesidades inmediatas nos impiden ver las necesidades verdaderas.

Estaba yo hablando de oración y alguien me interrumpió diciendo: “lo que necesito no está ahí”.

Una primera reflexión a propósito de esta respuesta: una cosa es lo que uno necesita y otra ser consciente de lo que necesita. Todos necesitamos amor, vida, felicidad. Pero cuando queremos concretar dónde está el amor y la vida para cada uno, entonces podemos perfectamente pensar que las respuestas religiosas son malas o, al menos, inadecuadas. Considerar inadecuada la respuesta religiosa o, por utilizar el comentario del oyente antes referido: “lo que necesito no está ahí”, suele partir de un presupuesto utilitarista, aunque a veces no se sea consciente de ello.  Si lo que el oyente buscaba y necesitaba era trabajo, entonces su comentario era correcto: lo que buscaba no estaba en la oración.

A veces las necesidades inmediatas nos impiden ver las necesidades verdaderas. La necesidad inmediata de mi oyente era, probablemente, un puesto de trabajo. La necesidad inmediata de muchos inmigrantes o de muchos refugiados es el pan. Esta necesidad inmediata, a veces, es tan urgente y perentoria, que impide cualquier otra consideración, por muy acertada que sea. La tentación de algunos creyentes es responder a aquellos que reclaman pan, que “no sólo de pan vive el hombre”, apoyando esta respuesta en Jesús de Nazaret. Pero las palabras de Jesús (no el mal uso que a veces hacemos de ellas) no dicen nada contra la necesidad urgente de pan. Al contrario.

Las palabras de Jesús invitan a los que tenemos pan a compartirlo con los que no tienen. Y sólo cuando hayamos compartido con aquel que nos dice: “lo que necesito no está ahí”, sólo cuando le hayamos llenado de pan, estará en condiciones de entender que precisamente lo que necesita “está ahí”. Porque sólo entonces podrá darse cuenta de que el pan del cuerpo no llena el corazón ni ofrece sentido a la vida. Y si se da cuenta de eso, estará en condiciones de prestar atención a “la palabra que sale de la boca de Dios”.

Dios es gratuito; la relación con Dios no está basada en intereses, aunque desde otro punto de vista puede ser lo más interesante. El mundo no valora los bienes espirituales. Esos bienes, para quienes piensan con mentalidad “mundana”, parece que no valen nada. No valen para las cosas que muchos buscamos: riqueza, placer, poder. Pero esos bienes materiales, que el mundo busca, no llenan el corazón, ni hacen feliz a la persona. El amor es lo más gratuito, porque siempre se da sin motivo, sin razón, sin merecerlo. Por eso, parece que no vale nada y, sin embargo, es lo más valioso, es el don más perfecto.

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