Es el momento de los acuerdos y los obispos se preguntan si Milei estará dispuesto tras el resultado electoral La Iglesia argentina espera que, tras las elecciones, la urgencia sea la reactivación económica
Si bien el Gobierno logró bajar la pobreza, siguen habiendo muchos pobres, explican los obispos, y se preguntan si Javier Milei se abrirá efectivamente al diálogo con la oposición como anunció
"Tanto el partido oficialista como la oposición deberán estar a la altura de las circunstancias porque hay mucha gente que está sufriendo"
Unos 15 millones de personas en Argentina están bajo la línea de la pobreza, entre ellos 3,2 millones de indigentes. Son muchos aún
Unos 15 millones de personas en Argentina están bajo la línea de la pobreza, entre ellos 3,2 millones de indigentes. Son muchos aún
(Valores Religiosos).- Tras las elecciones legislativas, que arrojaron un amplio triunfo del oficialismo respecto de la segunda fuerza, el peronismo y sus aliados en las provincias, al obtener sorpresivamente diez puntos de diferencia (41 % a 31 %), la Iglesia espera que el gobierno se aboque inmediatamente a la búsqueda de una reactivación económica -y que esta llegue a todos- porque considera que mucha gente la está pasando mal, en el marco de una economía que hace más de una década que no crece.
A ello los obispos suman un interrogante que creen ciertamente relevante y que empezó a develarse en parte en la noche del domingo cuando el presidente Javier Milei mostró su disposición a abrirse al diálogo con gobernadores y fuerzas afines. ¿Pero efectivamente lo hará con la suficiente amplitud y flexibilidad negociadora? ¿Convocará para integrar su gobierno a extrapartidarios con el fin de ampliar la base de sustentación política?
La situación social es desafiante. Si bien el Gobierno dice haber sacado de la pobreza a 12 millones de personas gracias a la baja de la inflación, la Iglesia considera esa variable limitada para mensurar lo social. Que los precios no sigan subiendo, al menos de una manera significativa, sobre todo cuando se trata de alimentos, constituye un alivio para la gente con menos recursos, pero no cambian radicalmente su situación.
La última medición oficial correspondiente al primer semestre de este año arrojó un índice de pobreza del 31,6% contra el 52,9% del primer semestre de 2024. Esto implica que unos 15 millones de personas están bajo la línea de la pobreza, entre ellos 3,2 millones de indigentes. Son muchos aún. Pero hay encuestas que están reflejando crecientes necesidades en una clase media cada vez más empobrecida.
Un relevamiento de la consultora Escenarios determinó -a principios de octubre, con base en una muestra de 1400 casos- que el 53% de los argentinos no llega a fin de mes, mientras que el 30% llega “con lo justo”. El 46% de los hogares tuvo que restringir “mucho” su consumo y un 37% “un poco”. Solo un 16% dijo tener ingresos suficientes.
En esto tienen mucho que ver los servicios públicos que -por recorte o eliminación de los subsidios- aumentaron muy por arriba de los salarios, al igual que otros “servicios no regulados” como las expensas, por no hablar de los más de cinco millones de jubilados que cobran la mínima. Esto en un contexto de pymes que cierran y una economía que no genera empleo.
Pero la Iglesia subraya que aproximarse a la pobreza desde los números puede ser un modo muy teórico, por no decir frío. Otra cosa, dicen, es estar cerca de los pobres que no llegan a las cuatro comidas y los chicos que van el lunes a la escuela con hambre. O ver a los sectores medios haciendo con frecuencia dolorosos esfuerzos para no caerse del sistema.
Obviamente, no se trata de una situación novedosa. "No empezó con el gobierno de Milei", aclaran en la Iglesia. Pero no observan que, más allá del imprescindible empeño en bajar la inflación, haya actualmente medidas que tiendan a revitalizar la producción y multiplicar el empleo. En cambio, consideran que todo el ímpetu se lo lleva el equilibrio fiscal.
De todas maneras, creen que un Gobierno no puede afrontar en soledad los grandes desafíos que tiene el país. De hecho, desde la crisis de 2001 la Iglesia brega sin éxito por el diálogo y la búsqueda de consensos entre todos los dirigentes, actitudes que los políticos en campaña siempre reivindican, pero dejan de lado cuando llegan al poder.
En rigor, Milei ni siquiera en la campaña se mostró acuerdista. Pero la realidad y la fuerte presión de Estados Unidos -de la mano de la crucial ayuda que le está dando comprando pesos para contener el dólar- lo llevó a a decir una y otra vez en las últimas semanas que luego de las elecciones se abriría al diálogo.
Tiene en carpeta proyectos de ley que considera fundamentales para sacar el país adelante como las reformas impositiva y laboral, para lo cual deberá buscar el apoyo de legisladores de otros espacios políticos. Pero, de nuevo, la duda es si mostrará vocación de diálogo pese a su carácter belicoso.
Admiten que la oposición tiene una cuota de responsabilidad. Su reacción ante el resultado electoral si era muy adverso para el oficialismo era relevante porque hubo últimamente declaraciones con cariz destituyente de ciertos políticos del peronismo. El triunfo del gobierno despejó esa preocupación.
Eso sí, anhelan que el Congreso deje de ser escenario de riñas bochornosas y dé paso a la búsqueda de acuerdos. Lo acaba de decir en una declaración la comisión episcopal de Laicos, al abogar para que “se vuelva un ámbito de diálogo donde poder superar las heridas sociales de nuestro pueblo”.
“La práctica política recobra su sentido más profundo cuando busca la unidad y prioriza a las personas más vulnerables, promoviendo intereses que beneficien al conjunto”, partiendo de “las necesidades reales y de escuchar a los más vulnerables”, afirma citando a Francisco.
Bajo la consigna “Tu voto y tu compromiso, cimiento de nuestra democracia”, el organismo convocó a los católicos a votar, preocupado frente una cada vez menor participación en las elecciones, que en estas elecciones fue la más baja desde la vuelta a la democracia: 68 %.
La declaración se basa en la doctrina social católica que exalta la participación de los fieles en la vida cívica como “una forma de servir y construir una comunidad más justa y solidaria”, rechaza el abstencionismo y considera como una actitud extrema votar en blanco.
Admite que “a veces el clima cultural está impregnado de desconfianza y cansancio hacia la política y sus actores” y que “es comprensible que sintamos cansancio o decepción”. “Somos portadores de una esperanza que debe animarnos a involucrarnos”, señala.
“Esta es nuestra oportunidad para dar mayor presencia a nuestra voz en el recinto legislativo y de incidir en el rumbo del país”, subraya y recomienda informarse para discernir a quién votar conociendo sus antecedentes cívicos y valores y sus propuestas.
En síntesis, el resultado electoral aclara en parte el panorama político. Pero una actitud dialoguista del Presidente se irá verificando o no con el paso de los días, al igual que el comportamiento de la oposición.
Todos, en definitiva, deberán estar a la altura de las circunstancias porque hay mucha gente que está sufriendo y necesita una actitud madura de su dirigencia. ¿Es mucho pedir?