La Eucaristía, presidida por José Luis Segovia Bernabé, vicario Pastoral de la diócesis, reunió a representantes de numerosas entidades eclesiales y civiles comprometidas en la lucha contra esta lacra social, junto con fieles procedentes de distintas parroquias de Madrid.
La celebración comenzó con un signo de las cadenas, símbolo del dolor, la esclavitud y la injusticia que sufren tantas personas víctimas de la trata. En un gesto de esperanza, las cadenas fueron depositadas ante el altar, expresión del deseo de que el amor de Cristo —que rompe toda esclavitud— transforme el sufrimiento en caminos de libertad y dignidad.
En la monición de entrada, se dio la bienvenida a todos los presentes «con alegría y gratitud», recordando que Dios convoca a su pueblo «para celebrar la vida y dar gracias por cada gesto de atención y cuidado hacia las víctimas, y por la labor de tantas personas e instituciones que trabajan dentro y fuera de la Iglesia por la dignidad y la justicia».
En su homilía, Segovia invitó a mirar con hondura el Evangelio del día —la parábola del fariseo y el publicano— como una llamada a la humildad y a la conversión del corazón. «Dios se pone amorosa y descaradamente del lado de las víctimas», afirmó. «Del infierno de la trata se sale. Dios ha descendido en Jesús a las cuevas más oscuras y tenebrosas para acompañar, sostener y dignificar a quienes han sido sus víctimas».
El vicario pastoral quiso también agradecer el trabajo de tantas personas consagradas y laicas que acompañan silenciosamente a las víctimas: «Mujeres generosas y entregadas —Patricias, Oblatas, Villa Teresita…— que muestran que Dios hace posible lo imposible, que Él es un Dios de segundas y terceras oportunidades».
Asimismo, recordó que la trata es «una de las heridas más graves en el cuerpo de Cristo y de la sociedad contemporánea», e interpeló a toda la comunidad cristiana a «no mirar hacia otro lado», sino a implicarse activamente en la prevención, denuncia y acompañamiento de las víctimas: «No se trata solo de los otros; nos implica a todos como Iglesia y como sociedad».
Unidos en oración y compromiso
Durante la oración de los fieles, se elevaron peticiones por la Iglesia, para que sea siempre «hogar de misericordia donde las víctimas encuentren acogida y consuelo»; por las propias víctimas, «para que experimenten la cercanía de Dios que cura las heridas del alma»; por la conversión de los tratantes, y por quienes dedican su vida a trabajar por la justicia y la libertad.
La celebración se enmarcó en las actividades propuestas con motivo del Año Jubilar, y a ella se sumó una vigilia de oración inspirada en Santa Josefina Bakhita, modelo de esperanza y liberación, que se invita a celebrar en las comunidades parroquiales durante esta semana.